martes, marzo 18, 2025

«Huesos viejos», de Gary Snyder

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Allá afuera caminando, buscando comida,
un rizoma, el canto de un pájaro, una semilla que se puede golpear
pelar, remover, coger, agarrar,
          apenas arreglárselas,

no hay comida en las polvorientas laderas del pedregal 
–llevar algo– buscar algo,
ir por un sueño hambriento.
Hueso de venado, carnero,
          huesos hambre hogar.

Ahí afuera en alguna parte
un santuario para los viejos,
el polvo de los viejos huesos,
          viejos cuentos y canciones.

Lo que comimos –quién comió qué–
         cómo todos prevalecimos.


en Mountains and rivers without end, 1996












lunes, marzo 17, 2025

Carta de Ossip Mandelstam enviada a su hermano Alejandro (Shura) y a su mujer, desde el campo de tránsito, cerca de Vladivostok

Traducción de Lydia Kúper




Querido Shura:

Estoy en Vladivostok, en el USVITL*, barraca número II. El tribunal especial me ha condenado a cinco años por actividad contrarrevolucionaria. El convoy salió de Butyrki el 9 de septiembre y llegamos aquí el 12 de octubre. Mi salud es muy mala. Estoy delgado y completamente agotado, casi irreconocible, pero no sé si merece la pena que envíen ropa, comida y dinero. De todos modos pueden intentarlo. Tengo muchísimo frío sin ropa adecuada.

Nadia amada, ¿vives, querida mía? Shura, escríbeme inmediatamente sobre Nadia. Esto es un centro de tránsito. No me han seleccionado para el Kolyma y puede que tenga que pasar aquí el invierno.

Los beso, queridos míos.

OSSIA



Shura, otra cosa más: Estos últimos días hemos salido a trabajar. Eso me ha animado. Este campo es un campo de tránsito y desde aquí se nos envía a los campos normales. Parece que me han eliminado, de manera que tengo que prepararme a pasar el invierno aquí. Así que, por favor, envíame un telegrama y algo de dinero por giro telegráfico.



en Contra toda esperanza (Memorias), de Nadiezhda Mandelstam, 1970/2012





* USVITL: Dirección de los Campos de Trabajo colectivo del Nordeste.
















domingo, marzo 16, 2025

«Venganza», de Taha Muhammad Ali

Traducción de Juan Carlos Villavicencio y Carlos Almonte



A veces desearía
poder enfrentarme a duelo
con el hombre que mató a mi padre 
y arrasó nuestra casa, 
confinándome
a
un país estrecho.
Y si él me matara,
por fin descansaría,
y si yo estuviera preparado —
¡Me vengaría!

*       *       *

Pero si cuando apareciera mi enemigo 
y se revelara
que tenía una madre
esperándolo,
o un padre que pondría
su mano derecha sobre
el corazón en su pecho
cada vez que su hijo llegaba tarde, 
aunque fuera sólo por un cuarto de hora 
para reunirse como habían fijado… 
entonces no lo mataría,
incluso si pudiera.

*       *       *

De la misma manera… yo
no lo asesinaría
si pronto se aclarara
que tenía un hermano o hermanas 
que lo aman y anhelan verlo siempre.
O si tuviera una esposa que lo recibiera 
e hijos que
no pudieran soportar su ausencia
y a quienes emocionaran sus regalos.
O si tuviera
amigos o compañeros,
vecinos que conocía
o amigos de la cárcel
o de una habitación de hospital, 
o compañeros de escuela… 
preguntando por él
y mandándole saludos.

*       *       *

Pero si resulta
que está solo
—cortado como la rama de un árbol— 
sin madre ni padre,
sin hermano ni hermanas,
sin esposa, sin hijos,
y sin parientes ni vecinos ni amigos, 
colegas o compañeros,
entonces no añadiría nada al dolor
de esa soledad —
ni al tormento de la muerte,
ni al dolor de fallecer.
En lugar de eso, me alegraría
ignorarlo cuando pasara junto a él
en la calle — mientras
me convencería
de que no prestarle atención
es en sí misma una especie de venganza.



