¿Adaptó su novela gráfica al cine porque sentía que no había terminado con la historia?
Supongo que mi colaboración con Vincent Paronnaud es lo que hizo las cosas posibles. Cuando las novelas gráficas se publicaron, tuvieron éxito inmediato y recibí muchas ofertas para adaptar Persépolis, especialmente cuando los libros se publicaron en Estados Unidos. Incluso me ofrecieron cosas como una serie de televisión tipo Sensación de Vivir y una película en la que Brad Pitt y Jennifer Lopez serían mis padres, cosas así. Era una locura. Para ser completamente honesta, eso fue cuatro años después de que hubiera escrito y dibujado Persépolis y sentía que el proyecto estaba terminado. Entonces empecé a hablar con Vincent sobre una película y me di cuenta de que no sólo tendría la oportunidad de trabajar con él, sino también la posibilidad de vivir algo completamente nuevo. Después de haber escrito novelas gráficas, libros infantiles, tiras cómicas en periódicos, etc., sentía que había alcanzado un punto de inflexión. No quería hacer una película yo sola y pensé que si tenía que hacerlo con alguien, debería ser con Vincent y sólo con él. Estaba tan excitado como yo por el por el desafío. Pensé que nos divertiríamos. A veces, son las pequeñas cosas las que llevan a tomar grandes decisiones. Como ya conocía al productor Marc Antoine Robert, empezamos a trabajar juntos, eso fue todo.
¿Sabía desde el principio que iba a ser una película animada en vez de una película con actores?
Sí, creo que de no ser así habríamos perdido el encanto original de la historia. Con actores reales, se habría convertido en una historia de gente que vive en un país lejano y que no se parecen a nosotros. Como mucho, hubiera sido una historia exótica, a lo peor, una historia del tercer mundo. Las novelas han sido un éxito en todo el mundo porque los dibujos son abstractos, en blanco y negro. Creo que esto ayuda a que la gente se identifique, ya sea en China, Israel, Chile o Corea, es una historia universal. Persépolis tiene momentos que parecen sueños y los dibujos ayudan a mantener la cohesión y la consistencia. El blanco y negro (siempre tengo miedo de que el color lo haga vulgar) ayudó en esto también, así como en la abstracción del entorno y la localización. Vincent y yo pensamos que el desafío era aún más interesante por todo ello, y también excitante desde un punto de vista artístico y estético.
¿Que le llevó a pedirle a Vincent que compartiera su estudio hace seis años?
Por entonces no le conocía. Había visto sus dibujos en casa de un amigo y pensé, “tendrías que cortarle los dedos a este tipo para que dejara de dibujar”, su trabajo era fantástico. Hay algo totalmente estrambótico y excesivo, pero a la vez tiene dignidad y decencia. También había visto dos cortometrajes que hizo con Cizo, O’Boy What Nice Legs y Raging Blues y me gustaron mucho.
¿Cómo se complementan?
Cuando compartimos el mismo estudio, hicimos dibujos juntos. Tenemos estilos diferentes pero funcionan muy bien unidos. Venimos de países totalmente diferentes, culturas y ambientes, pero aún así estamos en la misma onda. Se puede decir que juntos destrozamos la noción del choque de culturas. Soy una persona extrovertida, él es más bien al contrario, pero cuando se trata de dibujar, es un poco lo opuesto. Cuando trabajamos juntos como locos durante tres años, nunca discutimos, aunque siempre fuimos honestos el uno con el otro.
¿Tuvo dificultad al elegir el material de las cuatro novelas que quería incluir en la película?
Cuando estaba escribiendo los libros, tuve que recordar dieciséis años de mi vida, incluyendo cosas que definitivamente quería olvidar. Fue un proceso doloroso. Temía empezar a escribir el guión y no podría haberlo hecho yo sola. La parte más dura fue el comienzo, y distanciarme de lo que ya estaba escrito. Tuvimos que empezar de cero, crear algo diferente pero con el mismo material. Es una pieza única. No tenía sentido filmar una secuencia de escenas. La gente generalmente asume que una novela gráfica es como el storyboard de una película, lo que por supuesto no es así. Con las novelas gráficas, la relación entre el escritor y el lector es participativa. En el cine, el público es pasivo. Incluye movimiento, sonido, música, así que el diseño narrativo y el contenido son muy diferentes.
