miércoles, agosto 09, 2006

"Fe, alguna fe y ninguna fe", de Robert Louis Stevenson



En los antiguos días tres hombres salieron en peregrinación: uno era un sacerdote, otro una persona virtuosa y el tercero un vagabundo con su hacha.

En el camino, el sacerdote habló de los fundamentos de la fe:

—“Hallamos las pruebas de nuestra religión en las obras de la naturaleza” —dijo y se golpeó el pecho.

—“Así es” —dijo la persona virtuosa.

—“El pavo real tiene una áspera voz” —dijo el sacerdote— “como nuestros libros siempre lo atestiguaron”. ¡Qué alentador!” —exclamó como si llorara—. “¡Qué edificante!”

—“No requiero de tales pruebas” —dijo la persona virtuosa.

—“Luego, su fe no es razonable” —dijo el sacerdote.

—“¡Grande es la justicia y prevalecerá!” —gritó la persona virtuosa—. “Hay lealtad en mi alma; no dudéis que hay lealtad en la mente de Odin.”

—“Esos son juegos de palabras” —replicó el sacerdote—. “Comparado con el pavo real, un saco de tal hojarasca no vale nada.”

Pasaban entonces frente a una granja y había en ella un pavo real posado en una valla; y el pájaro cantó con la voz de un ruiseñor.

—“¿Qué me dice ahora?” —preguntó la persona virtuosa—. “Sin embargo a mí no me afecta. ¡Grande es la verdad y prevalecerá!”

—“Que el demonio se lleve a ese pavo real” —dijo el sacerdote y, durante una milla o dos, anduvo cabizbajo.

Pero luego llegaron a un santuario, donde un faquir hacía milagros.

—“¡Ah!” —dijo el sacerdote—. “He aquí los verdaderos fundamentos de la fe. El pavo real no era otra cosa que un adminículo. Ésta es la base de nuestra religión.”

Y se golpeó el pecho y gimió como si padeciera de cólicos.

—“Para mí” —dijo la persona virtuosa— “todo esto es tan insignificante como el pavo real. Creo porque veo que la justicia es grande y debe prevalecer; y este faquir podría seguir con su prestidigitación hasta el día del juicio final y no embaucaría a un hombre como yo.”

Al oír esto el faquir se indignó tanto que le tembló la mano y, ¡mira! en la mitad de un milagro se cayeron los naipes de su manga.

—“¿Qué me dice ahora?” —preguntó la persona virtuosa—. “Y sin embargo a mí no me afecta.”

—“Que el diablo se lleve al faquir” —exclamó el sacerdote—. “Realmente no veo la ventaja de seguir con esta peregrinación.”

—“¡Valor!” —exclamó la persona virtuosa—. “Grande es la justicia y prevalecerá.”

—“Si está usted seguro de que prevalecerá...” —dijo el sacerdote.

—“Le doy mi palabra” —dijo la persona virtuosa.

Entonces el otro prosiguió con mejor ánimo.

Finalmente llegó uno corriendo y les dijo que todo estaba perdido; que los poderes de las tinieblas habían sitiado las Mansiones Celestiales y Odin iba a morir y el mal triunfaría.

—“He sido burdamente engañado” —exclamó la persona virtuosa.

—“Ahora todo se ha perdido” —dijo el sacerdote.

—“¿No será muy tarde para pactar con el diablo?” —dijo la persona virtuosa.

—“Esperemos que no” —dijo el sacerdote— “Y en todo caso podemos intentarlo... ¿Pero qué está haciendo con su hacha?” —le dijo al vagabundo.

—“Yo voy a morir con Odin” —dijo el vagabundo.


Texto "XVII" del libro Fábulas, publicado en 1902.

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