Cuán
distinta a la tarde, a la noche y al día,
esta
activa sorpresa del paisaje,
que,
instantáneo y atento, me ofrece sus cuidados,
en
la hora más verde, más teñida y violácea,
de
los montes, el cielo, las hojas y los pastos.
Es
un modo de oír la tierra en su víscera,
como
el embrión o el niño reclaman el arrimo,
fúlgida
voz presente, maternal, solitaria,
voz
y casto quejido, o anhelante murmullo.
Yo
la escucho y la sigo, presto como un vigía;
a
ella exactamente impuro me abandono.
La
mente vana, desnuda queda flotando en sus rubores,
sumada
al árbol nuevo, a esta yerba y este polen.
en Sombra y sujeto, 2013
(Reedición de
Universidad de Valparaíso Editorial)
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