sábado, junio 21, 2025

«Tras noventa días fragantes…», de Pao-chueh Tsu-hsin

Versión de Juan Carlos Villavicencio





Tras noventa días fragantes de primavera
la abeja deambula y hurga entre las flores.
Cuando toda esa fragancia esté a salvo en la colmena,
¿dónde irán a caer los pétalos?







Pintura original: Magnolia y abejas (c. 1700-50), de Ding Yingzong




















jueves, junio 19, 2025

«Al volver a leer a G. Orwell», de Ersē Sōtēropoulou

Traducción de Claire Pye 




Mojándose la frente por la mañana
Nereida
en 1984
después de tanto trabajo pintoresco
1999 a las 10 de la mañana 20 de mayo
la llegada de una multitud en el blanco
negros como ojeras
párpados hinchados con ruido de cáscaras
y música egipcia     tambores infantiles
cornamusas
bombos
organitos
los llorosos retornos de la voz
el gorgoteo del café en la cocina
el cazo de la leche
el interruptor de la luz
la cucharilla del azúcar.

Un momento insospechado (nel mezzo del camin di nostra vita)

Mirando hacia adelante
tu breve ruta entre la multitud
tantos edificios  generadores eléctricos  tantos talleres
parques cadáveres
lavándose la cara
en 1984

una mañana
verá ante sí

Nereida
tu túnica corta
tu cuerpo cálido como calor.





en Prometeo, nº 84-85, julio de 2009



















miércoles, junio 18, 2025

«Carta abierta a un 'renacido'»,* de James Baldwin

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Conocí a Martin Luther King Jr. antes de conocer a Andrew Young. Sé que Andy y yo nos conocimos gracias a Martin. Andy era, en mi opinión, y no porque él se describiera así, «la mano derecho» de Martin. Era presente – absolutamente presente. Vio lo que estaba pasando. Asumió la responsabilidad de saber lo que sabía y de ver lo que veía. Sólo he oído una vez a Andy intentar describirse a sí mismo: cuando intentó dejar en claro algo sobre mí a otra persona. Así que, una noche, supe lo que significaba el ministerio cristiano para él. Permítanme explicarlo un poco.

El texto proviene del Nuevo Testamento, Mateo 25:40: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis».

Me encuentro en la difícil y nada aburrida situación de tener noticias que dar a Occidente – por ejemplo: negro no es sinónimo de esclavo. Les aconsejo que no intenten defenderse de este mensaje impactante, engorroso e indeseado. Lo volverán a escuchar: de hecho, este es el único mensaje que probablemente escuchará Occidente de ahora en adelante.

Lo expreso de esta manera un tanto astringente porque es necesario, y porque hablo, ahora, como nieto de un esclavo, descendiente directo de alguien que se convirtió al cristianismo. «Mi conversión», como dice Countee Cullen, «tuvo un alto precio / pertenezco a Jesucristo». También hablo como exministro del Evangelio y, por lo tanto, como uno de los renacidos. Recibí instrucciones de alimentar al hambriento, vestir al desnudo y visitar a los presos. Lejos estoy de mi juventud y de la casa de mi padre, pero no he olvidado estas instrucciones, por lo que ruego que mi alma nunca las olvide. Quienes hoy se llaman «renacidos» simplemente se han convertido en miembros del club privado más rico y exclusivo del mundo, un club al que el hombre de Galilea ni siquiera podía aspirar a entrar. Menos desearlo.

«De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis». Son palabras duras. Es difícil vivir con ellas. Es una descripción despiadada de la responsabilidad que tenemos entre nosotros. Es bajo esa dura luz que uno toma una decisión que es moral. De que Occidente ha olvidado que existe la decisión moral, dan testimonio mi historia, mi carne y mi alma. Y así, si me permiten decirlo, es el aprieto en el que el más célebre cristiano renacido del mundo ha logrado meter al señor Andrew Young.

No insistiremos en la verdad obvia de que lo que Occidente llama una crisis «energética» disfraza con torpeza lo que ocurre cuando ya no se pueden controlar los mercados, estás encadenado a las colonias (en lugar de que sea al revés), se están quedando sin esclavos (ni confiar en los que crees que aún te pertenecen), no se puede, tras una reflexión rigurosamente sobria, enviar a los Marines o a la Royal Navy a ninguna parte o arriesgarse a una guerra global, no tienes aliados –sólo socios comerciales o «satélites»– y has roto todas las promesas que se han hecho alguna vez, en cualquier lugar y a cualquier persona. Sé de lo que hablo: mi abuelo nunca recibió las «cuarenta hectáreas y una mula» prometidas; los nativos que sobrevivieron ese holocausto están en reservas o muriendo en las calles, y ni un solo tratado entre Estados Unidos y los nativos se cumplió jamás. Eso es todo un récord.

Los judíos y los palestinos saben de promesas incumplidas. Desde la Declaración Balfour (durante la Primera Guerra Mundial), Palestina estuvo bajo cinco mandatos británicos, e Inglaterra prometió la tierra a los árabes o a los judíos, según quién pareciera llevar la delantera. Los sionistas —a diferencia de los judíos—, utilizando, como alguien lo expresó, la «maquinaria política disponible», es decir, el colonialismo, por ejemplo, el Imperio Británico mismo, prometieron a los británicos que, si les entregaban el territorio, el imperio estaría a salvo para siempre.

