¿Por qué la mano lenta sobre el tambor pulido
desta columna rota, tórridamente va?
Es la misma caricia con cierto aire de olvido
que deslizó sus dedos sobre Chi-Chen-Itzá.
Y hay un viaje remoto que a un altar dividido
dio su gozo y su espuma, sus esperanzas da.
Y hay un retorno antiguo hacia un nuevo sentido
del Sol que abrió las cifras de Grecia y Yucatán.
Doré ritmos que a veces suelo olvidar. Y echado
sobre los dulces tréboles al pie del Partenón,
pongo a danzar los lápices. Y el verso nace atado
a una columna rota y a un gran muro labrado.
Porque a un noble temblor la luz ha desbordado
la mano silenciosa que rige el corazón.
en Hora y 20, 1927
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