martes, diciembre 18, 2007

“Cosmópolis”, de Don DeLillo

Fragmento




Fue paso a paso con Torval hasta el automóvil. Había dejado de llover. Buena cosa. Era claramente lo que tenía que haber sucedido. En la calle se posaba un relumbre de lámparas de sodio, un humor de suspense que fuera a desplegarse poco a poco.

- ¿Dónde está?
- Decidió quedarse –dijo Eric.
- Bien. No lo necesitamos.
- ¿Y ella?
- La he mandado a casa.
- Bien.
- Bien –dijo Torval-. Esto empieza a ponerse bien.

Alguien había acampado en la limusina. Estaba sentada en el sofá, medio arrellanada, a punto de quedarse a roque, toda de plástico y andrajos, y Torval la echó a patadas. Hizo un baile para desembarazarse de sus garras y se quedó allí como un apósito, un montón de ropa que a duras penas se tenía en pie, sus pertenencias envueltas en hatillos, bolsas de bocadillos para las limosnas, colgadas del cinto.

- Necesito una gitana. ¿Alguien sabe leer las líneas de la mano?

Una de esas voces sin uso, que suenan fuera del mundo.

- ¿Y qué tal los pies? Léeme las plantas de los pies.

Él rebuscó algo de dinero en los bolsillos y se sintió un poco idiota, un poco desilusionado, tras haber amasado y haber perdido sumas con las que se podría colonizar un planeta, pero la mujer ya se marchaba por la calle con sus zapatos de suelas levantadas, sin billetes ni monedas que encontrar en sus pantalones, sin documentos de ninguna clase.








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