en Antología de Poesía de la Resistencia Palestina
Descontexto Editores, 2024








Pueden comprar nuestra antología
o en las mejores librerías de Chile y Argentina











sábado, marzo 15, 2025

«El hombre de las flores silvestres», de Lu Yu

Versión de Carlos Manzano y Kenneth Rexroth




¿Conocéis al anciano que vende flores
Junto a la Puerta Meridional?
Vive de las flores, como una abeja.
Por la mañana, vende malvas
Y por la noche ofrece amapolas. El
Techo de su cabaña deja ver
El azul del cielo. Su tarro de arroz
Siempre está vacío. Cuando ha
Conseguido dinero suficiente con sus
Flores, se dirige a un salón de
Té. Cuando se le ha acabado el dinero,
Recoge algunas flores más. Durante
Toda la estación de las flores, también
Él retoña. Todos los días pasa
La jornada borracho. ¿Qué le importa
Que se promulguen nuevas leyes
En el palacio del Emperador? ¿Qué más
Le da que el Gobierno descanse
Sobre arena? Si intentas hablar con
Él, no responde, sino que te
Brinda una sonrisa de borracho por
Entre sus alborotados cabellos.



en Cien poemas chinos, 1966












viernes, marzo 14, 2025

«En la región de los grandes lagos», de Joseph Brodsky

Traducción de Amaya Lacasa y Ramón Buenaventura




En ese tiempo, en tierra de dentistas
(sus hijas encargan la ropa en Londres
y en sus anuncios las tenazas exhiben
Muelas del Juicio anónimas, abstractas),
yo, que en la boca ocultaba ruinas
más derrumbadas que cualquier Partenón,
espía, delator o quintacolumnista
de una civilización putrefacta
(haciéndome pasar por profesor de letras)
vivía en un college junto al lago
más famoso. Mi función estribaba
en torturar a zánganos locales.
Todo lo que por aquel entonces escribí
termina inevitablemente en puntos
suspensivos. Me metía en la cama sin desnudarme.
Si de noche veía una estrella en el techo,
ésta, según las leyes de la combustión,
me resbalaba por la mejilla hasta caer en la almohada
sin darme tiempo a pensar un deseo.



1972



en A part of Speech, 1980














jueves, marzo 13, 2025

«Noche, luna», de Lisa Suhair Majaj

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Esta noche la luna volvió a enredarse en las ramas 
del naranjo, luego se deslizó entre ellas, liberando 
su esfera ámbar hacia el cielo, y mientras la veía liberarse 
y encogerse de hombros en una noche que se hacía más oscura, pensé 
en llamarte para que vinieras a mirar, a capturar la luna con tu cámara, 
como siempre amaste hacer. Pero las temibles mareas de la muerte 
te arrastraron a un cielo distinto. ¡Vuelve, amor!
Te mostraré mi última pintura: una luna de vendimia atrapada 
en un árbol de un cielo cada vez más profundo — esa constante nostalgia…



2025









Night, Moon

Tonight the moon tangled again in the branches / of the orange tree, then slipped through, its amber / orb released to the sky, and as I watched it shrug / free to a night deepening to dark I thought of calling / you to come look, capture the moon with your camera / like you always loved to do. But death’s fearsome tides / have pulled you now to a different sky. Come back, love! / I’ll show you my latest painting: harvest moon caught / in a tree in deepening sky—that current of longing…









miércoles, marzo 12, 2025

«Nos habían dicho que rezáramos…», de Valentina Demuro

Traducción de Antonio Nazzaro




Nos habían dicho que rezáramos
que sostuviéramos la luz en las manos
una cuna para proteger la noche
del viento que cierra los ojos
el viento que sacude
el espanto de las amapolas.
Pero su estremecimiento
nunca mueve con piedad el cielo
cuando es negro como una guerra
y se come el silencio
los hombres, sus casas











Ci avevano detto di pregare / trattenere la luce nelle mani / una culla per proteggere la notte / dal vento che chiude gli occhi / il vento che scuote / lo spavento dei papaveri. / Ma il loro tremito / mai muove a pietà il cielo / quando è nero come una guerra / e mangia il silenzio / gli uomini, le loro case










martes, marzo 11, 2025

«La noche de Gaza», de Zuheir Abu Shayeb

Versión de Juan Carlos Villavicencio




Así como es él 
ahí sentado y mirando de la mañana a la noche
no podía dormir
no podía morir como los niños de Gaza
no hay mártir alguno
que venga a llevarlo al camino de la eternidad
como llegan los mártires a cada batalla
para visitar luego a la vida y a sus hijos.
Y ellos les dicen:
Nunca morimos. Aquí estamos en la vida
y si la gente hubiera cerrado sus ojos
ellos nos hubieran visto.

