miércoles, diciembre 23, 2009

"El oído", de Juan Luis Martínez






a L. v. B.
(Study for a conversation piece).



1.     El oído es un órgano al revés; sólo escucha el silencio.


2.     Si el oído no fuera un órgano al revés, es decir, un órgano hecho para escuchar el silencio, sólo oiríamos el ruido ensordecedor que producen las galaxias, nebulosas, planetas y demás cuerpos celestes en sus desplazamientos a través de los enormes espacios interestelares.


3.     Los sonidos, ruidos, palabras, etc., que capta nuestro oído, son realmente burbujas de silencio que viajan desde la fuente emisora que las produce hasta el órgano receptor de silencio que es el oído.









NOTA 9.                          EL OÍDO
Véase: EL DESORDEN DE LOS SENTIDOS



“una enfermedad especial del oído”.
W.H.Auden






Al considerar la literatura sobre Beethoven de los últimos 40 años, se advierte que la investigación alemana no ha tenido en cuenta la vida política del músico. Se puede decir que esos investigadores tienen “ceguera al rojo”, como hace poco reprochaba el crítico literario francés Pierre Bertaux a la investigación alemana sobre Hölderlin. “Ceguera al rojo” significaría en el caso de Beethoven no querer ver su interés por la política, sus ideas sobre ésta y la expresión de esas ideas en su obra.

Beethoven no necesitó de terceros que le llamaran la atención sobre los sucesos políticos de su época. Su admiración por Bonaparte se funda, como la de Goethe, en la idea de que “El Pato de las Islas”, como muy bien lo ha llamado (el autor) de este libro, iba a estructurar el estado de cosas de la Revolución en un orden político de principios republicanos. Pero mientras que Hegel en 1806, después de la Batalla de Jena, veía en Napoleón al “Espíritu del Mundo” cabalgando; y Goethe, dos años después, con ocasión del Congreso de Erfurt, era recibido por el Emperador y condecorado con la Orden de la Legión de Honor, en Beethoven, como en Hölderlin, la admiración por Napoleón se transformó en desprecio, e incluso a veces en odio. Cuando Beethoven escuchó de sus amigos que Bonaparte se había hecho nombrar Emperador, parece que desgarró la página titular de la Tercera Sinfonía con la dedicatoria a Bonaparte, al mismo tiempo que prorrumpía en imprecaciones contra “el nuevo tirano”. Más tarde, los amigos tenían que aconsejar al maestro ya sordo, que no hablara demasiado alto, pues ya se conocían sus ideas. Y es que en último término, Beethoven comprendía la libertad como el principio fundamental según el cual se debe estructurar la vida común de los individuos y de los pueblos, rechazando toda clase de tiranía y de orden estatal absolutista. *














* El poeta Grillparzer narra que en el Círculo de Amigos de Beethoven se hablaba sin miramientos: se maldecía e insultaba sin indulgencia y por igual a poderosos y a servilmente sometidos. Sin embargo, hay quienes afirman que la idea de Beethoven sobre la libertad está sujeta todavía a ciertos escleróticos ideales moralistas, humanistas y liberales.












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