Vivimos lejos de nosotros, en distante fingimiento. Nos desaparecemos. ¿Por qué nos preferimos en esa oscuridad interior? Tal vez porque lo oscuro junta las cosas, cose los hilos de lo disperso. En el cobijo de la noche, lo imposible gana la suposición de lo visible. En esa ilusión descansan nuestros fantasmas. Escribo todo esto incluso antes de empezar. Escritura de agua de quien no quiere recuerdos, el definitivo destino de la tinta. Todo por Maneca Mazembe, el pescador ciego. El caso fue que él se vació ambos ojos, dos pozos bebidos por el sol. Cómo perdió la vista es cosa de no creer. Existen esas historias que, cuanto más se cuentan, menos se conocen. Muchas voces, al final, sólo producen silencio.
en Cada Homem é uma Raça, 1990
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