Un cóndor cae como un rayo sobre un
cronopio que pasa por Tinogasta, lo acorrala contra una pared de granito, y
dice con gran petulancia, a saber:
Cóndor.—Atrévete a afirmar que no soy
hermoso.
Cronopio.—Usted es el pájaro más hermoso
que he visto nunca.
Cóndor.—Más todavía.
Cronopio.—Usted es más hermoso que el ave
del paraíso.
Cóndor.—Atrévete a decir que no vuelo
alto.
Cronopio.—Usted vuela a alturas
vertiginosas, y es por completo supersónico y estratosférico.
Cóndor.—Atrévete a decir que huelo mal.
Cronopio.— Usted huele mejor que un litro
entero de colonia Jean-Marie Farina.
Cóndor.— Mierda de tipo. No deja ni un
claro donde sacudirle un picotazo.
en Historias
de Cronopios y famas, 1962
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