Pero a nadie le importaban los judíos, y cabe destacar que los sionistas no judíos suelen ser antisemitas. Los estadounidenses blancos responsables de enviar esclavos negros a Liberia (donde aún trabajan para la plantación de caucho Firestone) no lo hicieron para liberarlos. Los despreciaban y querían deshacerse de ellos. La intención de Lincoln no era «liberar» a los esclavos, sino «desestabilizar» al gobierno confederado dándoles motivos para «desertar». La Proclamación de Emancipación liberó, justamente, a los esclavos que no estaban bajo el control del Presidente de una entidad que aún no podía garantizar la existencia de la Unión.

Siempre me ha asombrado que nadie parezca capaz de establecer la conexión entre la España de Franco, por ejemplo, y la Inquisición española; el papel de la Iglesia –o, para ser brutalmente preciso, la Iglesia Católica– en la historia de Europa y el destino de los judíos; y el papel de los judíos en la cristiandad y el descubrimiento de América. Pues el descubrimiento de América coincidió con la Inquisición y la expulsión de los judíos de España. ¿Acaso nadie ve la conexión entre El mercader de Venecia y El prestamista? En ambas obras, como si no hubiera pasado el tiempo, se retrata al judío haciendo el trabajo sucio y usurero del cristiano. El primer hombre blanco que vi fue el administrador judío que llegó a cobrar la renta, y la cobraba porque no era el dueño del edificio. De hecho, nunca vi a ninguno de los dueños de los edificios en los que fregamos y sufrimos durante tanto tiempo, hasta que fui adulto y famoso. Ninguno de ellos era judío. 

Y yo no era estúpido: el del almacén y el farmacéutico eran judíos, por ejemplo, y fueron muy pero muy amables conmigo y con nosotros. Los policías eran blancos. La ciudad era blanca. La amenaza era blanca, y Dios era blanco. Ni por un instante de mi vida resonó la despreciable y absolutamente cobarde acusación de que «los judíos mataron a Cristo». Reconocía a un asesino cuando lo veía, y los que intentaban matarme no eran judíos.

Pero el Estado de Israel no se creó para la salvación de los judíos, sino para la salvación de los intereses de Occidente. Esto es lo que queda claro (debo decir que siempre lo tuve claro). Los palestinos han estado pagando las consecuencias de la política colonial británica de «divide y vencerás» y de la conciencia cristiana culpable de Europa durante más de treinta años.

Finalmente: no hay absolutamente —repito: absolutamente— esperanza alguna de establecer la paz en lo que Europa llama con tanta arrogancia Oriente Medio (¿cómo iba a saberlo Europa, tras haber fracasado tan estrepitosamente en encontrar un paso hacia la India?) sin negociar con los palestinos. La caída del Sha de Irán no solo reveló la profunda preocupación del piadoso Carter por los «derechos humanos», sino que también reveló quién suministraba petróleo a Israel y a quién suministraba armas. Resultó ser, para decirlo claramente, la Sudáfrica blanca [del Apartheid].

Bueno. Un judío, en Estados Unidos, es un hombre blanco. Tiene que serlo, ya que yo soy negro y, como supone, su única protección contra el destino que lo llevó a Estados Unidos. Pero sigue haciendo el trabajo sucio de los cristianos, y los hombres negros lo saben.

Mi amigo, el Sr. Andrew Young, con un gran amor y coraje, y con una nobleza silenciosa, irreprochable e indescriptible, ha intentado evitar un holocausto; yo lo proclamo héroe, traicionado por cobardes.



en The Nation, 29 de septiembre de 1979








* Renacido (Born-again en inglés) refiere a una experiencia de conversión religiosa profunda y transformadora, típica del cristianismo evangélico protestante, central en la comunidad afroamericana post-esclavitud, donde el individuo 'nace de nuevo' al aceptar a Jesucristo como salvador.










martes, junio 17, 2025

«Nuestra carencia», de Micaela Paredes




 

Si el universo avanza
hacia su desintegración
si el tiempo es hambre y el espacio es frío
nuestra carencia no tiene remedio
nuestra carencia es el remedio
porque no es nuestra porque no
                                         somos
más que agua aprisionada

            un cuerpo

sometido a la gravedad
a las leyes
de la entropía

maneras de representar el infierno
de ser materia y no poseer
más que una imagen.




en Propétides, Editorial Devenir, 2024


















lunes, junio 16, 2025

«Insomnio», de Antonieta Rodríguez París




 
Desperté en la casa solitaria
sentada en el borde de la noche
con un silencio redondo de nostalgia.
Había soñado con una vida de árbol
o de estrella
y con la sombra de los acantilados
que nunca había visto.
En el contorno de un camino
suspiré tu nombre
como el rododendro enfermo
a los pies de la luna llena.
La tristeza de los ventanales
reflejaba un largo purgatorio.




en Poemas gramaticales, 1988














domingo, junio 15, 2025

«La derrota», de Juan Calzadilla



(1930-2025)
 