Así como es él…
No hace nada más que eso todo el tiempo
mira hacia el pequeño cielo allá arriba
pero él no ve.
No hace nada 
pero cada vez que los aviones aullaron, 
él se agrietaba como una casa
y colapsaba entonces
y su alma quedaba perdía en la tierra.
No hace nada más que permanecer en silencio
temiendo despertar con un gemido a los mártires en sus sueños

Él no hace nada
salvo no hacer nada.
Mientras los mártires atravesaban la luz 
y brillaban por la noche de Gaza.
El cielo volvió otra vez a la tierra 
y la vida volvió a su hogar
como una viuda cuyo marido murió hace décadas
y siguió reiterando sus carencias 
muriendo de silencio cada día.
















lunes, marzo 10, 2025

«A la espera de su hija», de Suō no Naishi

Traducción de Mariana Alonso




Cómo querría 
olvidar y por un momento
quedarme dormida.
Llegará el día en que
te veré en mi sueño.




en Las 36 mujeres inmortales de la poesía japonesa
También el caracol ediciones, 2024













domingo, marzo 09, 2025

«El sabor de la muerte: el terremoto 8,8 en Chile», de Juan Villoro

Originalmente llamado «El sabor de la muerte»
 

 

El terremoto de magnitud 8,8 que devastó a Chile el 27 de febrero fue tan potente que modificó el eje de rotación de la Tierra. El día se redujo en 1,26 microsegundos. Desde la Estación Espacial Internacional, el astronauta japonés Soichi Noguchi fotografió la tragedia y mandó un mensaje: «Rezamos por ustedes».

Los mexicanos tenemos un sismógrafo en el alma, al menos los que sobrevivimos al terremoto de 1985 en el DF. Si una lámpara se mueve, nos refugiamos en el quicio de una puerta. Esta intuición sirvió de poco el 27 de febrero. A las 3.34 de la madrugada, una sacudida me despertó en Santiago. Dormía en un séptimo piso; traté de ponerme en pie y caí al suelo. Fue ahí donde desperté. Hasta ese momento creía que me encontraba en mi casa y quería ir al cuarto de mi hija. Sentí alivio al recordar que ella estaba lejos.

Durante dos minutos eternos el temblor tiró botellas, libros y la televisión. El edificio se cimbró y pude oír las grietas en las paredes. Pensé que nos desplomaríamos. Alguien gritó el nombre de su pareja ausente y buscó una mano invisible en los pliegues de la sábana. Otros hablaron a sus casas para contar segundo a segundo lo que estaba pasando. Imaginé el dolor que causaría esa noticia, pero también que mi familia dormía, con felicidad merecida. Me iba del mundo en una cama que no era la mía, pero ellos estaban a salvo. La angustia y la calma me parecieron lo mismo. Algo cayó del techo y sentí en la boca un regusto acre. Era polvo, el sabor de la muerte.

Mientras más duraba el temblor, menos oportunidades tendríamos de salir de ahí. Los muebles se cubrieron de yeso. Una naranja rodó como animada por energía propia.

Cuando el movimiento cesó, sobrevino una sensación de irrealidad. Me puse de pie, con el mareo de un marinero en tierra. No era normal estar vivo. El alma no regresaba al cuerpo. Los gritos que el edificio había sofocado con sus crujidos se volvieron audibles. Abrí la puerta y vi una nube espesa. Pensé que se trataba de humo y que el edificio se incendiaba. Era polvo. Sentí un ardor en la garganta. Volví al cuarto, abrí la caja fuerte donde estaban mis documentos, tomé mi computadora y perdí un tiempo precioso atándome los zapatos con doble nudo. Los obsesivos morimos así.

