miércoles, julio 06, 2011

"Lecciones de una protesta", de Álvaro Cuadra



Los chilenos hemos asistido a una de las más masivas manifestaciones ciudadanas de los últimos años. Esto plantea algunas cuestiones de fondo que es indispensable esclarecer. Se ha dicho que hay tres modos de no comprender los problemas que se plantean: Primero, negar o no ver el problema. Segundo, ver el problema pero ser incapaz de advertir una solución posible. Tercero, no plantear el asunto en el nivel analítico que reclama. Así, entonces, es menester reconocer que las demandas planteadas por los estudiantes han excedido el ámbito propiamente educacional para instalarse como una demanda ciudadana. No nos engañemos, estamos ante un amplio malestar ciudadano con el actual estado de cosas al que nos ha conducido el llamado “modelo chileno”, instaurado en la década de los ochenta.

La protesta ciudadana, encabezada por los estudiantes, divide verticalmente a la sociedad chilena y ha desbordado los cauces previstos por la institucionalidad política, incluidos los partidos oficialistas y opositores. Entre las muchas lecciones que deja esta protesta masiva, es que por vez primera en mucho tiempo, los ciudadanos “saben que pueden”. De modo que, utilizar como distractores de opinión pública actos aislados y marginales de violencia callejera es negar y no abordar el problema de fondo. La protesta ha llamado la atención por su lúdica claridad y nitidez, se reclama la presencia del estado en garantizar un derecho fundamental: Educación gratuita para los chilenos. Pongamos las cosas en su lugar: Acusar a los estudiantes de “ideologizar” sus demandas es de una torpeza solo concebible en autoridades enceguecidas por la ideologización neoliberal, incapaces, por tanto, de entender siquiera la diferencia entre un derecho y un negocio.

La masiva protesta ciudadana pone en jaque a un gobierno que ha perdido la iniciativa política, arrastrando con ello al conglomerado opositor. Una derecha anclada a una constitución y a una ideología de hace ya más de tres décadas ha perdido, irónicamente, su capacidad para el cambio que prometió. Una amplia mayoría de chilenos y, muy especialmente, las nuevas generaciones reclaman, justamente, un cambio profundo en el país. Atentos e informados sobre las realidades de otras democracias más avanzadas en el mundo, sensibles y cada vez más conscientes de sus derechos, los chilenos están, hoy, menos dispuestos a seguir viviendo una democracia autoritaria: un sistema injusto y abusivo, arcaico y clasista.

Si reconocemos el problema planteado en toda su radicalidad, es claro que, en el futuro inmediato, es imperativo avanzar hacia una reconfiguración del mentado “modelo chileno”. Aquellos políticos que sean capaces de atender al clamor de las mayorías y que posean el talento y la valentía de “pensar en grande”, podrán liderar el cambio que Chile reclama. Cualquiera sea la fórmula democrática para modificar el rumbo del país, ésta deberá conjugar términos que, hasta aquí, parecen excluyentes: crecimiento económico y justicia social, desarrollo y democracia. La historia suele imprimir sus tiempos y sus ritmos a las sociedades humanas, la sabiduría política consiste en saber descifrar las sendas y horizontes que nos señalan. En esta segunda década del siglo XXI, es hora de ir dejando atrás la herencia infame de tanto prejuicio, de tanta injusticia y avanzar sin miedo hacia un Chile más justo, más digno.









en rebelion.org, 5 de julio, 2011










Fotografía de Juan Carlos Villavicencio










4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu foto está increíble.

Te dejo una pregunta: el autor afirma
"Una amplia mayoría de chilenos y, muy especialmente, las nuevas generaciones reclaman, justamente, un cambio profundo en el país". Pero, ¿no fue una mayoría también la que votó precisamente para que saliera este gobierno? ¿qué pasó? ¿creían que la derecha iba a traer la revolución? ¿se generó conciencia en cosa de una año? yo desconfío de las mayorías caprichosas,

saludos,

Villavicencio dijo...

Primero: la mayoría que votó a Piraña es la mayoría inscrita en los cartones electorales, lo que no significa que representen a toda la ciudadanía que eventualmente podría votar. Lo que pasó con las elecciones presidenciales pasadas es que hubo un claro voto de rechazo -más que un voto de apoyo directo a la derecha- a la Concertación, dado que los que supuestamente eran nuestros amigos, no han sido más que traidores. Pero la derecha demostró que su traición a la República podía ser mayor y ya es la ciudadanía la que ya no aguanta más este modelo, esta vergüenza de sistema heredado por la dictadura y sostenido por la Concertación y ahora exacerbado más aún por Piraña y su séquito. Todo lo anterior da como resultado un "Basta" como consciencia nueva, necesaria hace tanto y eso es lo revolucionario. Las mayorías -caprichosas como dices o no- son las que optan en la democracia, o en la seudo-democracia en la que estamos. Y para ser parte, hay que votar.

Villavicencio dijo...

Y gracias por lo de la foto.

Anónimo dijo...

Moraleja: no votes por alguien que no estés dispuesto a aguantar por cuatro años.