sábado, octubre 25, 2008

Dos poemas, de Daniel Rojas Pachas






Virus

Virulentos, prosaicos, rumiosos,
los críos descansan entre baños digitales
y la noche de Cien-fuegos estrellados (…)
revienta la garganta de tanta pobre muchacha (…)
“dulce gimiendo contra el parabrisas trasero”
y se repiten, graban, la cinta vuelve atrás, un percutor, un clic
y ruedan en su esfera.
Cada recuadro,
esquinas apacibles de la sombra pura de tu infierno (…)
La durmiente se consuela entre cada pierna
y entre aquella brasa ruinosa de celos
en que maltrechos ojos,
macilentos brazos desgajan la flor de las edades con un mapa hecho de insinuaciones las delicadas perforaciones del mal llamado “honra de doncellas”
pudre cada deliquescenia con amarga confusión de hibernaciones.
“No puedo reconocer ni mi propia piel”
ni la identidad de cada parte noble: Mudan las heridas, intercambiamos quejas sensoriales, telepáticos gestos (si es posible), con gargantas heladas y saltos de cada mugir de dedos encriptados, enfurecidos por las metálicas orugas y las cuerdas en que descansan tus uñas que van cosiendo mi subrepticio orgasmo y el rey de los putos, tu rey, el de todos nosotros, pálido como siempre, te espera y tiene en su cohorte a cien caballos de cien pretéritos cuerpos que han perdido su delicadeza y los úteros gozan confusos y tus señas brillan, ríen con la locura del beso y herméticos babean la suculenta cólera, madre hecatombe de tu patriarcal ceño, clausura, silente ronda y simulacro de venas dando latigazos a los sables del público perfil y muertos, muerto, muerta la codicia, oblicua se agrieta el nexo informe.



Obsidiana

Marinos disparos al olvido, cronógrafos y rostros, todo en cambio es una picada y gran ventura de revueltos odios, hacinados e inciertos, la orgía de hecatombes y recuerdos mal paridos, malas violaciones a la saga rencorosa, oscura humana de memorias, de tu sincopada guerra, de tu apocalipto labio superior, respira bello con bozal, peones sigilosos y en deleite, desde la inversa senitud, apostamos con amor, para ver en cuantos trozos, hacemos desfilar el sueño, el Kratos palimpsesto, tantas veces, tantas multitudes y segundos, de la holográfica ventisca encubierta, rota, se sucede en goteros, húmedas prosecuciones, manos y eones encanecidos.











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