martes, noviembre 12, 2024

«Ante el dolor de Palestina», de Violeta Rodríguez






Una foto muestra a una niña herida. Tiene vendas que le cubren la cabeza, su mirada refleja una tristeza profunda. En la descripción de esta imagen compartida en una red social, se lee: «Ella es Nour Ashour, tiene 4 años y ha sobrevivido tres veces a los bombardeos. La primera vez estaba en la ciudad de Gaza, en su hogar. Su madre murió entonces. Una semana después ocurrió en Khan Yunis, lugar que también fue el objetivo de un bombardeo, que le causó múltiples heridas en la cara. Tan sólo días más tarde, un tercer ataque le provocó lesiones en la cabeza».

Existen en redes sociales cientos de imágenes que muestran historias del indescriptible dolor humano en Gaza. Como la del médico cirujano que tuvo que amputar sin anestesia a su propio hijo. Al final, el niño no sobrevivió, y la imagen que nos llega es la del médico desconsolado. Alrededor de él, se ve a sus compañeros intentando darle consuelo.

Estas imágenes no han salido ni en la prensa ni son los titulares de los noticieros hegemónicos del Norte Global. Son compartidas en las redes sociales por periodistas palestinos, la mayoría de los cuales tienen alrededor de 20 años. Las imágenes documentan las consecuencias de los intensos bombardeos en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre del 2023, día en que Hamás perpetró un ataque en el sur de Israel con un saldo de 1,200 muertos y más de una centena de rehenes. En la Franja de Gaza a dos meses del 'conflicto' se cuentan 18,205 muertos: el 70% corresponde a las infancias. Recientemente, la Organización Save the Children comunicó que cada 10 minutos se asesina a una niña o un niño en Gaza. Se suman a estos datos los millares de heridos y los 1.9 millones de palestinos desplazados; mientras que en Cisjordania han muerto 273 palestinos de los cuales 70 eran niños y niñas.*

Las y los jóvenes periodistas de Palestina no sólo están en el terreno, viven —sufren— las consecuencias del asedio y documentan la falta de agua, combustible y alimentos. Como Bisan (@wizard_bisan1), quien antes de narrar su día a día frente a su teléfono móvil dice: «Hola, soy Bisan, aún estoy viva». O como Motaz Azaiza (@Motaz_Azaiza), quien se ha convertido en el símbolo del periodismo palestino con más de 17 millones de seguidores en su cuenta de Instagram. Con tan solo 24 años, Motaz trabaja para el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés). En su cuenta de Instagram tiene una gran cantidad de fotografías y videos que muestran los ataques a hospitales, campos de refugiados, escuelas y zonas habitacionales de la zona norte de Gaza. Como otros periodistas, Motaz ha perdido a un gran número de sus sus familiares.**

No es la primera vez que se documenta en redes sociales el 'conflicto' entre Palestina e Israel. En el libro Conflict is not Abuse (2016), Sarah Schulman hace una genealogía de los eventos de 2014 en Palestina, según su representación en las plataformas de Twitter y Facebook. Con base en comentarios y tweets, analiza la construcción imaginaria del 'otro' (palestino) y la consecuente justificación del 'abuso' por parte del ejercito israelita que en ese año dejó un saldo de más de 2,000 muertos.

Nueve años más tarde, las redes sociales no son lo que fueron. La imagen prevalece en la comunicación socio-digital. Sigue, entonces, la pregunta obligada sobre cómo estas imágenes nos interpelan y qué efectos tienen en nuestra subjetividad y en la colectividad en un mundo interconectado. Desde cierto punto de vista, se puede argumentar que el hecho de mirar esta enorme cantidad de contenido multimedia puede conllevar el peligro de tornarnos insensibles ante el dolor ajeno. Una saturación visual que nos aleja de la realidad, y nos hace caer en el morbo o la fascinación por el horror. Desde el análisis del fotoperiodismo, Susan Sontag subrayó el sentimiento de alivio que algunas personas experimentan al identificar el dolor en una situación ajena que no les afecta. «El drama de la guerra no me pasa a mí», parecen decir.
Entonces, qué les espera a estas imágenes y sus narraciones capturadas por personas que están sumidas en una situación que para 'nosotros' resulta inimaginable. ¿Hay lugar para una mirada sensible hacia el sufrimiento del otro, esa alteridad construida bajo los imaginarios y representaciones de Occidente? ¿Debemos cerrar los ojos ante estas imágenes? Mi respuesta es 'No'. Sobre todo, si tenemos en cuenta el contexto de producción de estas imágenes y la intención clara de las y los periodistas palestinos por mostrar una realidad que ha sido invisibilizada por la mayoría de la prensa internacional. Cada imagen representa una historia que no debe repetirse. 

El acto de mirar tiene el poder de irrumpir en nuestro sentido del mundo, de ir más allá de la ilusión de nuestra burbuja cotidiana para acercarnos a realidades que no son ni pueden ser ajenas. El reconocimiento de la (con)moción visual puede llevarnos a la reflexión, la empatía y la búsqueda de una comprensión más compleja de una realidad producida en la desigualdad y la impunidad. La Franja de Gaza articula en su dolor una larga lista de atropellos a la condición humana. No podemos cerrar los ojos ante la realidad de las y los palestinos por más cruda y dolorosa que sea. De lo contrario, como afirmó José Saramago —en la Sesión sobre Palestina en la Casa de Alentejo en Lisboa el 4 de junio de 2007—: «Un día se escribirá la historia del sufrimiento del pueblo palestino y ésta será un monumento a la indignidad y cobardía de los pueblos».


en Revista Común, 15 de diciembre, 2023






Notas

* Actualización DscnTxt: En la Franja de Gaza a 400 días del 'conflicto' se cuentan 43,655 muertos.


** Tampoco hay que olvidar que desde el 7 de octubre ha habido 'apagones' en los servicios de Internet, que deja sin conexión a las y los periodistas palestinos que utilizan las redes sociales. El día 14 de diciembre, el Ministerio de Comunicaciones y Tecnología de la Información en Palestina (WAFA) anunció la interrupción completa de todos los servicios de comunicaciones e Internet para las empresas Paltel y Ooredoo en el centro y sur de la Franja de Gaza debido a la continua agresión israelí.






Referencias

Schulman, Sarah (2016). Conflict Is Not Abuse: Overstating Harm, Community Responsibility, and the Duty of Repair. Vancouver: Arsenal Pulp Press.

Sontag, Susan (2004). Ante el dolor de los demás. Madrid: Santillana Ediciones.

 













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