El hombre que adivina su única condena.
El hombre que marchita su mirada limpia.
El hombre que destroza su fe y su esperanza
es casi como un sol que nunca amaneciera,
es casi como el agua sin ritmo ni alegría.
Piedra sobre piedra. Llanto sobre llanto.
en Demonio de la nada, 2005
2 comentarios:
Gracias querido Andrés.
Me hace sentido tu poema.
Me agrada leerte.
Besos.
¡Gracias por compartir!
Saludos & ✿
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