jueves, agosto 12, 2010

“Oficio”, de Eduardo Anguita







El té de los difuntos
El párpado que nos cierra a la vida
Y nos abre a la muerte como una mano
El viento naciendo de su piedra
El té de los vivos para teñirnos de cadáver
Tanto lamento cuando todo está perdido
Ese hombre viene y se va
Los pies de los muertos son hojas de té

Y por fin mi cuerpo
¿En qué desierto hondo de sombra
Sembramos arena y cosechamos silencio?
Así suceden los meses aquí abajo
Llenos de horas lavando nuestros ojos del último instante
Y una voz que dice ¿Llevo alimento?

Pero no creíamos en esto

Abra la boca y respire
No trate de evitarlo

De ahora en adelante no estaré en casa
Ocupado ocupado bebiendo un té especial
Dejándome crecer la lengua
Oyendo el ruido del sol a voluntad del viento
La voluntad del viento mi estructura
Las manos y los millones de pasos
Evaporados al cabo del día

El té de los difuntos se bebe lejos
Los arrozales vacíos con su candor rígido
Y mi cabeza sola





en Poesía entera, 1970














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