domingo, marzo 30, 2025

«Ummī / Una historia de la migración palestina», de Isabel Baboun

Conmemorando el Día de la tierra palestina




CUATRO FRAGMENTOS


Busco una palabra que en la historia de su raíz haya nostalgia y también tristeza. Busco esa palabra que no conozco cuando me encuentro con hannin y después con muhime, ambas recurrentes en Palestina. Una palabra que yo pueda usar en el título de este libro. Una palabra que, ojalá, sea usada sobre todo por palestinos y que yo pueda colocar en el título de este libro que creí haber terminado y al que regreso una y otra vez para volver a terminar. Pienso en muerte y nacimiento, nacimiento y muerte como acontecimientos que van a ocurrir y no van a ocurrir, nunca más, en la vida de una misma persona. No su propia muerte. No su propio nacimiento. Una sola vez y nunca más, cada uno, en la vida de una misma persona.

*   *   *

Dónde instalarse. Dónde empezar. En qué ciudad abrirse camino. Todo eso será decisivo para imaginar la nueva identidad en un país lejos del suyo. Según Lorenzo Agary Antonia Rebolledo, autores de La inmigración árabe en Chile: los caminos de la integración, la llegada marca decisiones de asentamiento, rutas a seguir, y residencia. La mayoría no se queda en Santiago prefiriendo ciudades secundarias. El motivo: la práctica del comercio ambulante. Buscar clientes, recorrer pueblos apartados a pie, ir ampliando el rango de a poco. En un principio se dedican al comercio ambulante casi en exclusivo, lo que los dispersa. Ese oficio, además de la compraventa, se convierte en una de sus principales fuentes de trabajo y en la regla de oro para elegir dónde quedarse.

Alojamiento, una de las principales preocupaciones. Quienes tenían familia o amigos ya residentes en Chile los acogían abriéndoles sus casas y cediéndoles una o dos piezas a los recién llegados para que pudieran resolver cómo y dónde establecerse. Les daban consejos, datos; a quién arrendar, a quiénes contactar. Para los que no tenían a nadie y habían cruzado la cordillera sin certeza de nada, entendían que el camino sería más difícil.

*   *   *

Tenía ocho años más o menos cuando me quedaba a dormir en la casa de mis abuelos paternos los fines de semana. La pieza que uso es pequeña, a lo mejor no, y era inmensa. El encuadre de la habitación lo recuerdo así: cama contra la muralla, velador, en la muralla una pintura de la que no me voy a olvidar más.

En el patio, afuera, había otro dormitorio. Ese estaba apartado del resto de la casa y tenía baño privado. Estaba cerca de una gruta y un rosal. No era un patio demasiado grande pero suficiente para albergar el dormitorio, la gruta y el rosal. Me acuerdo de haber entrado, ver la cama, la cruz atornillada en lo alto de la cabecera. ¿Yo duermo ahí? No, el dormitorio que yo uso está dentro de la casa y tiene el cuadro con la pintura que no he olvidado.

*   *   *

La tintorería, la perfumería y la botonería; las manufacturas de thermoplásticas, de artículos de viajes, de juguetería, de artículos de celuloide y, por último, las manufacturas de artículos de goma encuentran en estos hombres a sus impulsores más seguros. Contribuyen al desarrollo de la minería, ganadería y agricultura. Son maestros en las labores de la tierra ya que los pueblos árabes en su esencia más honda son artesanos de la tierra: a ella han llevado sus métodos y disciplina.

Desde la década de 1920 se multiplican los negocios. La manufactura de calcetines y sedas. Según el libro compilado por Allel, ya para 1937 el 80% de las industrias textiles e hilanderas del país son propiedad de los miembros de las colectividades de habla árabe. Manufacturas de sedas y calcetines, sobre todo. Profesionales en la ciencia, el rubro farmacéutico-químico, descendientes de familias árabes, 'quienes preparan una serie de medicamentos tanto inyectables como ingeribles y terapéuticos' con maravillosos efectos curativos.



Publicado por Tusquets Editores, 2025



Fotografía original de David Gómez












sábado, marzo 29, 2025

«Visita a la Villa de Yang Yun-shih junto al río Huai», de Hui Ch'ung

Versión de Juan Carlos Villavicencio




Está cerca.
Llegamos a toda prisa
y tomados de la mano partimos
al cobertizo salvaje.

El río se divide
y rompe el contorno del cerro;
el arribo de la primavera revienta de verde
los campos quemados.
Miramos a nuestro alrededor durante tanto,
mientras los pescadores recogieron sus cañas,
hablamos tanto 
que las grullas alzaron el vuelo.

No te preocupes, es tarde
para volver;
brillante la luna asciende
por las islas allá en el horizonte.














viernes, marzo 28, 2025

«Melancolía», de Manuel Machado





 
Me siento, a veces, triste
como una tarde del otoño viejo;
de saudades sin nombre,
de penas melancólicas tan lleno…
Mi pensamiento, entonces,
vaga junto a las tumbas de los muertos
y en torno a los cipreses y a los sauces
que, abatidos, se inclinan… Y me acuerdo
de historias tristes, sin poesía… Historias
que tienen casi blancos mis cabellos.



en Alma, 1902











jueves, marzo 27, 2025

«Anduve por el dorso de tu mano, confiada…», de Chantal Maillard





Anduve por el dorso de tu mano, confiada,
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.

Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.



en Hainuwele, 1990











miércoles, marzo 26, 2025

«Mi familia», de Herta Müller

Traducción Juan José del Solar




Mi madre es una mujer que va siempre embozada.

Mi abuela ha perdido la visión. En un ojo tiene cataratas, y en el otro, glaucoma.

Mi abuelo tiene una hernia escrotal.

Mi padre tiene otro hijo de otra mujer. No conozco a la otra mujer ni al otro hijo. El otro hijo es mayor que yo, y la gente dice que por eso yo soy de otro hombre.

Mi padre le hace regalos de Navidad al otro hijo y le dice a mi madre que el otro hijo es de otro hombre.

El cartero siempre me trae cien leis en un sobre por Año Nuevo y dice que me los manda Papá Noel. Pero mi madre dice que yo no soy de otro hombre.

La gente dice que mi abuela se casó con mi abuelo por sus tierras y que estaba enamorada de otro hombre con el que hubiera sido mejor que se casara porque su parentesco con mi abuelo es tan cercano que aquello fue un cruzamiento consanguíneo.

La otra gente dice que mi madre es hija de otro hombre y mi tío es hijo de otro hombre, pero no del mismo otro hombre, sino de otro.

Por eso el abuelo de otro niño es abuelo mío, y la gente dice que mi abuelo es el abuelo de otro niño, pero no del mismo otro niño, sino de otro, y que mi bisabuela murió muy joven, aparentemente a consecuencia de un catarro, pero que aquello fue algo muy distinto de una muerte natural, que realmente fue un suicidio.

Y la otra gente dice que fue algo muy distinto de una enfermedad y de un suicidio, que fue un asesinato.

Al morir ella, mi bisabuelo se casó en seguida con otra mujer que ya tenía un hijo de otro hombre con el que no estaba casada, pero que a la vez también era casada y que después de ese otro matrimonio con mi bisabuelo tuvo otro hijo del que también dice la gente que es de otro hombre, no de mi bisabuelo.

Mi bisabuelo viajaba cada sábado, año tras año, a una pequeña ciudad que era un balneario.

La gente dice que en esa ciudad se juntaba con otra mujer.

Hasta se le veía en público llevando de la mano a otro niño con el que incluso hablaba otro idioma.

Nunca se le veía con la otra mujer, pero, según la gente, esta sólo podía ser una prostituta del balneario, ya que mi bisabuelo nunca se dejaba ver con ella en público.

La gente dice que hay que despreciar a un hombre que tenga otra mujer y otro hijo fuera del pueblo, que aquello no es mejor que el incesto puro y simple, que aquello es aún peor que el cruzamiento consanguíneo, que aquello es pura y simple ignominia.






del libro En tierras bajas, 1982















martes, marzo 25, 2025

«Alba de amor», de Luisa Luisi




 
Despertarán las ondas largo tiempo dormidas 
en el seno profundo y turbio de las aguas;
los números dispersos concertarán sus rondas 
en músicas celestes de danzas estelares;
los jugos de la tierra, acres en su aislamiento, 
sublimarán los pétalos de seda y de perfume; 
se ordenará en enjambres de melódico vuelo 
la turba zumbadora de doradas abejas,
y en el duro panal de las palabras 
dejará la dulzura de su carga olorosa;
los átomos inciertos de descentrados giros, 
dóciles y sumisos al torbellino rítmico,
en siderales notas de suprema armonía 
encenderán estrellas de musicales órbitas; 
celestes disciplinas regularán el Caos,
y la serenidad de las formas perfectas
sucederá a este inquieto sobresalto del alma…
Cuando una sola chispa de luz de tu mirada 
levante un alba nueva y rosa en mis entraña…




en Polvo de días, 1935













lunes, marzo 24, 2025

«La próxima vez que te vea, te mato», de Paulina Flores

Fragmento




Merecido me tenía el asiento libre después de tanta faena. No daba para predestinación, pero el Azar al menos le dio un like a mi historia. Angustiada iba a seguir hasta transportándome en Uber Helicóptero, era el delineador de ojos quien agradecía una mayor estabilidad. Estaba por aplicarlo en el párpado móvil cuando noté miradas incómodas de los pasajeros en mi dirección. Algunos incluso con rechazo, otros lanzando ojeadas rápidas antes de zambullirse en sus pantallas.

No sentí escalofríos, porque tenía la piel erizada desde antes de salir del edificio. Tampoco es que fuera desagradable: el cosquilleo se parece a la electricidad y a mí siempre me han gustado los rayos de las tormentas. Los rayos destruyen, pero no son ilegales. O nadie los denuncia por intento de homicidio. Al contrario, a veces hasta piden por ellos, «¡que me parta un rayo!», desean.

Un pasajero meneó la cabeza, mi paranoia aumentó. A punto estuve de levantarme para escapar, cuando me di cuenta de que las miradas iban dirigidas al señor que iba a mi lado.

Debía de tener más de setenta años, vestía un traje azul y lloraba a moco tendido.

Estaba tan abstraída en mis miserias que cuando me senté ni siquiera reparé en él. Solo ahora pude escuchar su llanto, que de verdad era estruendoso, y notar sus mocos desbordando el pañuelo de tela, a punto de caer en mi pierna.

Era algo realmente duro de oír y ver, pero fue bueno presenciar el sufrimiento expuesto con claridad. Que alguien llorara con tal congoja y delante de tanta gente desahogó un poquito el vertedero cínico de mi corazón.

También me impresionó que nadie se preocupara por él. Al hacer contacto visual con la pasajera de enfrente, puso los ojos en blanco. «Está borracho», me transmitió su gesto. Tal vez la mayoría de los pasajeros se contentaban con el mismo pretexto, ¿o era suspicacia mía y para sacarme la culpa la proyectaba en los otros? Como fuera, todos le hacían el vacío, no es que yo tuviera la suerte de encontrar un asiento libre. Mi clásico. Guardé la bolsita del maquillaje y medité qué hacer.

Ahí me di cuenta de que en realidad era más difícil de lo que suponía. Y que quizás por eso nadie daba el primer paso.



Publicado por Anagrama, 2025










domingo, marzo 23, 2025

«Naturalizada», de Hala Alyan

Versión de Juan Carlos Villavicencio




¿Puedo arrancarme la tierra como si fuera un corcho?
Derramo todo durante el almuerzo. Mi padre nunca aprendió a nadar.
Sé que ya he dicho demasiado.
Mira, van aparecindo las maravillas. Mira, los chicos
ven Vice de nuevo. Brillos y citas pegajosas.
Les gusta entender. Les gusta jugar al abogado del diablo.
Mi padre juega fútbol. Hace mucho calor en Gaza.
No es lugar para una trenza de niña. Bajo
ese ascensor de hospital. Cuando esto termine.
Cuando esto termine, no habrá más que silencio.
Los colegas me felicitarán por el alto al fuego
y estiraré mis dientes hasta convertirlos en un país.
Como si no llevara a Al Jazeera al baño.
Como si no rezara en árabe entrecortado.
Está bien. Les gusto. Les gusto en un museo.
Les agrado cuando escupo a mi padre de mi boca.
Hay un silbido. Hay un misil golpeando la tierra como un puño.
Dibujo un mapa de Pantene en la cortina de la ducha.
Rompo un Clonazepam con los dientes y nado.
El diario dice tregua y los supermercados C-Mart
vuelven a vender semillas de granada. Metáfora tonta.
Arruiné la velada. Me dieron una vida. ¿Es frívolo esto?
Los domingos son días de tarot. Los martes son para tacos.
Hay una gotera en el baño y la arreglo
en treinta minutos exactos. Toda esa agua de sobra.
Todos esos números al costado de la pantalla.
Aquí está tu matemática. Aquí tu opinión en caliente.
Ese número no es un número.
Ese número es una primera palabra, un apodo, una canción de cumpleaños en junio.
No debería tener que decirte eso. Aquí está tu testimonio,
aquí tus vacaciones en la playa. Imagina:
dejo de correr cuando estoy cansada. Imagina:
aún queda el mes de junio. Dime,
¿qué página editorial va a garantizar su muerte en la agonía?
¿Qué editor? ¿Cuál es la línea roja? ¿Qué bolsillo?
Qué tierra. Qué sacudida. Qué silencio. 














sábado, marzo 22, 2025

«Mi padre», de Zhang Zao

Traducción de Miguel Ángel Petrecca



 
Era 1962 y no sabía qué hacer.
Joven todavía, idealista y de izquierda,
pero etiquetado como reaccionario.
En Xinjiang la panza se le hinchó por el hambre
y escapó de regreso a su hogar en Changsha.
Su abuela le cocinó sopa de cerdo y zanahoria,
con unos dátiles rojos flotando en el caldo.
Dentro de su cuarto prendió una varita,
y observó en el humo un desconcierto ascendente.
Se encontraba perdido de verdad ese día.
Salió a dar un paseo, pero no pudo pensar.

Se echaba a reír mirando fijo cosas invisibles.
Su abuela le dio un cigarrillo, y él fumó por primera vez.
Dijo: la palabra «absurdo» se deshace en los anillos de humo.
Al mediodía tuvo ganas de ir a sentarse a una isla,
a tocar la flauta.
Empezó a andar hacia allá pero en el medio cambió de idea,
y mientras bordeaba el mismo camino de golpe
pensó que siempre había dos yo dentro de él,
uno que iba para un lado,
y otro que iba para el otro,
uno que cantaba sentado sobre la belleza,
y otro que marchaba por la ruta de Mayo
en el centro de una verdad inextinguible.

Pensó, ahora está todo bien. Como sea, está todo bien.
Se detuvo. Se dio vuelta. Empezó a caminar hacia la isla.
Con este giro, conmovió una campana en el horizonte.
Con este giro, perturbó todos los ritmos del mundo.
Con este giro, el camino se volvió maravilloso,

y mi padre se convirtió en mi padre.





en Un país mental. 150 poemas chinos contemporáneos
Gog y Magog, 2023














viernes, marzo 21, 2025

«Fundación», de Susana Thénon




 
Como quien dice: anhelo, 
vivo, amo,
inventemos palabras,
nuevas luces y juegos,
nuevas noches 
que se plieguen
a las nuevas palabras.
Hagamos 
otros dioses
menos grandes, 
menos lejanos,
más breves y primarios.
Otros sexos 
hagamos
y otras imperiosas necesidades 
nuestras,
otros sueños 
sin dolor y sin muerte.
Como quien dice: nazco, 
duermo, río,
inventemos 
la vida 
nuevamente.


en Edad sin tregua, 1958
















jueves, marzo 20, 2025

«Todo el oro de Lisboa», de Juan Patricio Riveroll

Fragmento



 
Hacía rato que no iba al bar de Vizcaínas en horas de operación. No me necesitaban. En la banqueta, a un lado de la entrada, había tres tipos recargados en la pared, yonquis vagabundos inyectándose una sustancia que podía ser cualquier cosa, una escena que más valía ignorar. La barra ocupaba todo el lado derecho, y en el espacio siguiente tocaba una banda de siete músicos que apenas cabían en el escenario y que juntos producían un sonido funk hip-hopero y tropical que tenía a la gente brincando. Todos los integrantes rapeaban y la única mujer cantaba. Santiago pidió una botella de mezcal para que los tragos salieran de ahí, ahorrando un poco de dinero; nos metimos a la pista con algunos trabajos y brincamos con la raza el resto del toquín. […]

Chocamos los vasos y en eso Karla llegó a abrazarnos. 

—De huevos la tocada —le dije al separarnos.
—Son unos chingones. Lo que no puede ser son los pinches yonquis que ya se apañaron la banqueta. Y no los puedo mandar a volar, no me vaya a meter en pedos. Aquí nuuunca sabes. 
—No le hacen daño a nadie —dijo Santiago. 
—No mames, claro que hacen. Aquí viene banda híper alivianada pero también banda fresa, y sí se espantan. No mames, Santi, si hasta yo me espanto. No chingues. Ese pedo es indefendible. 

Él levantó la ceja, le pidió las llaves de la oficina para darnos unas rayas y ella nos acompañó. 

—A ver si puedes averiguar cómo le hacemos para que desaparezcan de aquí. Es tu única tarea hasta que la cumplas —dijo viéndome a los ojos antes de aspirar una. 

No sabía por dónde empezar. Cuando al fin volví al hotel y pude dormir algunas horas, bajé a preguntarle al Hechicero qué haría en mi lugar. 

—Háblale a la policía. 
—No jodas. Eso lo pudo hacer Karlita en un minuto. Tiene que ser una maniobra desde adentro, no puede parecer que somos unos rajones. Perdemos toda credibilidad en la colonia si hacemos una mamada de esas. 
—Uta, pues entonces no sé. 

Hice más preguntas en lugares cercanos, en otro bar y en una taquería, y me dijeron lo mismo. También traté de hacerles conversación, de convencerlos de instalarse en otra parte, y nada más me dieron lástima. Apenas balbuceaban. Es probable que ni siquiera supieran en dónde estaban. Además, no siempre eran los mismos. La calidez del bar logró que vieran ese espacio como una clase de guarida, en donde convivían con gente sin tener que interactuar de ningún modo. La cosa no estaba fácil. Karla escuchó lo que me recomendaron tres gerentes de la zona, y su respuesta fue muy similar a un regaño, justo lo que me temía. Esa vía no era posible. Entonces, en vez de preguntar qué harían en esa situación, lo que pregunté fue si había alguien que estuviera a cargo de la zona de una manera, digamos, extraoficial; quería saber si había algo así como un líder sindical, y ante eso llegué a dos respuestas: el cartel La Unión decidía todo lo relacionado a cualquier tipo de estupefacientes, y el equivalente al líder que buscaba era el mero mero petatero de plaza Meave, que controlaba todo lo demás. 

[…]

Llegamos, toqué y el tipo de la entrada nos volvió a dejar afuera unos minutos. Me sentí mejor acompañado. Le acepté a Karla un cigarro y los nervios se diluyeron con el humo del tabaco. La música que salía del local de enfrente le daba un toque de fiesta a una situación tensa, bocinas en venta que no llegaban a tronar por más que le subieran, que arrastraban consigo la coherencia de ese gran circo que se desenvolvía en torno nuestro, en el que la compraventa se convertía en un rito ceremonial aderezado con punchis punchis de barrio. En eso se abrió la puerta, tiramos la colilla al suelo y Karla entró primero. Di un paso adelante y el tipo cruzó el brazo para bloquearme la entrada. 

—Nada más puede pasar una persona. 
—Ya hablé con la secretaria del señor Flores Cruz. Nos está esperando. 
—Nada más puede pasar una persona —repitió en el mismo tono. 
—No hay pedo, ahí vengo. Aquí espérame —dijo Karla y el tipo me cerró la puerta. Me avergoncé de no poder acompañarla, en una situación que estaba fuera de nuestro control, en la que no había más que hacer caso. Me acomodé en la banqueta y me recargué en la pared bajo el rayo del sol. Qué carajos estaba haciendo ahí, en una vida que solo me correspondía porque la arrebaté, porque me impuse, y en ese instante se me reveló mi posición ridícula, a la deriva en un mundo en el que debería de estar haciendo otra cosa. Quizá era tiempo perdido, aunque también cabía la posibilidad de que el futuro fuera absolutamente opuesto al que imaginé hasta ese punto de mi vida. Si dejaba de pensar en lo que yo esperaba de mí y en lo que la gente a mi alrededor esperaba que hiciera, si de una vez por todas evitara darle seguimiento a un guion impuesto por ideas preconcebidas y por algunos prejuicios sociales, las opciones que podrían abrirse frente a mí serían como un abanico de una amplitud inmensa, y este momento equivaldría a un punto de partida. Dentro de tal escenario, todo representaría una nueva posibilidad. Si cambiaba de chip no había nada que pudiera detenerme. La clave era no ver el cambio como una traición al destino, sino como una liberación, o una purga. La clave era aprender más y en otras direcciones y traicionar cada vez que fuera necesario. Librarse de las ataduras y de todo lo predestinado. Tal vez en aquella senda estaba la realización, pero ¿qué significaba eso? Si a este mundo venimos a aprender, cada cambio de rumbo es una nueva apuesta para ahondar en lo que no sabemos. Para crecer. Me encontraba entonces justo en el lugar en el que tenía que estar, fuera del laberinto del señor Flores Cruz, al son de un techno-infierno para darse un tiro y con el rayo del sol en la cara, a la espera de saber si nos libraríamos de una bola de yonquis. Qué carajos estaba haciendo ahí. 

Vi la puerta abrirse y a Karla salir con parsimonia. Me levanté de un salto en lo que ella encendía otro cigarro. 

—¿Quieres? 

Negué con la cabeza y emprendimos el camino de vuelta con más calma. Le dio un par de caladas antes de hablar. 

—A toda madre el gordo, la neta.
—Cállate, no mames. Que no te vayan a oír.
—Serénate, no pasa nada. Ya hasta nos volvimos compas. 
—¿Neta?
—Obviamente no, pero le caí bien. Que una pinche güerita tenga su bar aquí al lado y se le plante enfrente para pedirle un paro le pareció un detallazo. No me pidió ni un centavo, quiso saber de qué iba el antro y al final me dijo que ya no me preocupara, que si volvían a aparecer regresara a verlo. 
—Qué maravilla.
—Amerita un mezcal.

Esa noche, por arte de magia, la banqueta se había despejado.




Publicado por Tusquets Editores, 2024


















miércoles, marzo 19, 2025

Entrevista sobre Palestina a José Saramago, de Javier Ortiz

Fragmentos / Traducción de las respuestas de Saramago en portugués, de Juana María Inarejos
 



Tengo entendido que ya habías estado antes por [Ramala]. ¿En qué condiciones? ¿Cómo fueron esas experiencias? 
La primera vez que viajé a Israel fue, si no me equivoco, en 1990, para la presentación de la traducción hebraica del Memorial del convento. Se me ofreció, entonces, la posibilidad de viajar por la región, desde Belén hasta la frontera con el Líbano y a los montes del Golán. Sólo al final del viaje supe que había sido transportado en un coche blindado... No pude tener entonces contacto con los palestinos, pero no fui insensible a su silencio ni a la tristeza de las miradas que se cruzaban con las mías. Debo confesar, sin embargo, que, probablemente por la satisfacción de verme traducido por primera vez al hebreo y por las atenciones (tanto particulares como oficiales) de que me vi rodeado, no presté la debida atención a la situación de los palestinos. Seguramente también influiría en mi relativa desatención la apariencia de «paz» que en esa época se observaba. Cuando regresé a Lisboa di una conferencia sobre las impresiones del viaje, en particular las emociones que experimenté en los diversos lugares que mantienen viva la memoria del Holocausto. 

Esta vez has estado cinco días, ¿no? ¿Qué viste, con quién hablaste? 
Lo que vi en Palestina me hizo comprender que mucha de la información corriente que circulaba en los medios de comunicación (me refiero a la información anterior al agravamiento de la situación, una vez que ahora difícilmente alguien podrá alegar ignorancia) era insuficiente y superficial, cuando no tergiversada, salvo en ocasiones muy concretas, cuando el dramatismo de los episodios narrados o una fácil aprehensión de las imágenes hacían «atractiva» la noticia. Con mis colegas, estuve en Ramala y en la Franja de Gaza, oí la protesta indignada de los que vieron sus casas destruidas, los lamentos de los que lloraban a sus muertos, vi largas filas de palestinos a la espera de que les permitieran el paso en los puestos de control para ir a trabajar en el «otro lado», percibí la frialdad con que los soldados israelíes intentaban enmascarar su propio miedo… Se respiraba la tensión en el ambiente, corrían noticias de concentraciones de tanques, era evidente que el Ejército israelí estaba preparándose para una ofensiva a gran escala. Sabemos lo que sucedió después. 

Se te ha reprochado que no mostraras interés por contactar con escritores israelíes y conocer sus puntos de vista. 
Hablé con escritores israelíes situados políticamente a la izquierda que me expresaron sus preocupaciones y su voluntad de paz. Me di cuenta de que existe una minoría de israelíes que desean una solución justa para los palestinos, pero también se me hizo claro que ningún partido en Israel, en el actual marco político, tiene condiciones para hacer suyas y promover entre la población esas aspiraciones de paz y de justicia. Conviví durante algunas horas con un admirable grupo de teatro formado por judíos y palestinos, cambié impresiones y admiré el valor de jóvenes que pagaron con la cárcel su negativa a prestar servicio militar en los territorios ocupados. Pero es obvio, incluso para un observador superficial, que la mejor parte del pueblo israelí se encuentra atada de pies y manos, y sin la mínima posibilidad de organizarse políticamente para los cambios necesarios. 