¿Estuvieron de acuerdo en la estética de la película desde el principio?
Sí, creo que se podría definir como “realismo estilizado”, porque queríamos que los dibujos fueran realistas, no dibujos animados. Así que no tuvimos mucho margen con las expresiones faciales, esto es lo que les transmití a los diseñadores y animadores. Siempre he estado obsesionada con el neo-realismo italiano y el expresionismo alemán y pronto aprendí por qué, las dos son escuelas del cine de posguerra. En la Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial, la economía estaba tan devastada que no se podían permitir rodar en exteriores, así que rodaban en estudio utilizando increíbles ángulos y formas geométricas. En la Italia del mismo periodo ocurrió lo mismo pero las cosas salieron de modo opuesto. Rodaban en la calle con actores desconocidos porque no tenían dinero. En ambas escuelas, encuentras la clase de esperanza en la gente que vivieron la guerra y que sufrieron una gran desesperación. Yo misma soy una persona de posguerra habiendo vivido 8 años de guerra entre Irán e Irak. La película es una combinación de las dos escuelas. Presenta escenas muy reales, y un enfoque muy orientado al diseño, con imágenes que bordean lo abstracto. También estuvimos influenciados por elementos de películas que amamos, como el ritmo rápido de Goodfellas de Scorsese.
Cuando hablamos de hacer la película, ¿cómo dividieron el trabajo entre Vincent, Marc Jousset y usted?
Necesitábamos a alguien con un punto de vista general, alguien que pudiera controlar todas las etapas del proceso. Vincent sugirió a Marc Jousset porque había trabajado con él en Raging Blues. Marc era el único que comprendía lo que queríamos hacer. Escribí el argumento y Vincent y yo escribimos y discutimos el rodaje del guión. Entonces Vincent se hizo cargo del diseño de producción, el rodaje, los personajes y lo que ocurría con cada escena. Todos dimos nuestra opinión en cada etapa del proceso. Ahora prácticamente no puedo decir donde empieza su trabajo y termina el mío y viceversa. Nos complementamos el uno al otro. Esta es una película animada con un montón de personajes... 600 personajes diferentes en total. Es inusual tener tantos. Yo los dibujé todos ellos, de frente y de perfil. Después, los diseñadores y los animadores los dibujaron desde todos los ángulos desarrollando sus expresiones faciales y movimientos. Para ayudarles, me filmaron interpretando las escenas. Fue la clave para mantener la emoción intacta, y encontrar el equilibrio entre la sobriedad y la fantasía. También tuve el duro trabajo de coreografiar la escena de la canción “The Eye of the Tigre”.
¿Fue difícil para usted ver como otros diseñadores reinterpretaban sus dibujos y dibujaban su cara constantemente?
Es una sensación particular. Tu dibujo es como tu bebé, y de repente, le pertenece a todo el mundo. No sólo reinterpretaron mis dibujos, mis personajes, sino mi cara y la historia de mi vida. A diferencia de Vincent, yo siempre había trabajado sola. Puedes imaginar como me sentía cuando veía mi cara por todas partes, pequeña, grande, de niña, de adolescente, de mayor, de frente, de espaldas, riendo, llorando... Era insoportable. Me tenía que decir, “es sólo un personaje”. Era lo mismo con los demás personajes porque sus historias son también reales. Como mi abuela, mi tío. No podía dejar que los sentimientos se interpusieran, eso habría sido intolerable para todos los demás. Si me hubieran visto con lágrimas en los ojos no podrían haber podido continuar con su trabajo. Necesitábamos que se sintieran libres para hacerlo lo mejor que pudieran, así que no tuve más remedio que hablar de mí y de la gente en mi vida como personajes ficticios: “Marjane hace esto” o “su abuela es así...”. De otra manera hubiera sido imposible. Esto no significa que en ocasiones no me viera desbordada por la emoción, sobretodo cuando los diseñadores dibujaban a mis padres. Sólo cuando el guión fue escrito esta historia se convirtió en ficción y se hizo pública. Ya no era yo exactamente, y aún así, paradójicamente seguía siendo yo.
