Al final nos veíamos cada vez más seguido.
Yo estaba a un lado de la hora
al otro lado estabas tú
como las dos asas de un ánfora.
Sólo las palabras volaban entre nosotros,
adelante y atrás.
Su torbellino podía casi percibirse,
y de pronto,
yo doblaba una pierna,
y el codo lo plantaba en la tierra,
sólo para mirar la hierba inclinada
por la caída de una palabra
como bajo la pata de un león corriendo.
Las palabras giraban, giraban entre nosotros,
adelante y atrás,
y a medida que te amaba más, más
repetía, en un torbellino casi visible
la estructura de la materia, desde el comienzo.
en Seis poetas rumanos contemporáneos, 1993
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