una asamblea de águilas del desierto surge de tu rencor,
cada una lleva una piedra – esta para marcar la sangre
dejando tu cuerpo, tu rostro ahora una gruta blanca como la leche,
& otra de la basílica en tu corazón destruido, en parte,
por tu propia revuelta, & otra por la reconstrucción,
& otra piedra angular para la puerta de la humildad que impide
a otros entrar a cabalgando, otra del fondo
de tus entrañas que son los campos de los pastores, otra
de la cueva donde enterraban niños si se pudieran seguir
enterrando aquí, otra del asentamiento, del valle del fuego,
del bazaar, de la ciudad con cúpulas de esmeralda, para la pesca reciente
(la favorita de tu bisabuelo), otra para la población que
se dispara hacia las nubes, otra para lo concedido & otra
para lo quitado, otra por cada nombre del rebaño:
un cónclave, un fulgor, nadar, por cada nombre
del rebaño que ya conoces: congreso, extravagancia, asedio,
junco, dispersión, por el nombre del rebaño que
ya conoces & usas como recuerdo: una omnisciencia,
una ráfaga, un escalofrío, una colonia, una ascensión. Una
para la primera ciudad en enarbolar la bandera, la ciudad más antigua
del mundo,
& otra de la cisterna que, seca por milenios, ahora se comienza a llenar.
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