I
No tengo qué decirles que las cosas van mal. Todos lo saben. Estamos en depresión. Todos están sin trabajo o con miedo a perderlo. Un dólar no vale más que cinco centavos. Los bancos se van a la quiebra. Los tenderos guardan pistolas bajo el mostrador. Los inadaptados andan libres. Por ninguna parte, la gente parece saber qué hacer y no se ve el final de esto. Sabemos que el aire es inadecuado para respirar y también lo es nuestra comida. Nos sentamos a ver la televisión mientras el anunciador nos dice que hoy hubo 15 homicidios y 63 crímenes violentos ¡como si fuera natural! Sabemos que las cosas están mal. Peor que mal. Esto es una locura. Todo, por todas partes, es una locura, por eso ya no salimos. Nos sentamos en casa. Poco a poco el mundo en que vivimos se empequeñece. Todo lo que decimos es: “Por favor. Al menos déjennos en paz en nuestra casa. Quiero tener mi tostador, mi televisor, mis neumáticos con bandas de acero. No diré nada. Sólo déjennos en paz”.
No los voy a dejar en paz.
¡Quiero que se enojen! No quiero protestas ni disturbios. No le escriban a su congresista. No sabría qué decirles que le escriban. No sé qué hacer sobre la depresión, la inflación, los rusos, el crimen en las calles. ¡Todo lo que sé es que primero tienen que enojarse! Tienen que decir: “¡Soy un ser humano, maldita sea! ¡Mi vida tiene valor!” Entonces, quiero que ahora se levanten. Quiero que todos se levanten de sus sillas. Quiero que se levanten ahora y vayan a la ventana, la abran, saquen su cabeza y griten: “¡Estoy furioso y ya no lo aguantaré más!”
Quiero que se levanten ahora. ¡Levántense! Vayan a las ventanas. Ábranlas, saquen su cabeza y griten: “¡Estoy furioso y ya no lo aguantaré más!” “¡Ya no lo aguantaré más!” Después pensaremos qué hacer sobre la depresión y la crisis del petróleo. Primero, levántense de sus sillas, abran la ventana, saquen su cabeza y griten: “¡Estoy furioso y ya no lo aguantaré más!” Pero primero tienen que enojarse. Tienen que decir: “¡Estoy furioso y ya no lo aguantaré más!” ¡Levántense! Saquen la cabeza por la ventana y sigan gritando. Griten: “Estoy muy furioso. Ya no lo aguantaré más”. Levántense de sus sillas. Abran las ventanas y saquen la cabeza. Griten y sigan gritando...
II
¡Y la participación del Profeta Loco del Aire, Howard Beale!
¡Hoy murió Edward George Ruddy! Edward George Ruddy era el Presidente del Consejo directivo de [la Cadena] USB y murió a las 11:00 de esta mañana por problemas al corazón. ¡Pobres de nosotros! ¡Tendremos tantos problemas! Porque murió un hombrecito rico de pelo blanco. ¿Qué tiene que ver con el precio del arroz, no? ¿Y por qué pobrecitos de nosotros? Porque ustedes amigos y 62 millones de otros telespectadores me están escuchando ahora mismo. Porque menos del 3% de ustedes, amigos, leen libros. Porque menos del 15% de ustedes leen periódicos. Porque la única verdad que conocen es la que les llega de la tele. ¡Ahora mismo hay una generación entera que nunca supo nada que no saliera de la tele! Esta tele es el Evangelio. La revelación final. Esta tele puede hacer triunfar o fracasar a Presidentes, Papas, Ministros. ¡Esta tele es la más pasmosa y maldita fuerza en todo el mundo sin Dios y pobrecitos de nosotros si alguna vez cae en manos de mala gente! Y por eso, pobres de nosotros porque murió Edward George Ruddy. Porque esta compañía ahora está en manos de la CCA, la Corporación de Comunicaciones de América. Hay un nuevo Presidente del Directorio, un hombre llamado Frank Hackett sentado en la oficina del Sr. Ruddy en el piso 20. Y cuando la duodécima compañía más grande del mundo controla la maldita fuerza de propaganda más pavorosa en todo el mundo ateo, ¿¡quién sabe qué mierda se diseminará como verdad en esta cadena!? Por eso, escúchenme. ¡Escúchenme! La televisión no es la verdad. ¡La televisión es un maldito parque de entretenciones! La televisión es un circo, un carnaval, una compañía viajera de acróbatas contadores de cuentos, bailarines, cantantes, malabaristas, fenómenos, domadores de leones y jugadores de fútbol. Estamos en el negocio que mata el aburrimiento. Entonces, si quieren la verdad, diríjanse a Dios. Diríjanse a sus maestros. ¡Diríjanse a ustedes mismos! Porque ése es el único lugar en donde van a encontrar una verdad real. Porque, amigos, nunca va a encontrar ninguna verdad en nosotros. Les diremos todo lo que quieran oír. Mentimos a granel. Les diremos que Kojak siempre caza al asesino y que nadie nunca se enferma de cáncer en la casa de Archie Bunker [1]. Y no importa cuántos problemas tenga un héroe, no se preocupen. Miren sus relojes. ¡Al final del programa, triunfará! ¡Les diremos cualquier mierda que quieran oír! Trabajamos con la ilusión. ¡Nada de esto es verdad! Pero ustedes, amigos, se sientan aquí, día tras día, noche tras noche. De todas las edades, colores y credos. Somos lo único que conocen. Están empezando a creer las ilusiones que aquí tejemos. Están empezando a pensar que la tele es la realidad y sus vidas son irreales. ¡Hacen todo lo que la tele les dice! Se visten como en la tele, comen como en la tele, crían a sus hijos como en la tele, incluso piensan como en la tele. ¡Es una locura total, enfermos! En el nombre de Dios, ¡ustedes, amigos, son lo verdadero! ¡Nosotros somos la ilusión! Entonces, apaguen sus televisores. Apáguenlos ahora mismo. Apáguenlos y déjenlos apagados. Apáguenlos en el medio de esta frase. ¡Apáguenlos!
1976
[1] Archie Bunker es un personaje de la serie de televisión estadounidense All in the Family (1971-1983). Blanco, antipático, bajo, muy intolerante, racista, tozudo y conservador, vivía con su hija y su yerno, ambos comprometidos con los movimientos contestatarios de izquierda de la época.
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