El picaflor es una flor aérea, un temblor del aire, una
reunión de vírgenes colores. Increíblemente diminuto, se alimenta de néctares
silvestres y no quiere más para vivir feliz en su oficio de bebedor de
ambrosías. No tiene flores preferidas,
porque todas lo enamoran, y él es voluble, inconstante, olvidadizo. Pero se le
ve con preferencia entre las campánulas, entre las fucsias violentas y en
general entre aquellas flores que ofrecen a su largo pico succionador algo así
como una forma de túnel perfumado. La madreselva toda florecida tiembla de
rubor cuando siente pasar por su lado a este donairoso Don Juan de los
jardines. Pero el picaflor no tiene tiempo para tanto propósito nupcial. Los
campos de Boroa, de Imperial y de Lautaro parecen verdaderos océanos floreales,
y la avecilla vaporosa, ni aun en compañía de las abejas y de las mariposas,
pudiera dar contento a tanta solicitud de amor.
en Pajarería chilena, 1995
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