Con todo el ruido que organizó la visita, mucha gente no se enteró de que uno de los objetivos del viaje era visitar a Mahmud Darwish. Háblame de él. 
El objetivo inicial del viaje, del que antes he hecho referencia, nunca se olvidó. En un teatro de Ramala se realizó una lectura de textos poéticos y de ficción, tanto de los escritores de la delegación como de poetas y escritores palestinos. Mahmud Darwish estaba presente y fue aplaudido como pocas veces he visto aplaudir a un poeta. Se percibía que la voz de Mahmud, no siendo la voz única del pueblo palestino, es aquella que con más intensidad expresa sus dolores y sus esperanzas. Me pregunto si están todavía vivos todos aquellos hombres y mujeres que llenaban el teatro. Me pregunto si el propio teatro todavía estará en pie. 

La comparación que hiciste entre la situación en que el Gobierno de Israel mantiene al pueblo palestino y la que vivieron muchos judíos en campos de concentración nazis como el de Auschwitz ha levantado muchas y muy furibundas iras. ¿Qué pretendías al hacer esa comparación? ¿En qué sentido te parece rigurosa y en qué sentido crees que sería impropio establecerla? 
Para los judíos, Auschwitz es la palabra prohibida. Llegaron a decirme en Jerusalén que podía llamar a los israelíes lo que quisiera, pero que nunca pronunciara tal palabra. Auschwitz es para los judíos una herida que probablemente no cicatrizará jamás. Pero es también una herida que ellos no quieren ver cicatrizada, que constantemente arañan para que continúe sangrando, como si pretendieran hacernos responsables de ella. Auschwitz, en cierto modo, impide a los judíos enfrentarse con la realidad del mundo. Es evidente que tenía clara conciencia de lo que iba a suceder al pronunciar la palabra maldita, pero creo que fue el hecho de haberla dicho y de haberme arriesgado a las consecuencias lo que hizo renacer un debate cada vez más necesario, el debate que servirá para esclarecer las responsabilidades del pueblo de Israel en su propia situación. The Wall Street Journal escribió que mis declaraciones habían levantado en Europa una ola de antisemitismo. Es absurdo, no puedo tanto… Además, si algún antisemitismo anda por ahí, la culpa no la tengo yo, sino precisamente quien de él se queja, es decir, el gobierno de Israel y la mayoría que lo apoya. Mis declaraciones sobre Ramala y Auschwitz han sido tergiversadas sistemáticamente. Yo no comparé los hechos de Ramala con los hechos de Auschwitz, sino el espíritu de Auschwitz con el espíritu de Ramala. Lo anuncié cuando esa realidad era ya patente para cualquier persona que se atreviera a mirarla de frente. Luego el Ejército israelí se ha encargado de confirmarla del modo más terrible. El «plan de paz» que Sharon presentó a Bush para obtener su visto bueno apunta claramente en esa dirección. Prevé un remedo de Estado palestino sin capacidad militar y con autoridad sobre un territorio reducido, que incluiría zonas de seguridad, vallas, alambradas electrificadas y puestos de control, todo ello destinado a separar físicamente a los árabes de los israelíes. Dibujemos un mapa y veremos nítidamente que lo que Sharon pretende es convertir el llamado «territorio palestino» en un inmenso campo de concentración. No me ha sorprendido, insisto, la reacción que ha tenido la referencia a Auschwitz. Es más, podría decir que, aparte de esperarla, la forcé deliberadamente. Si hubiera formulado una crítica rutinaria, habría encontrado un eco rutinario. Todos los días se producen críticas rutinarias contra Israel y nadie las tiene en cuenta. Esta ha obligado a que se discuta sobre el fondo del problema. Israel está expulsando a los palestinos y, a los que no consigue expulsar, los recluye en algo que cada día adquiere más nítidamente los caracteres de un espacio concentracionario. 

Sabes que no eres el único que utiliza el símil de «campos de concentración» al referirse a Palestina. 
Claro que no. Ni en público ni en privado. Por citar sólo un ejemplo, te diré que me acaba de llegar una carta de Brasil, de un brasileño judío, con unas reflexiones propias muy interesantes, y con citas de intelectuales judíos que todos admiramos y que nos ayudan a entender lo que pasa. Una de estas citas es de Hannah Arendt, que, hace años, refiriéndose a la tragedia de su pueblo, escribió: «Es perfectamente concebible, e incluso cabe dentro de las posibilidades políticas prácticas, que un bello día, una humanidad altamente organizada y mecanizada llegue a la conclusión, de manera democrática –es decir, por decisión de la mayoría–, de que a la humanidad, entendida como un todo, le conviene liquidar ciertas partes de sí misma». Para Hannah Arendt a esta conclusión se llega cuando se admiten que hay pueblos «descartables», a los que se les puede despojar primero de su tierra, luego de la condición de ciudadanos con derechos, finalmente de la vida que van arrastrando casi sin capacidad de defensa. Mi corresponsal brasileño decía que el pueblo palestino, para el gobierno de Israel, para los ciudadanos que lo han elegido y para las dictaduras árabes vecinas, se ha convertido en un «pueblo descartable», a imagen y semejanza de lo que ocurrió con el pueblo judío en los primeros decenios del siglo xx. Y hay similitudes si lo miramos bien. 

¿Has recibido estos días muestras de apoyo, de concordancia con tus planteamientos, por parte de judíos? 
Sí, muchas y algunas son testimonios desgarradores de personas que sufrieron en sus carnes todos los atropellos por el hecho de ser judíos, incluso la experiencia terrible del campo de concentración. Tengo cartas de supervivientes o de familiares de supervivientes que no consiguen entender la política de Ariel Sharon ni a quienes conociéndolo lo votaron. El gran poeta Juan Gelman, también judío, ha escrito, y me lo mandó para que lo leyera, un artículo que habla de los refuzniks, los reservistas de las fuerzas armadas israelíes que se niegan a servir en los territorios palestinos ocupados. Pues bien, en ese artículo además de contar los agravios que sufren los refuzniks, es decir, cárcel, pérdida de empleo, aislacionismo social, la consideración de traidor, tanto para el reservista como para su familia, Gelman, que sabe de lo que habla, narra historias de civiles que no escapan del clima de intolerancia operante. Textualmente dice: «La mítica cantante Yaffa Yarkoni, de setenta y siete años, que desde la guerra de 1948 ha acompañado todas las batallas de las tropas israelíes, luego de mirar un noticiero con escenas de Yenín declaró a la radio del ejército: “Cuando vi a los palestinos con las manos atadas a la espalda, hombres jóvenes, me dije ‘es lo mismo que nos hicieron en el Holocausto. Somos un pueblo que atravesó el Holocausto. ¿Cómo somos capaces de hacer esto?’”. Reuven Rivlin, ministro de Comunicaciones, calificó esas palabras de “blasfemia” y se suspendió un homenaje a Yarkoni que se venía preparando desde hacía dos años: no por las presiones del gobierno, sino del público». Hasta aquí el relato de Gelman, aunque podríamos seguir leyéndolo, porque cuenta que 43 profesores de la Universidad firmaron una declaración para impedir que el ex ministro de Justicia de Israel Yossi Beilin pudiera impartir una conferencia en la Universidad Ben Gurion por haber participado en la elaboración de los acuerdos de paz de Oslo. Recuerda también Gelman una frase de Michael Lerner: «Si un pueblo está involucrado en la brutalidad hacia fuera, es seguro que la crueldad y el odio se reflejarán también dentro de esa comunidad». Por cierto, el número de refuzniks es algo así como el uno por mil de los 400.000 reservistas del ejército israelí. 
[…]
¿Cómo puede entenderse que gentes que se dicen de izquierda defiendan la existencia de un Estado de base religiosa, que prohíbe el matrimonio civil, que limita los derechos políticos de una parte de su población, que niega la ciudadanía a quienes siempre vivieron allí y la concede en función de la adscripción religiosa, que tiene legalmente regulada la tortura, etcétera? 
Mientras no «refundemos» la izquierda (¿cuándo, cómo y con qué ideas?), todas las confusiones son y serán posibles. En cuanto a Israel, está claro que se trata de un Estado parateocrático en el que se ha perdido (si es que alguna vez la tuvo) una noción consensual de pensamiento de izquierda, tal como, hasta tiempos recientes, lo entendíamos en Europa. 

