Sin alimento disponible,
lee en el cartel de entrada, su frondosa
larga escasa barba escama el gong,
de breve la espesura de un magro bosquecito
de sutil enredadera.
La expresión del piano flota sobre diminutas olas
el agua fría deja ir la reflexión meditación
con golpes cortos, secos, malparidos
en ritmo desprolijo asaz perfecto.
Voy al barco, grita y sube a una pasarela imaginaria.
Son los hongos, nos decimos,
hay decenas bajo el árbol.
Cecyl duerme aquella siesta y se levanta,
flota sobre el aire
hasta alcanzar su propia voz, sonido cristalino
entre la escarcha.
Nos tomamos de las manos, pienso en ovnis
machis, sacrificios, caminatas sobre el agua.
Nos volvemos hacia el cerro, hacia la cima.
Busco a Cecyl para despedirme
pero ya no está, se ha ido con el viento o
entreverado en el silencio
de las ramas
de aquel sauce
allá a lo lejos,
casi imperceptible,
diáfano,
diminuto,
cubierto por la niebla.
en 51 poetas en el Reyno de Chile, 2014
Pareidolia Records, México
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