En la escalera se compartían exclamaciones de asombro y espanto. Ya abajo, una conducta tribal nos hizo reunirnos por países. Los mexicanos repasamos cataclismos y supusimos que la ciudad estaría devastada. La acera de enfrente era un bloque de sombras, escuchamos ladridos distantes, los coches de los trasnochadores tocaban la bocina, había cristales en el suelo, pero la fachada de nuestro edificio permanecía intacta.

En la explanada frente al hotel se alzaba la réplica de una estatua de la Isla de Pascua. Es la efigie de un Moai, jerarca que durante su mandato habrá visto maremotos. Se convirtió en nuestra figura tutelar. Supimos esto cuando se fue la luz y dejamos de verlo. Por suerte, el apagón duró poco. La piedra donde los ojos parecen hechos por el tiempo regresó de las sombras. No estábamos solos.

Otra señal de tranquilidad vino del reino animal. Un perro se echó a dormir en medio de nosotros. Mientras no despertara, todo estaría bien.

Alguien quiso regresar al edificio por sus «pantalones de la suerte». La superstición era la ciencia del momento. Nuestras ideas, si se las puede llamar así, no seguían un curso común. El editor Daniel Goldin, que estaba en muletas por un accidente previo, me propuso recorrer el edificio para ver si había daños estructurales. «¡Tú estás cojo y yo soy tonto!», exclamé. De nada servía que buscáramos lo que no podíamos encontrar, como un ciego y un sordo dibujados por Goya.

Poco a poco, la realidad recuperó nitidez. Me sorprendió que tanta gente usara pijama. Pensaba que se trataba de una prenda en desuso. Un grupo de voluntarios volvimos al hotel por pantuflas. No podíamos revisar la estructura, pero podíamos evitar que se enfriaran los pies.

La arquitectura chilena es una forma del milagro. Sólo esto explica que en Santiago los daños hayan sido menores. Aunque algunos edificios fueron desalojados y otros tendrán que ser demolidos (inmuebles posteriores a 1990, cuando las leyes de supervisión se hicieron menos estrictas), lo cierto es que la resistencia del paisaje urbano fue asombrosa. Un terremoto es una radiografía de la honestidad arquitectónica. En 1985, el terremoto de la Ciudad de México demostró que la especulación inmobiliaria y la amañada construcción de edificios eran más dañinas que los grados de Richter. «Con usura no hay casa de buena piedra», escribió Ezra Pound.

Llama la atención que en un país con tanta sapiencia antisísmica el aeropuerto padeciera graves lastimaduras. El cierre de vuelos contribuyó al aftershock. Nuestra vida se había detenido y no sabíamos cuándo comenzaría nuestra sobrevida. Estábamos en el limbo o en un episodio de la serie Lost.



Pillaje y rating

El discurso de los noticieros se caracterizó por el tremendismo y la dispersión: desgracias aisladas, sin articulación de conjunto. Las imágenes de derrumbes eran relevadas por escenas de pillaje. No había evaluaciones ni sentido de la consecuencia. Unos tipos fueron sorprendidos robando un televisor de pantalla plana extragrande. Obviamente no se trataba de un objeto de primera necesidad. ¿Era un caso solitario? ¿El crimen organizado se apoderaba de electrodomésticos? Los rumores sustituyeron a las noticias. Se mencionó a un pueblo que temía ser invadido por otro. El relato fragmentario de los medios mostraba rencillas de tribus y repetía las declaraciones de una gobernadora que pedía que el ejército usara sus armas.

Algunos amigos chilenos creen que además de la morbosa búsqueda de rating, los noticieros pretenden crear un clima de confrontación antes de que Michelle Bachelet abandone el poder. El sismo llegó como un último desafío para la presidenta que tiene el 80 por ciento de aprobación y como una amarga encomienda para su sucesor, el empresario Sebastián Piñera, que había prometido expansión y desarrollo al estilo Disney World y ahora tendrá que proceder con el cuidado de los restauradores y anticuarios. Si el ejército comete un error en los días de toque de queda, o si se produce una confrontación, la sucesión presidencial sería menos tersa, se podrían hacer acusaciones sobre el origen de la violencia y se regresaría al divisionismo y la crispación que durante años dominaron la sociedad chilena. Las réplicas más fuertes del sismo ocurrirán en la política chilena.

