En
noches desveladas,
las
murallas de adobe oscuro
se
deshilachan en mi cuarto;
pienso,
un temblor
puede
alzarlas en un árbol de polvo
arrollándolas
conmigo;
también
pienso,
a
pesar que la muerte nos acecha
cada
día más cerca,
ya
no tengo amigos
pues
no hay donde sentarlos
ni
vino que ofrecerles,
tampoco
conversación para darles
sin
una maldición:
no
me quedan alegres risas
de
tierra recién mojada.
Pero
siempre, a pesar de todo,
aunque
sea por fin tarde
llega
el sueño.
en Horario de caracol, 1963
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