jueves, marzo 28, 2013

“Paris, Texas”, de Wim Wenders








Diálogo del peepshow
Cabina de un peepshow. Travis y Jane. Una mampara les separa.
Él la ve a ella, pero ella a él no.



Travis - Hola.
Jane - Hola.

T - ¿Puedo contarte una cosa?
J - Claro, lo que quieras.

T - Es un poco largo.
J - Tengo tiempo de sobra.

(Travis gira su silla para quedar de espaldas a Jane).

T - Conocí a unas personas.
J - ¿Qué personas?

T - Una pareja... Estaban muy enamorados. La chica era muy guapa, unos diecisiete o dicieocho años. Él era bastante mayor, un poco salvaje y rebelde. Ella era muy guapa… Juntos convirtieron todo en una aventura; a ella le gustaba. Incluso ir al supermercado se convertía en una aventura. Siempre reían por tonterías. A él le encantaba hacerla reír, y no se preocupaban por lo demás, porque lo único que querían era estar juntos. Siempre estaban juntos.
J - Parece que eran muy felices.

T - Sí, lo eran. Eran muy felices, y él la quería más de lo que creía posible. No soportaba estar lejos de ella durante el día cuando iba a trabajar. Abandonaba los trabajos por estar con ella en casa, y buscaba otro trabajo cuando se terminaba el dinero, y lo volvía a abandonar. Al poco tiempo, ella empezó a preocuparse.
J - ¿Por qué?

T - Por el dinero, supongo. Por no tener suficiente, por no saber cuando llegaría el próximo ingreso.
J - Conozco esa sensación.

T - Él empezó a destrozarse por dentro.
J - ¿Qué quieres decir?

T - Pues tenía que trabajar para mantenerla, pero no soportaba estar separado de ella.
J - Comprendo.

T - Cuanto más tiempo estaba lejos de ella, más loco se volvía. Pero después empeoró, se volvió loco de verdad. Empezó a imaginar cosas extrañas.
J - ¿Cómo qué?

T - Pensó que ella veía a otros hombres cuando no estaba. Cuando volvía a casa, la acusaba de pasar el día con otro. Gritaba y rompía cosas en la casa rodante.
J - ¿La casa rodante?

T - Si, vivían en una casa rodante.
J - Perdona, ¿estuviste aquí el otro día? No quiero ser pesada...

T - No.
J - Por un momento, creí reconocer tu voz.

T - No, no era yo.
J - Sigue por favor.

T - Después empezó a beber y a llegar tarde para ponerla a prueba.
J - ¿Qué quiere decir con ponerla a prueba?

T - Ver si se ponía celosa… Él quería que se pusiera celosa y no lo conseguía, y eso le desesperaba.
J - ¿Por qué?

T - Porque pensaba que si ella nunca se ponía celosa era porque no le importaba. Entonces, una noche ella le dijo que estaba embarazada. Tenía tres o cuatro meses y él ni siquiera lo sabía. Todo cambió de repente, dejó de beber y consiguió un trabajo fijo. Estaba convencido de que sí le amaba, porque iba a tener un hijo suyo. Él pensaba formar un hogar para ella. Pero empezó a ocurrir algo raro.
J - ¿Qué pasó?