En Santiago, la suspensión de vuelos y la ocasional falta de teléfonos, Internet, suministro de electricidad y agua fueron las señas visibles de la catástrofe. Esto nos dejó la sensación de estar en un reality show al revés. Nuestra vida parecía transcurrir en la realidad controlada de un estudio de televisión, mientras las cámaras retrataban una realidad salvaje al sur de Chile. Los supermercados asaltados eran el rostro dramático de un país donde la gente tenía hambre y las filas para cargar gasolina en los barrios ricos de Santiago eran su rostro hipocondríaco.

El terremoto ha sido el segundo más fuerte en la historia de Chile. La isla Robinson Crusoe naufragó como el personaje que le dio su nombre. El tsunami dejó miles de desaparecidos y sepultados en el lodo. Los rescatistas chilenos que estuvieron en Haití comentan que será mucho más difícil sacar cuerpos de construcciones de concreto, encapsulados en el lodo endurecido después del tsunami.

Aún hay mucha gente atrapada en la zona de Concepción. Como tantas veces, los periodistas han llegado al desastre antes que las personas que deben aliviarlo, y como siempre, los más afectados son los que habían padecido antes el cataclismo de la pobreza.

Dos días después del terremoto fui a una casa en las afueras de Santiago, con piscina y jardines, uno de esos espacios latinoamericanos que muestran que Miami puede estar donde sea. Había que hacer un esfuerzo para recordar que el escenario pertenecía al país arrasado por el terremoto.

En su duplicidad, la cifra 8,8 adquiere carga simbólica: los gemelos del miedo, el diablo ante el espejo o, sencillamente, lo que somos y lo que podemos dejar de ser. Una falla invisible decide el juego, nuestra residencia en la Tierra.



en La Nación de Argentina, 6 de marzo de 2010















sábado, marzo 08, 2025

«Enviada al académico Ch’en del Instituto para la Iluminación de la Literatura», de Wei Feng

Versión de Juan Carlos Villavicencio




Profundo en el otoño
más allá de las tierras salvajes,
esta extraña trepa a una terraza
frente al palacio.

Mi carta de larga distancia
no estaba sellada ni enviada todavía
cuando, por las alas de los gansos salvajes,
llegó una de tu parte.
La tierra helada atrofia
los árboles fronterizos; los cielos puros
rompen las nubes enfermizas.

A una distancia ilimitada
tu corazón me vigila; a gusto
en el Palacio del Sur, tu carta
es brillante como un tejido de seda.



Pintura original: Paisaje, de Shitao (c.1698–1700)









viernes, marzo 07, 2025

«Canción», de C. S. Lewis

Traducción de Mónica Serrano Porta y Álvaro Petit Zarzalejos




Las hadas deben de estar en el bosque,
o las risueñas crías de los sátiros,
los tritones deben de estar en el mar del verano,
si no ¿cómo podrían las muertas cosas ser
tan hermosas como son?,
¿cómo podría la riqueza de la estrella sobre la estrella, 
espolvoreada en la helada noche,
llenar tu espíritu de deleite
y llevarte desde este ensimismamiento
hacia arriba, entre los sueños divinos,
si no fuera porque todos y cada uno
de los que caminan los pasillos celestiales
son, en verdad, una isla feliz
en la que los prados eternos sonríen,
y los dorados globos de fruta se ven
centellear a través de los verdes pomares?,
¿dónde la Otra Gente va
por el césped brillante de un lado a otro?
Los átomos muertos nunca podrían
despertar el corazón en nosotros
a no ser que la belleza que vemos,
que el velo de la belleza interminable esté
plena de espíritus que han caminado
muy lejos, sobre el césped celestial
y han visto las brillantes huellas de Dios.



