Tres poemas
Tal vez recuerde aquellos días veinte años atrás, cuando
hablamos de Empédocles bajo los tilos. En esa época
yo era alguien que quería convertirse en un dios.
Ryunosuke Akutagawa
En aquella época lejana
sentía que mi sino era ser un dios alto
corpulento y melancólico
en aquel tiempo azul cerúleo
creía que todos los pájaros
me alababan
que todas las flores se ruborizaban a mi paso en aquel día
de tulipán enhiesto
yo era un centauro
y los dioses griegos los demonios
chinos quetzalcoátl y xochipilli
eran mis amigos en aquellos días
excesivamente confortables
una tarde de almohada
inventé el vino y hombres y dioses
desde aquel día bello como jirafa
se han embriagado
con mi elixir potente en aquellas tardes alcoholistas
libertaba naciones excitado:
era un héroe con pecho de madera
y pies de avestruz
que cometía crímenes horribles en el furor de la batalla
en aquel día
de pavorreal fantástico
me paseaba con mi harem en un campo lleno de girasoles silvestres
y los sexos de mis muchachas
olían a girasoles silvestres y a geranios
en aquella época de polen
lloraba y cantaba por el hombre
era un Prometeo loco construyendo fortalezas
y cuevas para el hombre:
inventé el fuego, la espada y el arco en aquellos lustros sin muros
sin murallas
de silencio febril divino
me asaltaban sueños extraños de día:
yo era un vagabundo armenio
buscando comida en botes de basura
recorría el país en busca de caballos percherones
y conejos para aparearme y poblar la pampa
en aquella época de cópula continua
no requería de nada humano
ni de lentes ni bastón ni de padres madres
bicicletas aviones o sabios en aquella época convulsa
una flor de escobetilla guiaba mis pasos
hasta un jugo sabroso sudado por una piedra rosa
en medio de un trigal posible
en aquella época en que lloré de sal
un alfarero
que no conocía el plástico aullaba de gusto
porque el mundo era bonito y confuso
como el sol en aquella época en que le di la espalda
al mundo
una ola gigante tendría que haberse levantado del mar negro
y sumergido mi barcaza de bambú:
los peces ciegos que rondan en la arena
se habrían alimentado
de mi cuerpo y mi sangre
y entonces
por mi gran sacrificio divino ante lo humano
desde aquella hora santa del primer día vegetal
nada ni nadie sufriría
ANGUILA
De todo esto yo soy el único que parte.
César Vallejo
Mañana jueves a las 13 hrs. 6 minutos
en el trabajo
cuando esté en pleno
espeso aturdimiento
distraído de pronto me
convertiré en
místico
no es
broma
se me
inundan los ojos de sal
como si vagara sólo
solo en
calzoncillos sobre arena gris ocre de
playas salvajes
palmeras y cactus en playas
vírgenes
abandonado y
abandonando el mundo de los hombres
no es esto
un mal chiste / no:
de pronto en medio de la
sala llena de computadoras
me elevaré como pato buzo
traspasando el techo
con los tensos aires de la contra-gravedad
sin acero sino
con un cambio inesperado de sino elástico
claro y verde como retoño de bambú y
desde el punto más alto alcanzado
me precipitaré en caída libre oblicua
hacia otro espacio
salvaje de playas
solitarias en el mar
inaccesible irresoluto y
espumoso
¿me volveré con el golpe en la arena parda
un místico?
no, desapareceré
un instante antes de la contusión
confusión mental corporal del juego me
transformaré en una bruma
cálida
libre para
calentar al
mundo
soy una orilla de mar en exceso
una esquirla
madera trabajando madera
¿para dónde?
y esos restos
sobras de la creación
¿se llaman excrecencias
virutas
rebabas?
ya me acordaré
cuando me hunda / buzo
y me vuelva
anguila
TITIRITERO
(Homenaje a Zarathustra)
Para el escultor Antonio Chemor
Para el poeta y enólogo Bruno Madrazo
Quien hablaba de los huevos de oro
Quien hablaba de la gallina de los huevos de oro
Quien hablaba del gallo que se posaba sobre la gallina
de los huevos sedosos de plata
Quien dijo algo sobre el zenzontle cantando enloquecido al amanecer
una tonada ronca sobre el gallo que se posaba mágicamente
sobre la gallina orgánica corriendo en pastizales y canales
de Costa Rica, Sinaloa, que ponía al amanecer feliz
sobre su nido huevos de oro
a ese mismo traedlo ya, allá, acullá, aquí
y que se siente en esta piedra intrusiva tallada con pericia
para que monologue algo
sobre los placeres y delicias del cuerpo:
así cantó el señor Titiritero
Publicado por Textofilia Ediciones, 2016
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