a
Entonces
cuando el sol
se
aleja y queda
un
rubor a bragueta sin atar,
a
acordeón roto,
un
caballo comienza
a
repicar el empedrado
con
anteojeras
y
arnés de tirar.
Tras
el potro una urna de palo,
color
a brea de bote
recién
calafateado,
zigzaguea
entre balaustradas
y
balcones comunes
a
tres o cuatro casas
como
cola de un volantín.
b
Un
niño sujeta las riendas
dando
al potros sobos
y
pancitos de miel.
Se
quita el sombrero y anuncia
lo
mucho que falta
con
el remangue y asomo
de
un vello dulce y tornasolado
por
el naranjo atardecer.
c
Una
dama de cofia
y
sombrilla negra
entona
un discurso
cual
receta de un budín.
El
resto de la procesión calla.
Tiempo
de dar las gracias.
Las
arengas de rigor.
en Marulla, 2003
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