Se te ha tachado de antisemita. ¿Cuáles son tus sentimientos ante el pueblo judío? 
Llamarme antisemita es una cortina de humo, o simplemente una estupidez malintencionada. En todo cuanto he escrito hasta hoy no se encuentra una sola palabra de donde honestamente se pueda concluir la existencia, en mí, de ese sentimiento. Cuando los judíos creían y difundían que había escrito Ensayo sobre la ceguera pensando en el Holocausto, no me llamaban antisemita. Cuando se decía, sin el más mínimo fundamento, que uno de mis libros lo había escrito en Israel, tampoco me llamaban antisemita. Dicen ahora que lo soy porque esa falsedad conviene a su propaganda. Pero sí me manifiesto en contra de la incapacidad que están demostrando los israelíes para extraer lecciones de humanidad de los espantosos sufrimientos que padecieron sus antepasados. En lugar de aprender de las víctimas, se han inscrito en la escuela de los verdugos. ¿Que ayer fueron segregados? Ahora segregan. ¿Que fueron torturados? Ahora torturan. Hay un fragmento de El evangelio según Jesucristo en que, indirectamente, coloco a los judíos de cara a su responsabilidad en relación a los palestinos, pero eso no lo entendieron los israelíes. Dos horrores les impiden a los judíos mirarse al espejo: el de Auschwitz y el de su propia conciencia ahora. 

Es desalentador comprobar, como antes decías, qué magras son las filas del verdadero pacifismo israelí, ¿verdad? 
Es que resulta mucho más fácil educar a los pueblos para la guerra que para la paz. Para educar en el espíritu bélico basta con apelar a los más bajos instintos. Educar para la paz implica enseñar a reconocer al otro, a escuchar sus argumentos, a entender sus limitaciones, a negociar con él, a llegar a acuerdos. Esa dificultad explica que los pacifistas nunca cuenten con la fuerza suficiente para ganar… las guerras. En este caso, además, estamos hablando de un pueblo que vive preso de un imaginario enfermizo que le hace sentirse «elegido» y, por tanto, avalado por una patente de corso de origen divino. 
[…]
Leí que tus libros han sido retirados de las estanterías de las librerías israelíes, donde venían teniendo una excelente acogida. 
En aquellos días, efectivamente, hubo librerías que, por decisión propia o presión de los lectores, retiraron mis libros. Sé que, en ciertos casos, algunas que habían retirado los libros de los escaparates pasaron después a venderlos por debajo del mostrador… De todas formas, según me cuentan, en marzo se vendieron en Israel 3.000 ejemplares de Todos los nombres. En abril, tras mis declaraciones en Ramala, 280. Eso parece indicar que 2.720 lectores estaban equivocados sobre mí y que 280 sabían quién era yo. Esos son los que me importan. 
[…]
He leído que te han reprochado no tener en cuenta que donde tus libros han tenido tradicionalmente más éxito es en Israel, no en Palestina. 
Y yo he respondido que ése es un argumento estúpido y mezquino, que evidencia una mentalidad avariciosa. Es verdad que en Israel no falta dinero para comprar libros, pero yo no comercio conmigo mismo: no me vendo a quien compra mis libros. De todos modos, que esa gente tan preocupada por mis derechos de autor no se inquiete: mis obras también están traducidas al árabe. Estoy seguro de que algunos de mis libros también circularán por Palestina. Aunque es probable que más de un ejemplar haya quedado enterrado bajo los escombros de Yenín. 

