miércoles, enero 16, 2013

"Peer Gynt", de Henrik Ibsen

Fragmento / Versión libre de Juan Carlos Villavicencio




PEER GYNT: ¡Ese estúpido perro! Allá va corriendo
con la lengua fuera. Sí, se dará cuenta alguna vez.
Me encantó engañar a ese patán.
¡El muy idiota, dándose aires y pavoneándose!
¡Tiene mucho de que presumir acaso!
No va a engordar en su trabajo —lo que le encantaría, —
pronto perderá su buena posición, de una buena patada. —
Hmm, no me siento tan seguro a medida que pasa el tiempo;
fui expulsado, por así decirlo, de las clases de los dueños de sí mismos.
(La visión de una estrella fugaz, él la saluda asintiendo)
¡Salud! ¡De Peer Gynt, hermano de la luz de las estrellas!
Brilla, desvanécete y muere en el vacío —
(Se abraza a sí mismo en medio del terror y se adentra en las tinieblas;
un momento de silencio y luego grita:)
¡No hay nadie, nadie en este loca algarabía—,
nadie en el cielo y nadie en el infierno —!
(Aparece al final del camino, lanza su sombrero
y rasga sus ropas. Luego la calma desciende sobre él.)
Tan indescriptiblemente pobre puede el alma
de un hombre volver a la nada en la niebla gris.
Hermosa tierra, no te enfurezcas
por haber pisado tu hierba en vano.
Hermoso sol, has rociado
con tus relucientes rayos una cabaña deshabitada.
No había nadie dentro para calentar y entonar, —
el dueño, dicen, estaba siempre lejos del hogar.
Hermosa tierra y hermoso sol,
fui un estúpido que no alimentó a su madre.
El espíritu es mezquino y la naturaleza gratuidad.
Es caro pagar el nacimiento de alguien con la vida de otro. —
Voy a subir a lo alto, donde las más escarpadas cumbres;
Voy a ver el sol otra vez levantarse de la forma más clara,
Voy a mirar hacia la tierra prometida, mirar mi saciedad,
sufrir la nieve acumulada amontonarse sobre mí;
arriba pueden escribir: “Aquí abajo yace Nadie”,
y más tarde — después — “Déjalo ir, ya que puede”.













1867













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