Siempre estaba listo para librar la batalla
en otra parte, no en él mismo. En definitiva
en el espacio más conveniente a las tácticas
del otro y, hasta si se quiere, en el terreno elegido
por éste. Él sabía que todas las batallas donde
se pone en juego el resto son a muerte,
incluso las que no se libran, pero si no le había
sido dado escoger entre la lucha corporal
y el armisticio, ¿cómo no haber pensado
que hubiera podido al menos elegir el lugar
del combate? Pero también este recurso le fue
negado. Y no por el contendor, quien confiaba
ya en su triunfo, aún antes de alistarse,
sino por él mismo. ¡Si hubiera podido disponer
de su vida como de un arma filosa!
¡Si hubiera sabido que su existencia era el cuartel
en disputa! Porque había que pegar duro
con los cuerpos. Y esto tampoco él lo sabía.



en La condición urbana, 2018























sábado, junio 14, 2025

«Noche otoñal junto al lago», de Li Qingzhao

Versión de Carlos Manzano de la traducción de Kenneth Rexroth



 
El viento otoñal arrastra nubes blancas 
por el cielo. La hierba se vuelve 
marrón. Caen las hojas. Gansos salvajes 
vuelven hacia el Sur. Las últimas 
flores, orquídeas y crisantemos, relucen 
y exhalan su amargo perfume.
Sueño con aquel hermoso rostro que nunca 
podré olvidar. Voy a dar un paseo por 
el río. La barcaza surca la corriente 
y corta las olas coronadas con 
crestas de plata. Suenan flautas y tambores 
y cantan los remeros. Me siento 
feliz un instante y después me embarga 
la antigua pena. Fui joven poco 
tiempo y ahora ya estoy envejeciendo.

Ya ha amainado la suave brisa.
El polvo perfumado se 
ha posado. Es el final de la época 
de las flores. Cae la tarde 
y la pereza no ha dejado peinarme 
en todo el día. Ahí están 
los artículos de tocador, pero mi 
esposo se ha ido para no 
volver. Cualquier esfuerzo sería 
en vano, cuando intento 
cantar, las lágrimas me ahogan.
He soñado que mi barca 
de flores me llevaba hasta él, pero sé 
que un navío tan frágil no 
podrá cargar con tal peso de pena.




en Cien poemas chinos, 1966













jueves, junio 12, 2025

«Annus Mirabilis», de Philip Larkin

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Comencé a tener sexo 
en mil novecientos sesenta-y-tres
(lo que fue un poco tarde para mí) –
entre el fin de la prohibición de Chatterley
y el primer LP de los Beatles.

Hasta entonces solo había sido
una especie de regateo,
una disputa por el anillo,
una vergüenza que empezó a los dieciséis
y que todo lo que pudrió.

Entonces la discusión terminó de golpe:
todos sintieron lo mismo,
y cada vida se convirtió
en una ganancia brutal,
en un juego imposible de perder.

Así que la vida nunca fue mejor que
en mil novecientos sesenta-y-tres
(aunque un poco tarde para mí) –
entre el fin de la prohibición de Chatterley
y el primer LP de los Beatles.



en High Windows,1974








Annus Mirabilis

Sexual intercourse began / In nineteen sixty-three / (which was rather late for me) – / Between the end of the "Chatterley" ban / And the Beatles' first LP. // Up to then there'd only been / A sort of bargaining, / A wrangle for the ring, / A shame that started at sixteen / And spread to everything. // Then all at once the quarrel sank: / Everyone felt the same, / And every life became / A brilliant breaking of the bank, / A quite unlosable game. // So life was never better than / In nineteen sixty-three / (Though just too late for me) – / Between the end of the "Chatterley" ban / And the Beatles' first LP.











miércoles, junio 11, 2025

«Pensando en Anastasia», de Paura Rodríguez Leytón





Hablo
de un tiempo
rebobinado como hilillo de araña entre los dedos.
La melodía nos llegaba al amanecer,
nos recordaba el agua que fluía eterna
en el pilón donde nadaban los patos,
mientras la muerte
paseaba
por el paladar de la abuela desconocida
que íbamos a ver.
 
El extravío había comenzado cuando olvidó su nombre
y guardó su dinero dentro de un libro de la biblioteca.
 
Ella,
que conjeturaba fantasmas
yo,
que los encontraba en las manchas de las goteras.
Ella,
que respiraba moscas por la boca.
 
Los goznes habían sucumbido
y la herrumbre alcanzó el cielo.
La búsqueda de algo perdido
(que no se sabía qué),
había hecho que toda la casa se vaciara al patio.
 
Corríamos por encima de las sábanas,
tratábamos
de salvar
nuestros pies.

 

 
en Pequeñas mudanzas, 2017




















 

martes, junio 10, 2025

«Caos y crueldad: Trump despliega miles de soldados para reprimir las protestas contra el ICE en Los Angeles». Entrevista de Amy Goodman en especial a Jean Guerrero

Traducción de Juan Carlos Villavicencio




[Esta es una transcripción urgente. Es posible que la copia no esté en su versión final.]

