El espectáculo es eso. Espada y vena.
Un soñador incapaz de ver más allá del horizonte.
Hoy es mejor que mañana, pero los muertos son los que
Se renovarán y nacerán cada día
Y cuando intenten dormir, los conducirá la matanza
De su letargo hacia un sueño sin sueños. No importa
El número. Nadie pide ayuda a nadie. Las voces buscan
Palabras en el desierto y responde el eco
Claro, herido: No hay nadie. Pero alguien dice:
“El asesino tiene derecho a defender la intuición
del muerto”. Los muertos exclaman:
“La víctima tiene derecho a defender su derecho
a gritar”. Se eleva la llamada a la oración
desde el tiempo de la oración a los
féretros uniformes: ataúdes levantados deprisa,
enterrados deprisa... no hay tiempo para
completar los ritos: otros muertos llegan
apresuradamente de otros ataques, solos
o en grupos... una familia no deja atrás
huérfanos ni hijos muertos. El cielo es gris
plomizo y el mar es azul grisáceo, pero
el color de la sangre lo ha eclipsado
de la cámara un enjambre de moscas verdes.
Ramala, agosto del 2006
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