Mucho
me hablaron de este pueblo, dicen
que
es posible mirar el sol fijamente, envejecer
de
golpe detrás de unos gladiolos
y
morir escuchando las risas de los niños
que
danzan alrededor de la casa en llamas.
Yo
no sé quién es usted ni cuál es su nombre,
sólo
sé que mis hijos serían felices
viviendo
en este pueblo. Míreme bien,
¿soy
digno de entrar en su casa? Mis ojos,
¿le
recuerdan los de algún ser querido? Mis manos,
¿son
las de un trabajador? Quisiera
compartir
con usted algunas horas, nada más.
El
tiempo pasa y siento que mi piel se desprende
en
escamas. Me han dicho que es posible
mirar
el sol fijamente, que es posible
envejecer
de golpe detrás de unos gladiolos.
Expulsé
de mi casa las crías de mis manos,
toda
mi vida la pasé colgado del destino
y
heme aquí, buscando reposo.
Soy
el que soy, un ojo en la penumbra,
un
peñasco que espera la hora propicia
para
arrojarse al mar que refleja todas las cosas.
Yo
no sé quién es usted ni cuál es su nombre,
pero
su rostro es el rostro del mar
que
refleja todas las cosas. Y que no dice palabra.
en Tres bóvedas, 2003
Fotografía de Héctor González de Cunco
Fotografía de Héctor González de Cunco
No hay comentarios.:
Publicar un comentario