Amy Goodman: Comenzamos el programa de hoy en Los Angeles mientras el gobierno de Trump envía más tropas a la ciudad tras cuatro días de protestas contra las redadas migratorias con estilo militar. El Pentágono ha desplegado 700 marines en Los Angeles, y el presidente Trump ha desplegado 2.000 miembros adicionales de la Guardia Nacional, lo que eleva el total de efectivos a 4.000. El lunes, el Estado de California presentó una demanda para bloquear el uso de tropas de la Guardia Nacional. Hablaremos con el fiscal general de California, Rob Bonta, más adelante en la transmisión. El lunes, la alcaldesa de Los Angeles, Karen Bass, condenó la respuesta con militares.

Alcaldesa Karen Bass: No necesitábamos a la Guardia Nacional. ¿Para qué? ¿Qué van a hacer? ¿Saben qué está haciendo la Guardia Nacional ahora? Están vigilando dos edificios. Están vigilando el Edificio Federal aquí, en el centro, y el Edificio Federal en Westwood. Eso es lo que están haciendo. Entonces, ¿además necesitan marines? No lo entiendo. Por eso siento que somos parte de un experimento del que no pedimos ser parte.

Amy Goodman: A pesar de la respuesta militarizada del gobierno de Trump, las protestas comunitarias contra las redadas de ICE (Servicio de Control de Inmigración y Aduanas) continúan en Los Angeles y otras ciudades. De hecho, el sábado, día en que el presidente Trump celebrará su cumpleaños 79, habrá tanques Abrams recorriendo las calles de la capital en un desfile de cumpleaños en Washington, D.C.

Nos dirigimos ahora a Los Angeles, donde nos acompaña Jean Guerrero. Colaboradora de opinión en The New York Times y autora del libro Incitador del odio: Stephen Miller, Donald Trump, y la Agenda Nacionalista Blanca.

Jean, ¿por qué no empezamos describiendo las protestas en las calles? ¿Has estado en ellas? Y háblanos de este uso sin precedentes del poder militar, y del Partido Republicano, el partido que defiende los derechos de los estados, y de cómo el presidente Trump va en contra del derecho de los estados a incorporar al ejército estadounidense, en contra de la voluntad de la alcaldesa local, Karen Bass, y del gobernador de California, Newsom.

Jean Guerrero: Por supuesto, Amy. Es un placer estar aquí.

Quiero ser clara sobre lo que está sucediendo. El gobierno federal está invadiendo las diversas comunidades de Los Angeles para aterrorizarlas. El ICE está apareciendo afuera de las escuelas, de los Home Depots y de otros lugares de trabajo. Están arrebatando a la gente de las calles, de sus casas, delante de sus hijos, a menudo sin orden judicial.

Pero lo que está sucediendo en estas protestas es que personas de todas las razas y orígenes están arriesgando su vida para proteger a sus amigos, vecinos y familiares de estos arrestos. Y es hermoso verlo. Estuve en una de las protestas ayer, donde hablé con abuelas, abuelas blancas, que están saliendo a proteger a sus seres queridos y que no temen que el ICE las pueda detener. Hablé con latinas que, como saben, temen ser discriminadas racialmente y arrestadas debido a la naturaleza indiscriminada de estos arrestos, pero que, sin embargo, se arriesgan, porque son ciudadanas y creen en usar su privilegio para defender a sus seres queridos.

Estas protestas han sido mayoritariamente pacíficas. Estas personas quieren decirle al ICE que no son bienvenidas en sus comunidades. Y lo que estamos viendo es una provocación. El despliegue de la Guardia Nacional y la Infantería de Marina en contra de la voluntad de los líderes de California es un ataque a la soberanía del estado de California y un intento de provocar a los angelinos a tener una confrontación violenta. Quieren que los manifestantes reaccionen con violencia para distraer la atención de lo que realmente está sucediendo: familias están siendo separadas, nuestras comunidades están siendo devastadas y la gente de Los Angeles se está alzando para decir: «No vamos a tolerar esto». Pero el gobierno está tratando de incitarlos a la violencia, de etiquetarlos como rebeldes y justificar amplias y enérgicas medidas federales y de crear imágenes virales que distraerán a los estadounidenses de la terrible realidad de que el ICE está secuestrando a valiosos miembros de la comunidad y destruyendo familias aquí en Los Angeles.

Juan González: Jean, has publicado en redes sociales, y cito: «La agenda migratoria de Trump no se trata de la ley y el orden. Se trata de reestructurar la demografía racial de este país». ¿Podrías dar más detalles, especialmente sobre el hecho de que Stephen Miller, asesor clave de Trump, lo ha llamado una «lucha por la civilización»?

Jean Guerrero: Sí. Sabes, esta represión es personal para Stephen Miller. Como cuento en mi libro, Incitador del odio, cuando era estudiante de preparatoria en Los Angeles, con frecuencia se enemistaba con sus compañeros latinos e inmigrantes, diciéndoles «Hablen inglés», y que se vuelvan a sus países de origen. En aquel entonces, fue criticado por sus opiniones, y ha dedicado su carrera a castigar a las comunidades que lo rechazaron.

