Los frailes jesuitas buscaban
la ciudad de cipreses y alerces
inmensamente rica en oraciones
muchos cristos cultivaban el oro sin aleaciones malévolas.
Eran grandes vetas de almas relucientes
que desde la dalcas benditas se podían avistar.
Los frailes jesuitas siempre se bendecían
a sí mismo por su tesón
sumergiéndose una y otra vez en su propia fe.
Desde los turbios bosques de lluvias indómitas
vieron entre los relámpagos relucir
rostros de indias llenas de poesía salvaje.
Los frailes querían rezar de rodillas
en medio de las calles y edificios
que navegaban en las crónicas
como oro pulido por los ángeles
pero sólo Dios abre las puertas de la Ciudad de los Césares.
Pocos cipreses y alerces todavía se ven
atravesando como milagros
de lado a lado
el cielo que vemos en nuestros horizontes.
en El eco de los trieles, 2005
2 comentarios:
Saludo, querido Gonzalo.
Estimable Ana: Gonzalo prefirió mantenerse ajeno a nuestro blog desde sus inicios. Saludos pues.
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