domingo, noviembre 19, 2017

"Frente Amplio: lo lograron", de Óscar Contardo






Beatriz Sánchez nos tapó la boca. El Frente Amplio nos tapó la boca. Primero, dejaron en silencio a las empresas encuestadoras que pronosticaban un delicuescente porvenir para la candidatura presidencial de Sánchez y para muchos de los candidatos del conglomerado. Y no fue así. Luego fue el turno de callarnos a nosotros –periodistas, comentaristas– que confiamos en esos datos técnicos elaborados por expertos como si realmente reflejaran la realidad como un cuerpo que se enfrenta a un espejo. Y no lo hacían. Las encuestadoras prometían una herramienta para describir los acontecimientos y lo que entregaban era un martillo para machacarlos. La elección presidencial y parlamentaria de ayer demostró que el Frente Amplio era mucho más fuerte de lo que pensábamos, que su desempeño estaba mucho mejor evaluado por la ciudadanía de lo que creíamos y que su candidata tenía una fortaleza que en ciertas zonas fue superior al candidato Guillier. ¿Podría haber pasado a segunda vuelta de haber sido otro el escenario, uno menos hostil? Yo creo que sí.

Hoy, lunes 20 de noviembre, el Frente Amplio es muy distinto al conglomerado que era ayer. Ya no son más los novatos de la izquierda, ni los egresados recientes de un campus universitario que los resguardaba del rigor de la política en mayúscula. Ya no se pueden permitir los tropezones de una adolescencia repentina que los tironea entre un maximalismo rabioso y la ansiedad indolente del niñato que lo quiere todo sin hacerse responsable de nada. Ahora la ciudadanía a la que apelaron con tanto ahínco les hizo un guiño, les envió un mensaje: confiamos en su diagnóstico y también en sus propuestas. El electorado parece haberles perdonado las debilidades demostradas durante los conflictos internos, la obsesión por exhibirse en las redes sociales, los arrebatos de moralina escolar, el bochornoso paso por el Mineduc y el fracaso de la Municipalidad de Providencia. ¿Por qué? Tal vez porque a pesar de todos esos defectos, de esa identidad patchwork hecha de tantos núcleos, partidos y movimientos que a veces parecen ser agrupaciones de disgustados más que conglomerados políticos, está la idea de un futuro posible. Algo que se está gestando en contraposición a un algo que se está muriendo, encarnado por la Nueva Mayoría y más nítidamente por la Democracia Cristiana. Es cierto que la seguridad puede ser un valor atractivo, pero cuando se hace absoluto se acerca demasiado a la muerte. ¿Y quién querría votar por un muerto?

Así pueden interpretarse las cifras alcanzadas por Beatriz Sánchez y por los 21 diputados electos hasta ahora (según los datos que tengo a mano mientras escribo esta columna). El Frente Amplio ha logrado hacer una conexión que creíamos que no se produciría. Había razones más allá de las encuestas para pensar así. Basta pensar en el magro resultado que obtuvieron en las primarias y las polémicas absurdas que salpicaron a sus principales líderes. Pero la campaña hizo contacto con las personas, incluso con aquellos que viven más allá de los límites de las comunas más ricas de Santiago con las que se les suele identificar. Ese desafío lo alcanzaron ayer. A partir de esta semana ya no serán mirados del mismo modo   –ni por sus contrincantes ni por sus adherentes–, y lo que decidan hacer de cara a la segunda vuelta no sólo marcará el futuro de ellos, del Frente Amplio. También determinará el futuro de la izquierda chilena y el del país.

Hicieron historia, deben estar a la altura de ese logro.












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