Estas deportaciones masivas no tienen que ver con la seguridad fronteriza. No tienen que ver con la delincuencia. Su objetivo es borrar el tejido multicultural de lugares como Los Angeles. Quiero reiterar que no se trata de reprimir la delincuencia. Recordemos que, en su primer día en el cargo, el presidente Trump indultó a quienes agredieron violentamente a las fuerzas del orden durante el asalto al Capitolio el 6 de enero [de 2021]. Así que Trump y Miller no están en contra de la delincuencia. No están en contra de las pandillas. De hecho, en mi libro, documento extensamente los sueños tempranos de Miller de ser gangster. Lo que están haciendo es dirigir un estado mafioso que convierte a los inmigrantes en chivos expiatorios como pretexto para subyugarnos a todos los demás.

Así que, repito, no les importa la ley ni el orden. La principal obsesión de Miller nunca fue la inmigración ilegal. Siempre fue la inmigración legal. Por eso, desde el primer día, presenciaron el estrangulamiento de los refugiados: el acceso a ellos, la asfixia del sistema de asilo, la restricción del acceso a la tarjeta verde, el ataque a la ciudadanía por nacimiento, el intento de invocar la Ley de Insurrección para deportar a personas indiscriminadamente, simplemente por el color de su piel. Así que, repito, no se trata de seguridad nacional. Es un proyecto ideológico de ingeniería demográfica camuflado en el lenguaje de las fuerzas del orden. Y Los Angeles se está resistiendo.

Juan González: ¿Podría hablarnos del número de periodistas que han resultado heridos por las fuerzas del orden en los últimos días en Los Angeles?

Jean Guerrero: Sí. Varios periodistas, incluyendo colegas míos, han sido alcanzados por balas no letales. Algunos han sido hospitalizados. Creo que PEN Estados Unidos ha registrado al menos 27 ataques contra periodistas de Los Angeles desde el 6 de junio. Los periodistas están siendo atacados con balines de goma y sustancias químicas. Esto es muy preocupante, porque estas supuestas balas no letales pueden, de hecho, ser fatales. El respetado periodista chicano Rubén Salazar fue asesinado con una bomba de gas lacrimógeno en 1970 mientras cubría las protestas aquí en Los Angeles, y ese recuerdo perdura para los periodistas de la ciudad, especialmente para los periodistas latinos que intentan exponer las injusticias que ocurren en sus comunidades.

Amy Goodman: Jean Guerrero, si pudiera hablarnos sobre lo que está sucediendo en Los Angeles, que ahora mismo es donde está centrada toda la atención, debido a este llamado sin precedentes de Trump y Hegseth, el secretario de Defensa, a los Marines y miles de miembros de la Guardia Nacional, haciéndolos federales. Pero, de hecho, esto está sucediendo en todo el país. ¿Podría hablarnos más sobre los dos hombres sobre los que escribió el libro Incitador del odio: Stephen Miller, Donald Trump, y la Agenda Nacionalista Blanca? Stephen Miller dice que los agentes del ICE tienen que ir a los 7-Elevens, a los Home Depots; esto es muy diferente a lo que dice Trump sobre atrapar a asesinos y violadores, y eleva la cifra a 3000 arrestos diarios. Así que vemos arrestos masivos en Texas. Los vemos en Arizona. Ni siquiera les estamos prestando atención debido a la militarización de Los Angeles.

Jean Guerrero: Exactamente. O sea, lo que estamos viendo es exponencialmente similar a lo que vimos durante su primer gobierno: se están desviando recursos de investigaciones serias de seguridad nacional, de investigaciones serias de narcotráfico y trata de personas, para intentar cumplir con estas cuotas de personas detenidas y así satisfacer el deseo de Miller de tomar medidas enérgicas contra los inmigrantes, ya sean legales o ilegales.

Y algo que no ha recibido suficiente atención, y que quiero subrayar, es que lo que está sucediendo en Los Angeles es que la gente está arriesgando su seguridad no sólo para resistir lo que está sucediendo, no sólo para resistir los secuestros de valiosos miembros de su comunidad, sino para documentar, exponer y dar testimonio de lo que está pasando. Están grabando videos de madres separadas de sus hijos, arrestadas fuera de los juzgados, de mujeres embarazadas maltratadas en las calles y detenidas, de padres separados de sus hijas que lloran. Y estas imágenes son cruciales, porque cada acto de documentar esto está socavando la realidad alternativa que Trump y Stephen Miller han creado, esta realidad alternativa en la que están tomando medidas enérgicas contra gangsters, violadores y delincuentes graves. No puedo enfatizar lo suficiente la importancia de todo esto.

El gobierno está aumentando el número de deportaciones a un nivel nunca antes visto, lo que hace que sean más visibles que nunca. Antes ocurrían en las sombras. Ahora la gente puede ver lo que pasa en todas partes. Y la gente saca sus teléfonos. Están grabando lo que les sucede a sus familiares, a sus amigos, a sus vecinos. Y como resultado, estas deportaciones, estos arrestos, son cada vez más difíciles de tergiversar, y esto es una amenaza para la narrativa que Trump y Stephen Miller llevan años difundiendo.

Por eso, creo firmemente que si Los Angeles se niega a caer en la violencia y, en cambio, se mantiene disciplinado y continúa dedicándose a exponer sin descanso cómo el ICE secuestra a personas inocentes y lo que realmente les está haciendo a valiosos miembros de nuestra comunidad, creo que todo esto puede acabar siendo contraproducente para el gobierno de Trump, ya que su intento de provocar el caos en nuestras comunidades acabará desmoronándose por su propia crueldad.

