La verdadera soledad es el hogar de la persona; la
falsa soledad es el refugio del individualista. [...] Hay que ir al desierto,
no para huir de los hombres, sino para encontrarlos en Dios. La soledad física
tiene sus peligros, no conviene exagerarlos. La gran tentación del hombre
moderno no es la soledad física, sino la inmersión en la masa de otros hombres;
no es la huida a las montañas o al desierto (¡ojalá más personas sintieran esta
tentación!), sino la inmersión en ese océano informe de irresponsabilidad que
es la masa. Actualmente no hay soledad más peligrosa que la del hombre perdido
en una masa, que no sabe que está solo y que tampoco actúa como persona en una
comunidad. No afronta los riesgos de la verdadera soledad ni las responsabilidades
que ésta implica, al tiempo que la masa le ha liberado de todas las demás
responsabilidades. Con todo, en modo alguno está libre de preocupaciones; está
cargado con la angustia difusa y anónima, los miedos indecibles, los apetitos
mezquinos e insoportables y todas las hostilidades omnipresentes que llenan la
sociedad de masas como el agua llena el océano. El mero hecho de vivir en medio
de otras personas no garantiza que vivamos en comunión con ellas, ni siquiera
que nos comuniquemos con ellas. ¿Quién tiene menos que comunicar que el hombre
que vive inmerso en la masa? Muy a menudo, es el solitario quien tiene más que
decir; no porque use muchas palabras, sino porque lo que dice es nuevo,
sustancial, único: es propio de él. Aun cuando diga muy poco, tiene algo que
comunicar, algo personal que puede compartir con otros. Tiene algo real que
dar, porque él mismo es real. [...] El constante clamor de palabras vacías y
ruidos de máquinas, el continuo zumbido de los altavoces, termina por hacer
casi imposible la verdadera comunicación y la verdadera comunión. Cada
individuo en la masa está aislado por espesas capas de insensibilidad. No se
preocupa, no escucha, no piensa. No actúa, sino que es empujado. No habla, sino
que produce sonidos convencionales cuando es estimulado por los ruidos
apropiados. No piensa, sino que segrega tópicos. Una persona no se aísla por el
mero hecho de vivir sola; y tampoco se produce la comunión entre los seres
humanos por el hecho de que vivan juntos. No hay más soledad verdadera que la
soledad interior, y ésta no es posible para quien no acepta su justa situación
en relación con los otros. [...] La soledad no es separación.
en Nuevas semillas de contemplación, 2008
No hay comentarios.:
Publicar un comentario