La naturaleza duerme con vosotros en la cama siniestra
de la soledad, cabrona de los genios.
Entristecidos y autoritarios, grandes como los
sepulcros, oficiáis en las iglesias subterráneas del yo los ritos nocturnos,
las fiestas profundas de la Egolatría, como trascendentales psicólogos
monumentales de los sábados rojos y los campanarios de los legionarios
populares…
Toda la grandeza de los tiempos aúlla con vosotros,
solitarios, y la curva egregia del hombre.
Sobre las últimas cumbres de la existencia edificasteis
la guarida negra —inmensa— regia casa de leones y allí os nacieron vuestros
hijos de piedra y sangre y tierra terrible, a la sombra imperial del sol,
bramando los triángulos fundamentales de los cánticos fenomenales de
fenomenales.
Frente a frente a la sima trágica y los abismos
catastróficos de la conciencia, estuvisteis cien millones de épocas,
solitarios, con toda la eternidad degollada a la espalda del cerebro: ¡Salud,
oh! ¡Hermanos…!
en Antología 1916-1953, 1954
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