Este Napoleón aparta la cara
del desplomado
cuerpo que sostiene a medias.
Las figuras centrales: sirios
o eso parecen
por su falta de uniformes.
El de rojo fija ojos sorprendidos
en el líder
como si fuera a darle un mensaje.
En la versión final y en expansión del Louvre
aquellas figuras se han ido.
En cambio, un cuerpo desplomado intenta
levantarse mientras Napoleón se acerca
para tocar sus heridas.
Esa versión tiene un exterior
que suena metálico a la luz del día
más allá de los arcos rayados
de la mezquita convertida
en hospital militar. Llamaríamos
a lo que ahora está fuera de Tel Aviv.
¿Cómo llamaríamos
a los sirios-palestinos?
¿Dónde viven
sus descendientes?
Tal vez en Damasco
o en un campo de refugiados
en Yarmuk
su miseria es densa y similar
a la casa de la peste,
una luz afín, ictérica—
pero que en un futuro están
fuera del marco
como fueron los prisioneros
con bayonetas que los dos días
de violaciones
y matanzas
que Napoleón envió como regalo
a sus hombres. Todos los ojos ahora
estás puestos sobre el Emperador
bajo un rayo de luz. O
crees o no que
tiene derecho a estar ahí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario