martes, marzo 12, 2013

“Los músicos más infelices suelen ser los que hacen la mejor música”. La última entrevista de Johnny Ramone, de Charles M. Young




John Cummings (Johnny Ramone), de adolescente






Esta entrevista fue realizada en el rancho de Johnny Ramone, en el periodo en el que recibía tratamiento para curar su cáncer. El músico, que sabe que va a morir, tiene poco que perder, y se muestra más sincero que nunca. "Nunca me divertí tocando con los Ramones", revela.



De tamaño moderado y de un rosa al que no puede aplicársele ese mismo adjetivo, el rancho de Johnny Ramone se alza en las colinas de Hollywood protegido por un regimiento de cactus y un jabalí disecado en mitad de un gruñido. Dentro, las paredes, de color verde lima, están repletas de pósters de películas de ciencia ficción de los años treinta, cuarenta y cincuenta. “Las peores películas eran las que tenían los mejores carteles”, dice Johnny apuntando hacia los de La guerra de la bestia colosal y El ataque de los cangrejos gigantes.

Otras habitaciones contienen colecciones menores de carteles de Disney, deportes y recortes y otros objetos relacionados con asesinos en serie. Un cuarto lateral está dedicado por completo a Elvis Presley. El objeto más curioso es una botella de champagne firmada por el señor y la señora Presley, con fecha del 1 de mayo de 1967. “Lisa Marie nació exactamente nueve meses más tarde”, comenta Johnny. “Es buena amiga mía”. No veo ningún recuerdo de los Ramones por ninguna parte.

Estaba allí porque una noche de mayo (cuatro meses antes de que Johnny sucumbiera al cáncer, a los 55 años, el pasado 16 de septiembre rodeado de su mujer y sus amigos, Eddie Vedder, John Frusciante, Vincent Gallo…) me llamó Kirk Hammett, el guitarrista de Metallica. Fue una sorpresa: no conocía a Hammet, y las estrellas del rock casi nunca me llaman por sorpresa.

Me llamó porque tenía un amigo, al que no puso nombre, que estaba muy grave de cáncer. Me imaginaba adónde quería llegar: venía recibiendo este tipo de llamadas desde que escribí en Rolling Stone un reportaje sobre un joven de Vancouver que, supuestamente, tenía poderes curativos. Le dije a Hammet que lo único que podía hacer era avisar a la familia del muchacho que iban a ponerse en contacto con él. “Pues voy a decirte quién es”, dijo Hammett, “es Johnny Ramone”.

Fue como una patada en el estómago. Charlamos un rato sobre cuánto nos gustaban los Ramones, cómo lo habían cambiado todo con su primer disco, en 1976, cómo, por fin, habían recibido en los últimos tiempos el reconocimiento que se merecían, y cómo Joey Ramone había muerto de un linfoma hacía un año y Dee Dee de una sobredosis unos meses más tarde. Y ahora esto. Era demasiado horrible. “Nos hicimos amigos por los pósters de las películas de terror”, dijo Hammett sobre su amistad con Johnny. “Son difíciles de conseguir y hay toda una red de coleccionistas”. Le pregunté si creía que el hobby de Johnny tenía algo que ver con sus convicciones políticas. “Digámoslo así”, contesta, “cualquier persona afín al Partido Republicano a la que le interesen los asesinos en serie… es una combinación explosiva”. Le aseguré a Hammett que avisaría al muchacho de Vancouver y le pregunté si creía que Johnny querría hacer una entrevista. Unas semanas más tarde, estaba en su casa.

“Sólo me duele cuando me siento o me levanto”, dice Johnny frunciendo el ceño mientras nos acomodamos en el sofá del salón. Bautizado John Cummings cuando nació en Queens, Nueva York, en 1948 (no en el 51, como dicen las biografías oficiales), su padre era un trabajador de la construcción y su madre, camarera. En 1974 se instaló en su célebre corte de pelo Ramones, que no cambió en 30 años, hasta que tuvo que someterse a su primer periodo de quimioterapia. El pelo volvió a crecerle, pero también el cáncer, así que volvió a quedarse calvo. De todos los Ramones, era el más obsesionado con la imagen de la banda. “La primera vez que se me cayó fue más traumática”, recuerda Johnny. “Pero no tienes elección. Tienes que intentar pasarlo lo mejor posible. A veces te preguntas: ‘¿Merece la pena?’. No lo sé. Me dicen que estoy mejorando. Es cuestión de librarse de todos los efectos secundarios. Pero siempre hay algo. Siempre me siento mal”.

Además de ser el mayor punk de la primera banda punk, John fue también el primer punk formal. Permaneció sobrio y en buen estado de salud durante toda una vida de rock hasta que le diagnosticaron un cáncer de próstata hace seis años. En la escala de virulencia de la enfermedad, que va del uno al diez, él tenía un nueve. A principios del año pasado se le había extendido a los huesos, pulmones y riñón. “Me preocupa que piensen: ‘Oh, vaya, ahí está otra vez ese hombre”, comenta sobre el personal del Centro de Próstata Cedars-Sinai, en el que le trataban. “Pero parece que les gusta verme. Siempre les llevo un regalo. Me gusta poder llamarles y decir: ‘Hoy me ha pasado esto. ¿Por qué puede ser?’. Hace un par de semanas les llamé y les dije: ‘Estoy cansado y débil’. Me dijeron que fuera, me hicieron unos análisis. Estaba tan bajo de todo que me pusieron una transfusión en ese mismo instante. Le dije al médico: ‘Me siento como si me fuera a morir’. Y el médico me contestó: ‘Es que te estás muriendo”.

Pero parecía estar llevándolo bien. “Sí, sí, sí, sí. Sí”, dice inclinándose hacia la izquierda en un ángulo de 45º. “Sólo es este dolor. No tiene sentido. Debería parar. Me han hecho un escáner y ahí abajo no hay nada, así que no entiendo de dónde viene. No me funcionan los analgésicos. Los he probado todos y ninguno va. Y se me confunden las ideas. Odio eso, porque siempre he intentado controlar las situaciones al máximo”.



¿Ha aprendido algo de su enfermedad?
Johnny se queda pensando un buen rato y murmura algo ininteligible. Vuelve a quedarse callado. “No sabría decir si en algún momento lo he pasado bien. Lo único que quería era no hacer nada. Cenar, descansar, no sentir dolor. Éstas son las cosas con las que disfruto ahora. He tenido una buena vida. Me gustaría vivir. Me gustaría sentirme mejor. Pero ha estado muy bien. He hecho un montón de cosas y he dejado huella”.

Johnny llegó a hacer unas cuantas sesiones a distancia, por teléfono, con el chico sanador de Vancouver, pero no funcionó. Como era de esperar, a Johnny nunca le convenció del todo la idea. Pero no se puede culpar a Hammett por querer intentarlo todo para salvar al tipo que actuó en 2.263 conciertos y grabó 14 discos de estudio entre 1976 y 1995, contagiando al mundo de su alegría y llegando a gente que de verdad le necesitaba. Lo único que Johnny quería a cambio era el dinero suficiente para retirarse. Y lo consiguió, llevando bien sus negocios y no derrochando jamás.

El legado de los Ramones está más vivo que nunca. Jóvenes del mundo entero llevan sus camisetas  y el documental sobre la banda, End of the Century [estrenado en 2004 en Estados Unidos] compite en taquilla con las grandes superproducciones. La película hace un retrato desolador de la vida dentro de la banda. Después de grabar cuatro discos casi perfectos en los setenta (Ramones, Leave Home, Rocket to Rusi, Road to Ruin), Joey y Johnny llegaron a odiarse.

En parte fue un choque de personalidades, con Joey como el hippy liberal y romántico que siempre llegaba tarde y Johnny como el punk pragmático y conservador que siempre llegaba a su hora. Pero sobre todo tuvo que ver con que Johnny le quitó la novia a Joey y acabó casándose con ella. Linda Danielle ha sido su mujer hasta su muerte.