T - Ni siquiera lo notó al principio, pero ella empezó a cambiar. Desde que nació el niño se irritaba con todo lo que la rodeaba, se enfadaba por todo. Incluso el niño le parecía una injusticia. Él seguía intentando que todo estuviera bien para ella; la compraba cosas, la sacaba a cenar una vez por semana, pero nada parecía satisfacerla. Durante dos años, luchó por volver a estar unidos como al principio. Pero, finalmente, supo que eso no resultaría. Así que volvió al alcohol, pero esta vez en serio. Cuando llegaba tarde a casa ella ya no estaba ni preocupada ni celosa, sólo enfurecida. Le acusaba de tenerla atada por haberle hecho un hijo. Le dijo que soñaba con escaparse… Sólo soñaba con una cosa: escapar… Ella se veía a sí misma corriendo por la noche, desnuda por una carretera atravesando campos y cauces de río, siempre corriendo. Y siempre justo cuando estaba a punto de conseguirlo, él aparecía y siempre la atrapaba. Aparecía justo para atraparla… Y cuando le contó esos sueños, él los creyó… Sabía que tenía que atraparla o se iría para siempre. Así que ató una campanilla a su tobillo para poder oírla por la noche si se levantaba de la cama. Pero ella aprendió a silenciarla con un calcetín. Poco a poco consiguió escurrirse de la cama y salir al exterior. Una noche la descubrió cuando se cayó el calcetín, y la oyó intentar correr hacia la carretera. La tomó y la arrastró a la casa rodante, la ató a la cocina con su cinturón, la dejó allí y volvió a la cama. Se acostó a oírla gritar. Entonces oyó gritar a su hijo y se sorprendió porque no sentía nada. Todo lo que quería era dormir… Por primera vez deseó estar lejos de allí. Deseó estar perdido en un país donde nadie le conociera, un lugar sin gente, ni calles. Soñó con ese sitio sin conocer su nombre, y cuando despertó, estaba ardiendo. Había llamas azules quemando sus sábanas. Corrió a través de las llamas hacia las únicas personas que amaba, pero se habían ido… Sus brazos estaban ardiendo, se lanzó fuera y rodó sobre el suelo mojado. Luego corrió. Nunca miró atrás hacia el fuego. Sólo corrió. Corrió hasta que el sol salió y no pudo correr más. Cuando el sol se ocultó, corrió otra vez. Durante cinco días corrió así, hasta que toda señal humana desapareció.
J - Travis...

(Travis gira de nuevo su silla, esta vez para ponerse cara a cara con ella. Él la ve, pero ella sigue sin verle)

T - Si apagas la luz ahí dentro, ¿podrás verme?
J - No lo sé, nunca lo he probado.

(Ella apaga la luz del cuarto y ambos se ven)

T - ¿Puedes verme?
J - Sí.

T - ¿Me reconoces?
J - Oh, Travis...

T - He traído a Hunter conmigo. ¿Quieres verle?
J - Sí... (Ella está muy emocionada) Deseaba tanto verle que incluso no me atrevía a imaginármelo. Anne siguió mandándome fotos suyas, hasta que le pedí que no lo hiciera. No podía soportar el dolor de verle crecer y echarle de menos.

T - ¿Por qué no se quedó contigo, Jane?
J - No podía, Travis. No tenía lo que él necesitaba. No quería utilizarle para llenar mi vacío.

T - Te necesita, Jane. Y además quiere verte.
J - ¿De verdad?

T - Sí, te está esperando.
J - ¿Dónde?

T – Acá, en la ciudad, en un hotel. El Meridian. Habitación 1520. Mil quinientos veinte. (Travis va a colgar y marcharse)
J - No te irás, ¿verdad? (Jane golpea la ventana desesperada)








T - No puedo quedarme, Jane.
J - No te vayas. No te vayas... (Jane es la que se gira ahora, dando la espalda a Travis) Después de que te fuiste solía soltarte hablarte… hablarte a todas horas, aunque estuviera sola. Durante unos meses estuve hablándote. Ahora no sé qué decir. Era muy fácil cuando sólo te imaginaba, incluso imaginaba que me contestabas. Teníamos largas conversaciones. Los dos. Era casi como si estuvieras allí… Podía oírte, verte, olerte. Podía oír tu voz… A veces, tu voz me despertaba. Me despertaba en medio de la noche como si estuvieras en la habitación conmigo. Después, eso se desvaneció. Ya no pude imaginarte nunca más. Intenté hablar contigo en voz alta, como solía hacerlo, pero no había nada... No podía oírte… Entonces, me di por vencida, todo se detuvo. Tú... desapareciste. Ahora trabajo aquí... Y oigo tu voz todo el tiempo. Todos los hombres tienen tu voz.

T - Le diré a Hunter que irás a verle.
J - Travis...

T - ¿Si…?
J - Estaré allí.

T - Bien...
J - Hotel Meridian.

T - Sí. Habitación 1520. (Travis cuelga y se va. Jane llora)





Escritor: Sam Shepard

Adaptación: L. M. Kit Carson

Fotografía: Robby Müller

Música: Ry Cooder



1984















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