Crítica de Televisión
No sé cuántos años tenía entonces, pero eran pocos. En la televisión se mezclaban series aburridas, con actores aburridos y comerciales todavía más aburridos. Tal vez por eso, por la falta de oferta, es que yo seguía una serie tan desabrida como “El show de Bill Cosby”. Claro, ahora es difícil entender cómo es que este tipo se transformó en el comediante mejor pagado del mundo durante media docena de años, pero en ese tiempo no había mucho más.
Describir los errores de la serie sería largo, por lo demás inútil y definitivamente un ejercicio insoportable (la serie no ha sido repuesta ni en los más oscuros canales del cable, o quizás sí en los más oscuros). Concentrarse en sus mínimos aciertos parece ser un modo más acertado. Uno de ellos fue el carácter marcadamente “negro” de la serie, demostrando así uno de los comienzos del debate en el que las minorías por fin tendrían algo que decir desde el mass media world (colgajo del que se mantendría adherido Spike Lee durante décadas). Otro de los puntos altos de la serie, eran los momentos en los que Cosby-padre-esposo-médico-obstetra ponía sus discos de vinilo, de jazz o soul, casi siempre con la intención de seducir a su esposa, conseguir algún perdón o algún gesto cómplice. El extraño baile y la imitación vocal perfecta sobre el canto original, hacían del doctor Huxtable un personaje agradable de mirar; hasta nos arrancaba una sonrisa. Pero, lamentablemente, la serie tenía poco más que decir. Esencialmente se trataba de un tipo simpático, rodeado de una esposa simpática, y unos cuantos hijos (cinco) que se lo pasaban diciendo chistes simpáticos, todo en el tono más cotidiano que fuera posible. La segunda hija, de mayor a menor, era Lisa Bonet (Denise Huxtable, en la serie). La exquisita, hermosa y sensual-desde-siempre Lisa Michelle Boney.
Debo reconocer que muchas veces miré la serie sólo animado por su probable aparición, que, angustiosamente, se fue haciendo cada vez más esporádica; hasta que desapareció por completo y llegó la debacle. Lisa Bonet comenzó con su propia serie, estimulada por el apoyo de algunos dólares más y, sobre todo, por el delirio incondicional que demostraban sus fanáticos alrededor de todo el mundo y que le exigían un tiempo de aparición que le era negado en la serie comandada por su padre putativo.
La pésima serie que protagonizaba trataba de sus años de college, una vez que hubo dejado el hogar paterno. Pero fue un fiasco. Lisa Bonet no era una actriz de papeles protagónicos. Era bella, es bella aún, es bellísima, y su talento seguramente alcanza para hacerla acometer un papel secundario con dignidad, pero más allá entra en un terreno farragoso.
La proto-serie, “El show de Bill Cosby”, derivó en una secuela tan lamentable, o más, que la serie protagonizada por Lisa Bonet. Ni siquiera vale la pena decir nada de aquélla. Lisa Bonet no estaba con Bill Cosby, y este hecho, aparentemente inofensivo, determinó la ruina de ambos. No así la suerte del enano y siempre oportunista Lenny Kravitz, quien, con remeras apretadas, collares y pulseras de feria artesanal y un muy discutible estilo, logró engatusar a la exquisita Lisa por un tiempo. Más de alguna noche sus sucias manos, manchadas por el mal rock, tocaron la perfección sublime de aquel cuerpo, mientras las mías, sucias también, la recordaban a la cruel distancia.
Como sea, Lisa Bonet hizo una atendible carrera en el cine. Incluso se codeó con actores de la talla de Robert de Niro en “Corazón Satánico” (1987), donde ella hacía de vuduísta sexy. Este filme tiene el acierto notable de mostrar sus senos pequeños y firmes, primero a través de una tela mojada y luego completamente al desnudo. Además de eso, mostró su belleza y cierta gracia al caminar, pero muy poco más, y desde entonces sólo consiguió papeles menores que no lograron traspasar las fronteras de su estado natalicio. Hasta que le llegó una nueva oportunidad en la ultra publicitada “Alta fidelidad” (2000), luego de la cual pareció, de nuevo, sumergirse en los marasmos más profundos del low profile.
Lisa Bonet es de otra casta. Es hermosa y le basta con sonreír para conseguir lo que se le ocurra. En la mitad de su cuarta década (16-nov-1967, San Francisco, California), tiene una cuenta de varios ceros a la derecha y una historia que muy pocos pueden contar. Si ella es algo más que una cara bonita o un cuerpo sexy, en mi opinión poco importa. Tampoco es de las que andan demostrando lo indemostrable a nadie. No exige mayor atención, no estudia periodismo a los treinta, no practica yoga, no es vegetariana y no lee a Don Delillo en los cafés de moda. Lisa Bonet es Lisa Bonet, y punto. A pesar de lo que digan y de sus sospechosos resultados como actriz, es simple y maravillosamente Lisa Bonet, y luego de eso, nada más queda por decir.
3 comentarios:
Interesante blog... no tenía idea de su existencia.
recomendamos visitar LGA
No eres mas que otro pajillero.
Espero que no se te caiga el mito, pero practica yoga, es vegetariana, vive en L.A. y le gustan las excentricidades como cambiarse el nombre para ponerse otro más exótico, más acorde con sus raíces, vamos... lo que se lleva entre la gente con genio artístico impostado.
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