Ante nosotros las olas
corren, corren sin cesar,
como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
Dice la esposa: ¿no es cierto
que nunca habrás de tornar
junto a esa mujer lejana?
Y yo le digo: ¡jamás!
Ella pregunta: ¿no es cierto
que ya nunca volverás
a celebrar su hermosura?
Y yo contesto: ¡jamás!
Ella interroga: ¿no es cierto
que nunca habrás de soñar
con sus fatales caricias?
Y yo respondo: ¡jamás!
Las olas mientras hablamos
corren, corren sin cesar,
como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
Dice la esposa: ¿no es cierto
que nunca me has de olvidar
para pensar sólo en ella?
Y yo le digo: ¡jamás!
Ella pregunta: ¿no es cierto
que ya nunca la amarás
como la amaste hasta ahora?
Y yo contesto: ¡jamás!
Ella interroga: ¿no es cierto
que su imagen borrarás
de tu mente y de tu almas?
Y yo murmuro: jamás...
Los dos callamos. Las olas
corren, corren sin cesar,
como si algo persiguieran
sin alcanzarlo jamás.
en
Sus mejores poemas (Antología), 1928
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