Juan González: Jean Guerrero, quería preguntarle sobre el conflicto que, obviamente, ha surgido entre los funcionarios electos de California y la administración Trump. Estuve ahí como reportero en 1992, en los disturbios de Los Angeles. Y realmente no hay comparación entre los acontecimientos del fin de semana pasado y los de 1992. En aquel entonces, 60 personas —más de 60 personas— murieron, 12.000 fueron arrestadas y más de mil edificios sufrieron daños. E incluso para cuando el presidente George H.W. Bush desplegó la Guardia Nacional, 30 personas ya habían sido asesinadas. Y lo hizo a petición del gobernador republicano Pete Wilson y del alcalde demócrata Tom Bradley. Háblenos sobre la diferencia entre cómo están respondiendo los funcionarios electos y la excusa que Trump ha usado para llamar a la Guardia Nacional y a los Marines.

Jean Guerrero: Sí, absolutamente. La mayoría de estas protestas son pacíficas, como mencioné. Se ven niños en estas manifestaciones. Son manifestaciones de personas que simplemente intentan manifestarse pacíficamente y decirle al gobierno federal que no quieren estos secuestros de sus seres queridos en Los Angeles. La última vez que un presidente emitió esto —enviar a la Guardia Nacional contra la voluntad del gobernador, creo— fue en 1963 para implementar la integración social en Alabama. Así que es algo sin precedentes. Y, honestamente, es autoritarismo de manual. Es decir, ahora vemos a Trump hablando de arrestar a Newsom y a otros líderes de California. Y por un lado esto es impactante, pero por otro, es completamente predecible. Es decir, esto es lo que hacen los gobiernos autoritarios. Usan a los inmigrantes como pretexto para atacar a la oposición. Y los inmigrantes son sólo el primer objetivo. Si nos fijamos en la literatura nacionalista blanca que inspiró a gente como Stephen Miller, vilipendia no sólo a los inmigrantes respetuosos de la ley, sino a cualquiera que los defienda. Los peores villanos no son los inmigrantes en esta literatura, aunque se les describa como monstruos, bestias y amenazas a la civilización occidental. Los peores villanos en esta literatura —y me refiero a libros como El Campamento de los Santos, que Stephen Miller ha promovido abiertamente— son los aliados blancos de los inmigrantes: los políticos, los activistas y la gente común que les muestra empatía. Esas son las personas que están, cito textualmente, «manchadas por la leche de la bondad humana», como dice uno de los libros formativos de Miller.

Por lo tanto, la conclusión lógica de las políticas de Trump no es sólo una limpieza étnica, sino una limpieza ideológica. Es una purga no sólo de personas, sino de principios. Quieren erradicar a cualquiera que crea en la compasión por el extranjero, en los derechos de los inmigrantes o en una democracia multicultural o multirracial. Esta es una visión de Estados Unidos donde sólo se es estadounidense si se elige el odio. Y si se elige el amor o la compasión, se forma parte de lo que está envenenando la sangre de este país. Por eso, no me sorprende ver al presidente atacar a personas inocentes que no son sólo los inmigrantes de nuestras comunidades, sino quienes los defienden, que son blancos, negros, morenos, de todos los colores, y que simplemente expresan su humanidad y compasión por el otro.

Amy Goodman: Jean Guerrero, usted contribuyó a un artículo del New York Times del lunes titulado «Siete maneras ocultas en que el megaproyecto de ley de Trump transformaría Estados Unidos», en el que escribió, y cito: «Este proyecto de ley allanaría el camino para la mayor inversión en la aplicación de la ley federal de inmigración desde la creación del Departamento de Seguridad Nacional en 2002, una que convertiría a ese departamento en un caballo de Troya para atacar los derechos civiles de todos los estadounidenses». ¿Podrías explicarnos tus preocupaciones? Sólo tenemos un minuto.

Jean Guerrero: Absolutamente. Casi dos tercios de los estadounidenses viven en lo que se conoce como la zona fronteriza de 160 kilómetros, donde, bajo este proyecto de ley, las personas ya se enfrentan al riesgo de detenciones sin orden judicial, de discriminación racial y de constante vigilancia. Este proyecto de ley simplemente facilita y garantiza que todos los estadounidenses en este país, y en particular si viven dentro de esa zona, no puedan caminar por la calle sin temor a ser detenidos. Ya se producen detenciones y deportaciones de ciudadanos estadounidenses, de inmigrantes respetuosos de la ley, sin el debido proceso. Y creo que este proyecto de ley proporciona al gobierno los recursos para continuar haciéndolo a niveles nunca antes vistos en este país.

Amy Goodman: Jean Guerrero, quiero agradecerte mucho por estar con nosotros, columnista de opinión del New York Times y autora de Incitador del odio: Stephen Miller, Donald Trump, y la Agenda Nacionalista Blanca, nos habla desde Los Angeles.