en Mientras cae la ruina y otros poemas, Ediciones Encuentro, 1994












Song 

Faeries must be in the woods / Or the satyrs’ laughing broods— / Tritons in the summer sea, / Else how could the dead things be / Half so lovely as they are? / How could wealth of star on star / Dusted o’er the frosty night / Fill thy spirit with delight / And lead thee from this care of thine / Up among the dreams divine, / Were it not that each and all / Of them that walk the heavenly hall / Is in truth a happy isle, / Where eternal meadows smile, / And golden globes of fruit are seen / Twinkling through the orchards green; / Where the Other People go / On the bright sward to and fro? / Atoms dead could never thus / Stir the human heart of us / Unless the beauty that we see / The veil of endless beauty be, / Filled full of spirits that have trod / Far hence along the heavenly sod / And see the bright footprints of God.









jueves, marzo 06, 2025

«Notas para un futuro exterminio», de Raúl Zurita




 
Respuesta a Adorno: Hay una sola forma de no escribir poesía después de Auschwitz: que no haya más Auschwitz.

*   *   *

A menudo me embarga una sensación extraña; es como si al escribir estuviera rindiendo un examen en el cual los examinadores han desaparecido. Ignoro cuáles son las preguntas, pero debo responderlas a como dé lugar sabiendo de antemano que, sea cual sea tu respuesta, será siempre una respuesta equivocada y que el castigo por ese error es la muerte por fuego. Estás en el centro de la plaza, la pira está encendida y te espera. El instante en que estás siendo quemado por el error de tus palabras es el mismo instante en el que están siendo quemados ese cúmulo de respuestas equivocadas que, entre infinitas otras, hemos llamado El Quijote, Hamlet, Infierno, Los hermanos Karamazov, Residencia en la tierra. Me alejo entonces y veo las cenizas de mis cuadernos esparcidos sobre el suelo y me despierto junto a millones y millones de seres que al igual que yo han sido calcinados.

*   *   *

Y el latido que no ceja:
Tu pelo de oro Margarita / tu pelo de cenizas Sulamita.






en Ensayos reunidos, 2023















miércoles, marzo 05, 2025

Carta a Remedios Varo, de Octavio Paz




 
París, a 24 de septiembre [1959]

Querida Remedios:

He pensado mucho en ti. Todos tus amigos, todos los amigos de Benjamin [Péret], hemos pensado en ti. Ya sé que es inútil pensar, inútil hablar. Todo es inútil. ¿No resulta absurdo que yo haya sido el encargado de llevarle un dinero que nunca iba a poder utilizar? Pero aunque esta ayuda haya sido inútil, no lo fue tu afecto y tu amistad. Es maravilloso, después de todo, tener amigos como tú y Leonora [Carrington]. Mejor dicho: tener amigas. La mujer —algunas mujeres, algunos corazones de mujer— me reconcilian con la vida y también —¿por qué no?— con la idea de la muerte. Elisa [Breton] —supongo que te habrá escrito— te recuerda mucho y con gran cariño. Y todos los demás. Y todo lo demás.


Octavio 



Carta manuscrita (Embajada de México, París)











martes, marzo 04, 2025

«Jenin», de Nathalie Handal

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Una noche sin una manta, una manta 
que pertenezca a alguien, alguien
que vive en nuestra casa.
Todo lo que quiero es que el silencio de la culpa
desaparezca, todo lo que quiero es que caigan palabras de lenguas 
moribundas, todo lo que quiero es una hilera de olivos,
un campo de tulipanes, para olvidar 
el laberinto de intestinos, las comisuras secas
en la boca del soldado, todo lo que quiero es que
el niño pequeño de ojos negros deje 
de preguntarse cuándo parará la fiebre
cuándo el ruido, todo lo que quiero es
agua, una hogaza de pan,
ayuda para el brazo desgarrado del extraño,
todo lo que quiero es lo que heredamos 
de las palomas, una perfecta línea blanca –
                                   ¿dónde están los cuerpos?



en The Lives of Rain, 2005








Jenin 


A night without a blanket, a blanket  / belonging to someone else, someone  / else living in our home.  / All I want is the quiet of blame  / to leave, all I want are the words from dying tongues  / to fall, all I want is a row of olive trees,  / a field of tulips, to forget  / the maze of intestines, the dried corners  / of a soldier's mouth, all I want is for /  the small black-eyed child to stop  / wondering when the fever will stop  / the noise will stop, all I want is  / water, a loaf of bread,  / help for the stranger's torn arm,  / all I want is what we have inherited  / from the doves, a perfect line of white— / where are the bodies?