En cualquier caso, no deja de producir una cierta melancolía ver a judíos rompiendo libros, retirándolos de la vista o quemándolos. También eso sugiere paralelismos terribles. 
Este tipo de represalias representa uno de los capítulos más comunes de la interminable historia de la intolerancia. El libro ha sido siempre una de sus primeras víctimas. Cuando se prohíbe un libro, lo que se quiere es eliminar a la persona que lo escribió. 
[…]
Tú no sólo hablaste de «nazi-judíos», sino que también comparaste al régimen de Tel Aviv con la Sudáfrica del apartheid, aunque esa otra observación, que tus compañeros de expedición suscribieron en el manifiesto que hicisteis público antes de la visita, apenas fue comentada. Sin embargo, me pregunto si esa otra comparación es correcta. Pretoria no practicó realmente el apartheid, dígase lo que se diga, sino la segregación: «Para blancos, para negros». Quería que hubiera negros, sólo que «en su sitio». Es Israel la que ha aplicado un verdadero apartheid, procediendo a la expulsión de la «raza maldita». Entre 1947 y 1949, más del 50% de la población árabe fue echada de Palestina. Unas 700.000 personas. Eso sí se atiene a la literalidad del apartheid. Podría hablarse incluso de limpieza étnica. 
No fui yo el que usó por primera vez las palabras «nazi-judíos», sino un judío, una gran figura intelectual y moral, el profesor Leibowitz (fallecido en 1994), que, en un ensayo que provocó una enorme polémica en Israel, acusó al Ejército israelí de «judío-nazi». Si todavía estuviera vivo, ¿cómo calificaría el profesor Leibowitz las más recientes acciones bélico-terroristas de los militares israelíes? En cuanto al apartheid, analizar sus contenidos ideológicos y programáticos está fuera del ámbito de esta respuesta. Sin embargo, no veo grandes diferencias entre apartheid y segregación, una vez que, en principio, se «limitan», uno y otro, a prácticas que niegan lo que Pierre Bourdieu expresó en esta fórmula brillante: «El otro es como yo y tiene el derecho de decir “yo”». Si Israel hubiera simplemente «empujado» a los palestinos hacia Cisjordania y la Franja de Gaza, podríamos hablar, indistintamente, con razonable precisión, de segregación o apartheid, pero lo que en realidad pasa es algo diferente y peor: Israel no quiere tener a los palestinos como vecinos; quiere que desaparezcan del «paisaje». En una entrevista dada al Diário de Notícias de Portugal el 7 de abril, Adiel Mintz, presidente del Yesha Council, organización gubernamental que administra los asentamientos judíos en Cisjordania y en la Franja de Gaza, a la pregunta del periodista: «¿Tiene proyectos para construir nuevos asentamientos?», respondió lo siguiente: «Me gustaría traer un millón más de personas a Judea y Samaria en los próximos diez o quince años. Pero, principalmente, ampliando las comunidades ya existentes». No se puede ser más claro en cuanto al futuro que Israel ha diseñado para los palestinos, si le dejan las manos libres... 
[…]
Suele pretenderse que el Estado de Israel nació como fruto de una resolución de las Naciones Unidas. Sin embargo, la proclamación del Estado hebreo fue anterior al acuerdo de la ONU y sus dirigentes nunca se ajustaron a los términos fijados por el organismo internacional. Desde el principio se apoderaron de más territorio del que les había sido asignado, territorio que fueron ampliando más y más en aplicación del derecho de conquista, desalojando población árabe y apropiándose de sus pertenencias muebles e inmuebles. ¿Cree que habría base política y moral para plantear la anulación del acuerdo por el que se admitió la existencia de Israel? 
Base política y moral suficiente supongo que la habría, pero plantear esta cuestión ahora significaría, y tal vez para siempre, tapar todos los caminos que podrán llevar un día a la solución del conflicto. Y las víctimas de esa obstrucción serían fatalmente los palestinos... Los Estados Unidos necesitan que Israel esté donde está porque Israel es su vanguardia de penetración en Oriente Próximo. 
[…]
Dejando a un lado a los incondicionales del Estado de Israel, me gustaría conocer tu opinión sobre la actitud de los que sostienen que lo correcto es situarse en una posición «equidistante» entre las dos partes en conflicto. 
Pero es que esto no es un conflicto entre dos partes equiparables. No se trata del enfrentamiento entre dos Estados, cada uno con su ejército, sus fronteras... Aquí lo que tenemos es un Estado, dotado de un ejército poderosísimo, que se dedica a la conquista de un territorio que pertenece a otro pueblo, a la destrucción y la rapiña de sus pertenencias, a la humillación sistemática, a la reclusión en guetos o, alternativamente, a la expulsión de la gente de su tierra. Y por otro lado tenemos la Intifada, piedras, viejos kaláshnikov, suicidas que van a matar… Ante una situación así, la neutralidad es imposible. Declararse «neutral», o «equidistante», ¿a qué equivale, en la práctica? A no intervenir, esto es, a permitir que Israel siga avanzando en su política de hechos consumados. Negarse a actuar en contra de Israel es, de hecho, apoyar a Israel. 

Esa viene a ser la política de la Unión Europea, que hace continuos llamamientos a «ambas partes» para que «cesen los actos de violencia», como si la responsabilidad de lo que está sucediendo se repartiera a partes iguales entre israelíes y palestinos. 
Ah, sí: Europa, la cuna de la civilización, de las letras, del arte, y todo eso. Es lamentable cómo se está comportando. Es de una cobardía total, porque las autoridades europeas saben perfectamente lo que está sucediendo. Y no hacen nada. Asisten al desastre con los brazos cruzados. Se limitan a aprobar resoluciones sin ningún contenido concreto y a enviar de vez en cuando delegaciones protocolarias que Israel desprecia sin el menor disimulo. La UE podría presionar muy eficazmente sobre Sharon, si quisiera, porque Europa es el principal punto de referencia de la economía de Israel. Pero no hace nada. 

El Holocausto se ha convertido en un factor de chantaje moral y político: se diría que quien critica lo que hace Israel se convierte ipso facto en cómplice del Holocausto. 
El Holocausto es, como decía antes, la gran y permanente autojustificación de los israelíes. Piensan que, por mucho mal que ellos puedan infligir ahora a quien sea, nunca será comparable con el que sufrieron ellos. En su conciencia patológica de pueblo escogido, creen que el horror que padecieron les exime de culpa alguna por los siglos de los siglos. No conceden a nadie el derecho a juzgarlos, porque ellos fueron torturados, gaseados e incinerados. Además, y a la vez, quieren que todos nos sintamos corresponsables del Holocausto y que expiemos nuestra supuesta culpa aceptando sin rechistar cuanto hagan o dejen de hacer. Se han convertido en rentistas del Holocausto, pero lo cierto es que ni nosotros tenemos culpa alguna en aquella barbarie ni ellos pueden hablar en nombre de las víctimas que aquel horror generó. Es más: me pregunto, y es una pregunta retórica, porque tengo algunas respuestas concretas, qué pensarían quienes murieron en Auschwitz y en otros campos de concentración nazi, y las víctimas de los pogromos y de otras persecuciones históricas sufridas por el pueblo judío, si levantaran la cabeza y vieran lo que Israel está haciendo en su nombre. Estoy seguro de que muchos se cubrirían el rostro, avergonzados. 

Volvamos a la «equidistancia». Los que defienden esa posición alegan que, si bien es cierto que Israel está cometiendo muchos excesos que merecen condena, también lo es que la resistencia palestina perpetrá atentados abominables contre la población israelí. 
Jamás he mostrado la más mínima simpatía para con las sangrientas acciones que llevan a cabo, contra la población civil judía, los llamados «terroristas suicidas». Son horrendas. Y las condeno. Pero me llama la atención que las mismas personas que se escandalizan porque comparara los crímenes nazis con los crímenes israelíes, pretextando que «no hay proporción» –cuando lo que yo comparé no tenía nada que ver con proporciones–, pongan luego en el mismo nivel un cierto número de atentados cometidos por palestinos desesperados con la práctica sistemática de rapiña, destrucción y muerte llevada a cabo disciplinadamente desde 1948 por un Estado que cuenta con el ejército mejor pertrechado del mundo, excepción hecha del «amigo americano». ¿Esas dos realidades sí pueden ponerse en el mismo plano? Los Gobiernos occidentales reservan la catalogación de terrorista para los actos de violencia indiscriminada realizados por activistas que no actúan encuadrados en una organización estatal, y se niegan a reconocer la existencia del terrorismo de Estado. Se aprovechan del hecho de que el terrorismo a secas no pretende esconderse –al contrario, se esfuerza al máximo para que la sociedad se entere de su existencia–, en tanto que el terrorismo de Estado hace todo lo posible por volverse «invisible», porque es tanto más eficaz cuanto más desapercibido pasa. Las manos sucias de los Estados gastan muchos guantes. En todo caso, la llamada «comunidad internacional» y el propio Israel deberían empezar por preguntarse qué razones explican que haya en Palestina cada vez más personas dispuestas a convertirse en bombas e inmolarse por su pueblo. 

