Mi lista de amigos se va reduciendo a pequeños ataúdes esparcidos por aquí y allá. No puedo atrapar en el aire a mis amigos que vuelan por los misiles. No puedo traerlos de vuelta. No puedo consolarlos y no puedo llorar. Ya no sé qué hacer.
Cada día ustedes son menos. Estos no son sólo nombres: somos todos nosotros sólo con caras y nombres distintos.
Oh Señor, ¿qué debemos hacer ante este gran festín de muerte?
Aquí no hay icono alguno que los traiga de vuelta, incluso de mentira…
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