Quisiera haberles conversado respecto de mis impresiones de un recorrido por las réplicas de las carabelas con las que Colón hizo sus viajes en búsqueda de nuevos mercados para el imperialismo español. Más allá de las funestas consecuencias de los mismos (y sabiendo que el navegante genovés que por varias décadas se preocupó de informarse de los resultados de los viajes precedentes de islandeses y holandeses y así, entre otros “detalles”, antes de iniciar la navegación hacia el “nuevo” continente tuvo la certeza de que la Tierra era en verdad redonda pero que luego se equivocó de destino..., bochorno bien disimulado hasta ahora): mi admiración por la osadía aventurera de los seres humanos. En el punto de salida de las carabelas en Puerto de Palos ya no hay mar. Parado frente al fango, bajo el sol abrasador del otoño europeo, me imagino la incertidumbre en esas frágiles embarcaciones en medio del océano.
Ahora, bajo la persistente lluvia y el frío de la primavera nuestra (el galopante cambio climático), a la hora de los Sueños, pienso en Ernesto “Che” Guevara y en Miguel Enríquez, seres humanos maravillosos, asesinados un día de octubre por las tropas horrendas del capitalismo.
Pero la historia nos sigue remeciendo de manera terrible en nuestro país Mapuche. Niñas y niños heridos, ancianas y ancianos heridos, mujeres y hombres heridos por las huestes rabiosas del Estado chileno. No hay casi palabras para describir lo que ha venido sucediendo en estos días / en estos años de pretendido mandato “democrático” de los “implícitamente derrocados” y explícitamente derechizados gobiernos de la Concertación.
En Chile y en Argentina se insiste hoy con más fuerza en la continuidad de las denominadas “Pacificación de la Araucanía” y “Campaña del desierto”. Se solazan -con prepotencia de siglos- latifundistas y estancieros y grandes empresarios de la banca, de las forestales, de la minería, de las hidroeléctricas, etc. Como lo denuncian Darío Aranda en Diario Pagina/12 y Bartolomé Clavero (miembro del Foro Permanente de Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas), no sólo recurren a sus monopolios de comunicación y a su “vinculación” con los tribunales de justicia, sino que pretenden usar -como aval en sus abusos- a investigadores y a centros universitarios.
En Argentina, el caso del “historiador” patagónico Rodolfo Casamiquela que fue contratado por un estanciero como “perito” en un juicio por usurpación de tierra a un anciano mapuche. En Chile, como señala Clavero, “el último paso realmente sorpresivo se ha producido finalizando octubre con la suscripción formal de un Convenio entre el Ministerio de la Secretaría General de la Presidencia y un centro universitario de realización del catastro de tierras y registro de aguas mapuche (Centro de Ciencias Ambientales –EULA- de la Universidad de Concepción) para evaluar disponibilidades, de forma que prácticamente se traslada la capacidad decisoria sobre tales recursos del primero al segundo, del ámbito político al ámbito académico (...)”. “No hay modo de salir de la sorpresa. Lo primero que establece el propio Convenio 169 para su puesta en práctica es que debe hacerse mediante consulta con la parte indígena. Más todavía (artículo 6), a partir de la entrada en vigor que ya se ha producido del Convenio, ‘cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente’ a indígenas, aléguese o no el Convenio, haya o no haya previsión en el mismo sobre el asunto del caso, debe procederse a la consulta previa”.
Continúan los montajes policiales y judiciales y los allanamientos a nuestras comunidades y a casas y oficinas de nuestra Gente. Claro, no hay intención ni menos voluntad de consultar. En su escrito “Lo violento de vivir en Araucanía”, Fernando Ulloa V. (magíster en historia) nos está diciendo: “¿Es ésa la sociedad que queremos? ¿Ése era el progreso que entró a Ngulumapu (Araucanía), junto con el tren que pasó por el Viaducto del Malleco que Balmaceda inauguró? ¿Ésa es la civilización que el diputado Vicuña Mackenna promovía (además de la incorporación de Rapa Nui)?” “Nuestra sociedad de lo instantáneo se ufana celebrando los últimos doscientos años; cuando acá hay gente que lleva más de 13 mil (y es lo que hemos podido encontrar, el resto podría estar bajo el mar)”. “Cuando niños nos llenaron la cabeza -con el respeto que merecen los historiadores de lo occidental- de dinastías egipcias, de formaciones romanas, de señores feudales y castillos, cuando en América las sociedades fueron tanto o mayormente complejas. Nada de historia del barrio, nada de Historia Regional”. “Durante el período republicano no se ocupó la palabra “Chile” hasta 1824, por decreto. Al año siguiente se firmó el Tratado de Tapihue que reconocía Autonomía del Biobío al Sur. Eso no es un país dentro de otro, eso es ‘la ropa sucia se lava en casa’. “Lo violento de vivir en Araucanía es tener que ver en el kiosko de la esquina prensa que ha sido cómplice del despojo”. “Lo violento de Araucanía es que mañana por decir esto, yo podría ser acusado de ser el autor de todos los hechos de violencia de la zona, de poner bombas y de ser ‘indigenista’ por preocuparme de aprender otro idioma (el mapuzugun) tan válido como el inglés o el chino mandarín”.