Estamos charlando cuando aparece Linda, su mujer. “Chuck estaba diciendo que soy muy poco sentimental”, le dice Johnny. Acababa de decirle que no podía creerme que hubiera vendido su guitarra Mosrite, con la que había grabado el 90% de sus discos. “Todos eran así en el grupo”, asegura Linda. “Sin sentimientos. Bueno, tal vez Joey un poco. Ahora ves a algunos grupos que se ponen en círculo para darse ánimos antes de los conciertos. Eso habría sido impensable con Los Ramones”. “No decíamos nada antes de los conciertos”, afirma Johnny. “Nos sentábamos o dábamos vueltas por allí. Cuando llegaba el momento de salir, salíamos y punto. Los músicos más infelices suelen ser los que hacen la mejor música”. “No sé cómo funciona eso de inyectar alegría en una canción independientemente de lo que trate. No lo entiendo. Tengo buenos recuerdos. Debió de ser divertido. Pero no sabía qué era la diversión. Interpretaba las canciones en los conciertos. Me sentía bien si salía de la forma en que se suponía que tenía que salir. Si no lo hacíamos bien, me preocupaba. Sabía que algunos de los discos no eran muy buenos y a mí eso me parecía una enfermedad. ¿Me lo pasaba bien en los conciertos de los primeros tiempos? No creo. No sabía cuándo era divertido. Y después, en la última gira, me preguntaba: ‘¿Pero qué pasa? ¿Que todos van a echarnos de menos?’. Pensaba que nos iban a olvidar. ¿Me divertí entonces? No sabría decirlo”.









Si nunca fue divertido, ¿cómo supo Johnny cuándo era hora de parar?
“Quería que llegáramos a los veinte años. Un disco más… una gira más. Me daba la sensación de que ya no éramos tan buenos como antes. Un día estábamos discutiendo en la oficina Joey, yo y nuestros managers, y me quejé de que Joey amenazaba con dejar el grupo cada vez que teníamos puntos de vista distintos. Joey dijo que él no hacía eso. Entonces alguien dijo que deberíamos despedir al publicista porque sólo hablaba con Joey y él dijo que, si echábamos al publicista, se iba. Y entonces dije. ‘¿Sabes qué? Lo dejo. Un disco más, una gira y, cuando acabemos con eso, me voy. No voy a cambiar de idea. Esa lealtad tuya al publicista ha sido la gota que ha colmado el vaso’. Se estaba acabando de todas formas, pero eso le puso punto final”.

¿Fue la cuestión de la novia el mayor problema entre los dos?
“No, no nos llevábamos bien de todas formas. No ayudó, pero nunca nos pusimos de acuerdo en nada. No sé. Éramos diferentes. Él siempre tenía problemas de salud, no sólo el linfoma de los últimos tiempos. Tenía esa enfermedad que hace que no pares de tocar las cosas”.

¿Era obsesivo compulsivo?
“Sí. Y tenía infecciones continuas en los pies. Si cada vez que debes empezar a grabar un disco te pones enfermo, está claro que tienes algún problema mental. Y sus ideas no eran prácticas. Se le ocurrían cosas que nos hacían perder dinero”.

¿Volvió a ver a Joey después de la separación?
“En dos firmas de discos. Eso fue todo. Nos enteramos de que estaba enfermo justo antes del Lollapalooza [festival de música itinerante en el que Los Ramones actuaron en 1996]. Así que le dije: ‘¿Qué tal estás, Joey?’. Me dijo: ‘Muy bien. ¿Por qué? ¿Para qué lo preguntas?’. Así que no me molesté en decir nada más. Cada vez que intentaba decirle algo, me daba cuenta de que no tenía solución”.

¿Estuvo en el funeral de Joey?
“No, estaba en California. No iba a ir hasta Nueva York, pero no hubiera ido de todas formas. No habría querido que él viniera a mi funeral y tampoco habría querido saber de él si me estuviera muriendo. Sólo querría ver a mis amigos. Que me dejaran morir tranquilo”.

Pero habíais hecho grandes cosas juntos…
“Trabajábamos juntos. Eso no significa que tuviera que gustarme”.



Poco después de la muerte de Joey y meses antes de la de Dee Dee, les propusieron a Los Ramones actuar con otro cantante en el lugar de Joey. “Les dije: ‘De ninguna manera. Vednos como éramos o no nos veáis. Id a comprar el dvd. Nunca tocaría sin Joey. Era nuestro cantante”.


Johnny Ramone nació el 8 de octubre de 1948 y falleció, víctima del cáncer,

el 15 de septiembre de 2004, a los 55 años.









en Rolling Stone, 22 de febrero de 2011
















No hay comentarios.:

Publicar un comentario