A continuación, el fiscal general de California, Rob Bonta. Demandó al presidente Trump por desplegar la Guardia Nacional en Los Angeles. Quédense con nosotros.




en Democracy Now!, 10 de junio, 2025











lunes, junio 09, 2025

«Cuando aterrizas en el Aeropuerto Ben-Gurion», de Issam Zineh

Versión de Juan Carlos Villavicencio




una asamblea de águilas del desierto surge de tu rencor,
cada una lleva una piedra – esta para marcar la sangre
dejando tu cuerpo, tu rostro ahora una gruta blanca como la leche,
& otra de la basílica en tu corazón destruido, en parte,
por tu propia revuelta, & otra por la reconstrucción,
& otra piedra angular para la puerta de la humildad que impide
a otros entrar a cabalgando, otra del fondo
de tus entrañas que son los campos de los pastores, otra
de la cueva donde enterraban niños si se pudieran seguir
enterrando aquí, otra del asentamiento, del valle del fuego,
del bazaar, de la ciudad con cúpulas de esmeralda, para la pesca reciente
(la favorita de tu bisabuelo), otra para la población que
se dispara hacia las nubes, otra para lo concedido & otra
para lo quitado, otra por cada nombre del rebaño:
un cónclave, un fulgor, nadar, por cada nombre
del rebaño que ya conoces: congreso, extravagancia, asedio,
junco, dispersión, por el nombre del rebaño que
ya conoces & usas como recuerdo: una omnisciencia,
una ráfaga, un escalofrío, una colonia, una ascensión. Una
para la primera ciudad en enarbolar la bandera, la ciudad más antigua 
            del mundo,
& otra de la cisterna que, seca por milenios, ahora se comienza a llenar. 














domingo, junio 08, 2025

«Una sola rosa y una mandarina», de Oswaldo Trejo




 
En donde de cada ser dos, de cada cosa dos exactas, una para sí y otra para alguien. Siendo así, de algunas, una a la memoria y otra dejable en el lugar, ya el barrio en el caserío o el caserío en el barrio, ya los árboles frutales, las puertas, el automóvil entrando a contravía y el automóvil llegado por el otro lado, ambos con movimiento y ruido de carro.

Tocar una puerta y abrirse dos. ¡Oh, entrar!, ¡oh, el recibo más allá!, con dos Gonzalos, dos Ercilias, dos Rafaeles, dos Julietas, y después del saludo y los besos de rigor, hablando todos a la vez y, de los ocho, escuchando atentamente a ocho. Distinto todo, de como era antes de volver.

De la cocina, la sirvienta con tazas de café, de las diez una para ella y, en el momento de pasarlas, ni señas, ni morisquetas, ni palabras, sino ella y ella o Carmenza y Carmenza. Mientras en la memoria abarrotada aquellas grandes limas en sazón, aquellas roliverias mandarinas y, afuera, las rosas, las grandes rosas. Una sola rosa y una mandarina. Con una y otra para sí y una y otra para él, despidiéndose.




en La draga y el dragón, 1985

















sábado, junio 07, 2025

«Ya tres noches seguidas he soñado…», de Du Fu

Traducción de Marcela de Juan




Ya tres noches seguidas he soñado contigo. 
Estabas a mi puerta,
pasándote la mano por el blanco cabello, 
como si una gran pena te acibarase el alma… 
al cabo de diez mil, cien mil otoños,
no tendrás otro premio que el inútil
de la inmortalidad.














viernes, junio 06, 2025

«El hombre obscuro», de Gonzalo Millán





El hombre obscuro tuvo una mujer clara, 
luminosa como una uva…
Hombre obscuro y mujer obscura.
No hubo caso. Su luz lo molestaba, 
protegía sus ojos con lentes ahumados.
Hombre obscuro y mujer obscura.
La separación fue un parto, la luz se fue, 
el nacimiento de un ciego.
Hombre obscuro y mujer obscura.
Solo. Vivía en un embudo negro, tapado, 
negro.
Hombre obscuro y mujer obscura.
Salía en las noches, buscaba.
Miraba su rostro en las pozas.
Hombre obscuro y mujer obscura.
En un cine negro sus piernas y manos 
se tocaron.
Hombre obscuro y mujer obscura.
Bajo un paño de fotógrafo se dieron 
el primer beso.
Hombre obscuro y mujer obscura.
Bebieron café negro luego tendidos en el lecho de caoba.
Hombre obscuro y mujer obscura.
Se encontraron.
Hombre obscuro y mujer obscura.
Van al zoológico a buscar la claridad 
en las pieles de los animales.
Hombre obscuro y mujer obscura.
Desesperados…


Gonzalo Millán
Estudiante. 19 años. Es su primer poema publicado. 
(en Orfeo, 11-12, 1965)













miércoles, junio 04, 2025

«Ladrones en la noche», de Arthur Koestler

Inicio / Traducción de Irving Roffé



 
«Si muero hoy, no será porque me caí de un camión», pensó Joseph, clavando los dedos en la cubierta de lona alquitranada del vehículo, que no dejaba de sacudirse. Yacía de espaldas, bajo las estrellas, con los brazos extendidos como una figura crucificada horizontalmente sobre una carroza fúnebre. La carga del camión era tan grande que formaba una pila de cinco metros de altura, en cuya cima viajaban Joseph y sus amigos, tambaleándose sobre el lecho de rocas y baches de la cañada. La sensación general era la de un enorme mamut negro a punto de tropezar y desplomarse. 