Ahora, bajo la persistente lluvia y el frío de la primavera nuestra (el galopante cambio climático), a la hora de los Sueños, pienso en Ernesto “Che” Guevara y en Miguel Enríquez, seres humanos maravillosos, asesinados un día de octubre por las tropas horrendas del capitalismo.
Pero la historia nos sigue remeciendo de manera terrible en nuestro país Mapuche. Niñas y niños heridos, ancianas y ancianos heridos, mujeres y hombres heridos por las huestes rabiosas del Estado chileno. No hay casi palabras para describir lo que ha venido sucediendo en estos días / en estos años de pretendido mandato “democrático” de los “implícitamente derrocados” y explícitamente derechizados gobiernos de la Concertación.
En Chile y en Argentina se insiste hoy con más fuerza en la continuidad de las denominadas “Pacificación de la Araucanía” y “Campaña del desierto”. Se solazan -con prepotencia de siglos- latifundistas y estancieros y grandes empresarios de la banca, de las forestales, de la minería, de las hidroeléctricas, etc. Como lo denuncian Darío Aranda en Diario Pagina/12 y Bartolomé Clavero (miembro del Foro Permanente de Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas), no sólo recurren a sus monopolios de comunicación y a su “vinculación” con los tribunales de justicia, sino que pretenden usar -como aval en sus abusos- a investigadores y a centros universitarios.
En Argentina, el caso del “historiador” patagónico Rodolfo Casamiquela que fue contratado por un estanciero como “perito” en un juicio por usurpación de tierra a un anciano mapuche. En Chile, como señala Clavero, “el último paso realmente sorpresivo se ha producido finalizando octubre con la suscripción formal de un Convenio entre el Ministerio de la Secretaría General de la Presidencia y un centro universitario de realización del catastro de tierras y registro de aguas mapuche (Centro de Ciencias Ambientales –EULA- de la Universidad de Concepción) para evaluar disponibilidades, de forma que prácticamente se traslada la capacidad decisoria sobre tales recursos del primero al segundo, del ámbito político al ámbito académico (...)”. “No hay modo de salir de la sorpresa. Lo primero que establece el propio Convenio 169 para su puesta en práctica es que debe hacerse mediante consulta con la parte indígena. Más todavía (artículo 6), a partir de la entrada en vigor que ya se ha producido del Convenio, ‘cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente’ a indígenas, aléguese o no el Convenio, haya o no haya previsión en el mismo sobre el asunto del caso, debe procederse a la consulta previa”.
Continúan los montajes policiales y judiciales y los allanamientos a nuestras comunidades y a casas y oficinas de nuestra Gente. Claro, no hay intención ni menos voluntad de consultar. En su escrito “Lo violento de vivir en Araucanía”, Fernando Ulloa V. (magíster en historia) nos está diciendo: “¿Es ésa la sociedad que queremos? ¿Ése era el progreso que entró a Ngulumapu (Araucanía), junto con el tren que pasó por el Viaducto del Malleco que Balmaceda inauguró? ¿Ésa es la civilización que el diputado Vicuña Mackenna promovía (además de la incorporación de Rapa Nui)?” “Nuestra sociedad de lo instantáneo se ufana celebrando los últimos doscientos años; cuando acá hay gente que lleva más de 13 mil (y es lo que hemos podido encontrar, el resto podría estar bajo el mar)”. “Cuando niños nos llenaron la cabeza -con el respeto que merecen los historiadores de lo occidental- de dinastías egipcias, de formaciones romanas, de señores feudales y castillos, cuando en América las sociedades fueron tanto o mayormente complejas. Nada de historia del barrio, nada de Historia Regional”. “Durante el período republicano no se ocupó la palabra “Chile” hasta 1824, por decreto. Al año siguiente se firmó el Tratado de Tapihue que reconocía Autonomía del Biobío al Sur. Eso no es un país dentro de otro, eso es ‘la ropa sucia se lava en casa’. “Lo violento de vivir en Araucanía es tener que ver en el kiosko de la esquina prensa que ha sido cómplice del despojo”. “Lo violento de Araucanía es que mañana por decir esto, yo podría ser acusado de ser el autor de todos los hechos de violencia de la zona, de poner bombas y de ser ‘indigenista’ por preocuparme de aprender otro idioma (el mapuzugun) tan válido como el inglés o el chino mandarín”.
Santiago, 06 de noviembre de 2009
en El periodista
Fotografía de Héctor González de Cunco
en El periodista
Fotografía de Héctor González de Cunco
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