Junto
al jardín de los sauces yo me encontré con mi amada;
pasó
junto a los jardines con piececillos de nieve.
Me
rogó un amor muy tierno, cual las hojas en el árbol;
pero
yo, joven y tonto, no acepté lo que pedía.
En
un campo, junto al río, estuvimos yo y mi amada,
y
en mis hombros inclinados puso su mano de nieve.
Me
rogó calma en la vida, cual hierba crece en la acequia;
pero
era joven y necio y ahora me colma el llanto.
en Caminos cruzados, 1889
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