Al mirar hacia abajo desde el borde de la lona, Joseph recordó el vértigo que había experimentado, siendo niño, cuando lo subieron por primera vez al lomo de un caballo. El motor rugía y el vehículo sobrecargado avanzaba a tumbos sobre el lecho del río seco: se atoraba, para luego reiniciar la penosa marcha con un gemido lastimero. Seguía a un largo convoy de camiones, muy separados entre sí, que avanzaba a duras penas por el sinuoso curso de la cañada, como una caravana de gigantes torpes, oscuros y tambaleantes. Aún faltaba una hora para que saliera la luna y el cielo era ya una exhibición de estrellas brillantes: la Osa Mayor curiosamente echada sobre su lomo y la Vía Láctea apiñada en una amplia cicatriz luminosa que rasgaba la negrura del cielo. Todos los camiones del convoy tenían las luces atenuadas. Las pálidas rocas dormían en su sueño arcaico. La retaguardia de la caravana, que se dispersaba a lo largo de casi dos kilómetros, seguía a los demás como una guirnalda móvil de chispas en medio de la noche hostil. 

El camión se inclinó casi treinta grados y, al otro lado de la lona, Dina lanzó un gritito de gozo. Joseph podía verla solamente si torcía el cuello hasta casi quebrarse las vértebras. Prefirió arquear el cuerpo apoyándose sobre la cabeza y los pies, con lo que vio el mundo de cabeza. Pero ver la silueta de Dina perfilada contra las estrellas bien valía el esfuerzo. Ella rio, aferrándose a la lona con ambas manos. 

—Con esa pirueta te ves todavía más cómico de lo habitual. 

Hablaba en un hebreo con la correcta inflexión gutural que Joseph tanto envidiaba y no podía imitar. Desde la parte delantera sonó la voz seca y autoritaria de Simón. 

—¡Cállense ustedes dos!
—¡¿Por qué?! —exclamó Dina—. ¿Qué es esto? ¿Un funeral? 
—Grita todo lo que quieras —repuso Simón con impaciencia. Estaba sentado en el borde delantero de la lona, muy erguido, con las rodillas recogidas. 
—Eso haré —replicó Dina—. Que se enteren que llegamos, aunque seguramente ya lo saben. Que se enteren. ¡Va-amo-os hacia la Galile-e-a-a! 

Subió la voz y canturreó el ya conocido estribillo de la canción de los pioneros galileos: 

El ivné ħagalil,
Anu nivné ħagalil... 

Dios reconstruirá Galilea Nosotros reconstruiremos Galilea Vamos hacia Galilea Reconstruiremos la Galilea… 
Joseph se le unió, cantando con la cabeza aún al revés, pero una súbita sacudida del camión lo hizo rodar obligándolo a aferrarse a la lona. La voz de Dina también se había detenido en seco. 

—¿Estás bien? —le preguntó a la joven. 
—Sí —repuso, ligeramente aturdida por el golpe. Pero unos instantes después gritó, emocionada—: ¡Mira! ¡Hacia allá! ¿Son de los nuestros? 

Muy a lo lejos, hacia la izquierda, una luz comenzó a parpadear a intervalos regulares. Aunque era apenas un poco más brillante que las estrellas más grandes, su color rojo y sus destellos tenían un inconfundible ritmo y significado. Parecía suspendida en el aire, pero forzando un poco la vista se podía distinguir la silueta pálida y casi transparente de la colina. 

—Será mejor confirmar la dirección —dijo Joseph—. ¿Dónde está la Estrella Polar? 
—Tienes que trazar una línea recta que pase por las dos últimas estrellas de la Osa —le indicó Dina. 
—¡Silencio! —sonó la voz de Simón—. Estoy leyendo el mensaje. 

Contuvieron el aliento y miraron hacia la lejana chispa roja: destello y oscuridad; destello, destello y oscuridad; destello largo y oscuridad aún más larga, una pausa interminable y decepcionante, luego un nuevo destello; destello y destello; punto y raya. El camión se sacudió y se detuvo por completo: seguramente el chofer, varios metros por debajo de los pasajeros, también estaba leyendo el mensaje. De pronto profirió un aullido a la noche y simultáneamente el camión reanudó la marcha, con tal ímpetu que por poco lanzó a Dina, Joseph y Simón al aire. 

—¿Y bien? ¡Di algo, por Dios! —exclamó Dina. 

La silueta de Simón pareció tornarse aún más erguida y rígida. Con un movimiento de índices y pulgares alzó los pantalones una pulgada sobre los tobillos; incluso en la noche cerrada, Dina y Joseph reconocieron este gesto tan familiar. Simón habló con su voz agresiva de siempre, pero ahora agregó un tono áspero y ronco: 
—Los tipos del Escuadrón de Defensa ya ocuparon el lugar. Hasta ahora no hay ninguna interferencia. Apostaron centinelas y ya están excavando en los alrededores. 
—¡A-le-lu-ya! —gritó Dina. Poniéndose de pie, logró mantener el equilibrio durante un precario instante para luego caer cuan larga era sobre el pecho de Joseph. Rodaron hasta el centro de la lona. Joseph advirtió que el rostro de la joven se había humedecido con lágrimas y por un momento sintió la descabellada esperanza de que por fin se había sobrepuesto a Lo Que Debe Olvidarse. 




1946