¿Por qué eligió a Chiara Mastroianni para su voz?
Queríamos grabar las voces antes del rodaje para que la animación, los movimientos y las expresiones faciales encajaran con los diálogos de los actores. El primer nombre en el que pensamos fue Danielle Darrieux como mi abuela. Era la única que le podía hacer justicia, ella es divertida, inteligente y llena de ingenio y encanto. Le encanta divertirse, no se asusta ante las situaciones absurdas. Siempre atesoraré el tiempo que pasamos grabando su voz. Tuve el sueño de que Catherine Deneuve fuera la voz de mi madre. En Irán, los dos actores franceses más famosos eran ella y Alain Delon. Ella era perfecta para el papel. Cuando era editora jefe de Vogue, eligió veinte artistas para trabajar en un número y me incluyo a mí. Estaba tan orgullosa... Cuando le pregunté si pondría su voz, me dijo que sí de inmediato. Me sentí impresionada cuando dirigí e interpreté junto a ella. En algún punto del guión, se suponía que yo debía decir: “a las mujeres como tú sólo quiero follarlas contra la pared y arrojarlas a la basura”. Afortunadamente fue más fácil después de unos cuantos vasos de coñac. Sólo tras elegir a Chiara me di cuenta de que estaba añadiendo un nuevo capítulo a una glamourosa mitología cinematográfica, puesto que ellas ya habían sido madre e hija antes. En lo que se refiere a Chiara, había oído hablar de la película a través de su madre, y me llamó para hacer una prueba de voz, tras lo cual conectamos inmediatamente. Me encantó su voz, su talento, su personalidad, su generosidad. Trabajamos duro y ensayamos dos meses. Ella es adicta al trabajo, una perfeccionista, como Vincent y yo. Siguió cada paso del proceso y a menudo pasó por el estudio para visitarnos.
¿Cuál fue el momento más memorable de toda la experiencia?
La primera proyección para el equipo en un teatro en los Campos Elíseos. Al final, yo estaba llorando, como el resto del público.
Irán está aún en los periódicos. Aunque quiera que la película sea universal, no puede evitar que la gente lo vea bajo esa óptica...
Cierto, aunque a mis ojos la parte más exótica ocurre en Viena. La película no juzga, no dice: “esto está bien, eso está mal”. Sólo muestra que la situación tiene muchos matices. Ésta no es una película política con un mensaje que vender. Es sobretodo una película sobre mi amor por mi familia. Sin embargo, si el público occidental acaba por considerar a los iraníes como seres humanos, y no como una noción abstracta, como fundamentalistas islámicos, terroristas, el eje del mal, entonces sentiré que he hecho algo. No olvidemos que las primeras víctimas del fundamentalismo son los iraníes mismos.
¿Echa de menos Irán?
Por supuesto. Es mi país y siempre lo será. Si fuera un hombre, diría que Irán es mi madre y Francia mi mujer. Obviamente, no puedo olvidar todos esos años, cuando me despertaba con una vista una montaña de 18.700 pies de altura, cubierta de nieve, que dominaba mi vida y la de Teherán. Es duro pensar que no podré volver a verla. Lo echo de menos. Por otro lado, tengo la vida que quería. Vivo en París, una de las ciudades más bellas del mundo, con el hombre que amo, haciendo el trabajo que me gusta, me pagan por hacer lo que me gusta. Por respeto a los que se han quedado allí, que comparten mis ideas pero no pueden expresarlas, encontraría de mal gusto e inapropiado quejarme. Si me hubiera rendido a la desesperación, todo se habría perdido. Así que hasta el último momento mantendré la cabeza alta, y seguiré riendo porque no me quitarán lo mejor de mí misma. Mientras estés vivo puedes gritar y protestar, pero la risa es el arma más subversiva de todas.
en abc guionistas, 2007
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