«¿Para qué sirve la literatura?», se preguntó en voz alta Jean-Paul Sartre ya hace muchos años, a la vista de la ignominia, la injusticia y la explotación de que eran víctimas los desheredados de su tiempo. Dado que no puede decirse que el panorama mundial haya mejorado demasiado desde entonces, cabe volver a plantear la pregunta: ¿qué poder tiene la literatura frente a todo esto? 
¿Por sí misma? Ninguno. Jamás los escritores cambiaremos el mundo. El arte y la literatura carecen de poder frente a los ejércitos. Otra cosa es que el artista, o el escritor, en tanto que ciudadano, intervenga para dejar constancia pública de su protesta, y que sus palabras puedan tener uno u otro eco moral. Todos los ciudadanos, escritores o no, tenemos no sólo el deber de decir, sino también el de hacer. Y no sólo de cara a nuestro propio país. También de cara al mundo. 

¿Hay razones para el optimismo? 
Me temo que no. Lo que está en juego va más allá de la necesidad de una pacificación del conflicto. El Oriente Próximo es un campo de batalla no sólo político y religioso; también económico y estratégico. Para quienes manejan el conflicto desde las bambalinas, los muertos cuentan poco. Y la razón aún menos. Mientras los obstáculos que encuentren en su avance sean tan débiles, seguirán la marcha. 

¿A qué cabe aspirar? 
A corto plazo, el objetivo deseable y posible es que los palestinos vean reconocido su derecho a tener un Estado digno de ese nombre, con fronteras seguras y claramente definidas. Definidas por los dos lados. A más largo término, aspiro a que las dos comunidades vivan juntas y en paz. Quizá algún día, en el futuro, evocando todos los muertos del presente, recordándolos y llorándolos, palestinos y judíos sean capaces de establecer una relación que merezca llamarse fraternal. ¡Todavía no nos han privado del derecho a soñar! 




en ¡Palestina existe!, 2002














martes, marzo 18, 2025

«Huesos viejos», de Gary Snyder

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Allá afuera caminando, buscando comida,
un rizoma, el canto de un pájaro, una semilla que se puede golpear
pelar, remover, coger, agarrar,
          apenas arreglárselas,

no hay comida en las polvorientas laderas del pedregal 
–llevar algo– buscar algo,
ir por un sueño hambriento.
Hueso de venado, carnero,
          huesos hambre hogar.

Ahí afuera en alguna parte
un santuario para los viejos,
el polvo de los viejos huesos,
          viejos cuentos y canciones.

Lo que comimos –quién comió qué–
         cómo todos prevalecimos.


en Mountains and rivers without end, 1996












lunes, marzo 17, 2025

Carta de Ossip Mandelstam enviada a su hermano Alejandro (Shura) y a su mujer, desde el campo de tránsito, cerca de Vladivostok

Traducción de Lydia Kúper




Querido Shura:

Estoy en Vladivostok, en el USVITL*, barraca número II. El tribunal especial me ha condenado a cinco años por actividad contrarrevolucionaria. El convoy salió de Butyrki el 9 de septiembre y llegamos aquí el 12 de octubre. Mi salud es muy mala. Estoy delgado y completamente agotado, casi irreconocible, pero no sé si merece la pena que envíen ropa, comida y dinero. De todos modos pueden intentarlo. Tengo muchísimo frío sin ropa adecuada.

Nadia amada, ¿vives, querida mía? Shura, escríbeme inmediatamente sobre Nadia. Esto es un centro de tránsito. No me han seleccionado para el Kolyma y puede que tenga que pasar aquí el invierno.

Los beso, queridos míos.

OSSIA



Shura, otra cosa más: Estos últimos días hemos salido a trabajar. Eso me ha animado. Este campo es un campo de tránsito y desde aquí se nos envía a los campos normales. Parece que me han eliminado, de manera que tengo que prepararme a pasar el invierno aquí. Así que, por favor, envíame un telegrama y algo de dinero por giro telegráfico.



en Contra toda esperanza (Memorias), de Nadiezhda Mandelstam, 1970/2012





* USVITL: Dirección de los Campos de Trabajo colectivo del Nordeste.
















domingo, marzo 16, 2025

«Venganza», de Taha Muhammad Ali

Traducción de Juan Carlos Villavicencio y Carlos Almonte



A veces desearía
poder enfrentarme a duelo
con el hombre que mató a mi padre 
y arrasó nuestra casa, 
confinándome
a
un país estrecho.
Y si él me matara,
por fin descansaría,
y si yo estuviera preparado —
¡Me vengaría!

*       *       *

Pero si cuando apareciera mi enemigo 
y se revelara
que tenía una madre
esperándolo,
o un padre que pondría
su mano derecha sobre
el corazón en su pecho
cada vez que su hijo llegaba tarde, 
aunque fuera sólo por un cuarto de hora 
para reunirse como habían fijado… 
entonces no lo mataría,
incluso si pudiera.

*       *       *

De la misma manera… yo
no lo asesinaría
si pronto se aclarara
que tenía un hermano o hermanas 
que lo aman y anhelan verlo siempre.
O si tuviera una esposa que lo recibiera 
e hijos que
no pudieran soportar su ausencia
y a quienes emocionaran sus regalos.
O si tuviera
amigos o compañeros,
vecinos que conocía
o amigos de la cárcel
o de una habitación de hospital, 
o compañeros de escuela… 
preguntando por él
y mandándole saludos.

*       *       *

Pero si resulta
que está solo
—cortado como la rama de un árbol— 
sin madre ni padre,
sin hermano ni hermanas,
sin esposa, sin hijos,
y sin parientes ni vecinos ni amigos, 
colegas o compañeros,
entonces no añadiría nada al dolor
de esa soledad —
ni al tormento de la muerte,
ni al dolor de fallecer.
En lugar de eso, me alegraría
ignorarlo cuando pasara junto a él
en la calle — mientras
me convencería
de que no prestarle atención
es en sí misma una especie de venganza.



en Antología de Poesía de la Resistencia Palestina
Descontexto Editores, 2024








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