Por la calle del puerto
da un paso, un par de pasos.
Pero no huele a puerto;
huele a potros y pastos.
Va con la borrachera
surgiendo de sus tacos,
y le crecen dos botas
como en mitad del campo.
Aunque ahora no lo monta
se duerme en su caballo.
Cierra sobre las crines
sus ojos de muchacho.
Cerca del marinero,
cuando el sol le da el alto,
dos alas le descubre
al caballo en sus flancos.
Y por el cielo azul,
volando y galopando,
se va mientras vomita
la ciudad hasta el campo.
en Poemas con caballos, 1956
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