lunes, diciembre 15, 2025

«Hacia un textil», de Rafael Espinosa




 

Si a la multitud se le introduce
en un poema donde se reproduce apenas
sus consignas, desde luego
será pisoteada por los equipos
de la policía, sabrá demasiado de caballos.
Se le condena al lugar de sus lemas,
insistir con un supremacismo de la papa.
Alguien tendría que revelar la mentira
y mostrarla libre, como subcutáneamente
es, para ser y vociferar siempre.
Quién dijera que lo haría yo, el segundo
más amargo de los plantígrados, ahora
que acabo de venir del mar
de donde traje vastedad y una piedra.
Lo lejano ensambla lo inverosímil de mi cuerpo.
Con azúcar en polvo ocupando
el lugar del pensamiento, mis ojos ven,
mi lengua es la vocal de la escucha
y mi piedad, además de los malos
poetas, perdona a los verdugos.
Marcho bajo las nubes.
La multitud, de modo patente,
conforma un ser primero; existe
antes que los impulsos individuales
y desea pernoctar. Alcanza
la cima de su voluntad cuando
el pescador le lanza el problema
de su sueño. Producto
del despertar son clamor en los postigos
y luz de playa. Hasta que se hace de noche
y debe sacarse la lupa para leer. Leemos
que un día real no conoce término.
Comienza en el momento justo
que el vapor de otro ser lacera
el olfato, como una bomba lacrimógena,
y termina donde las palabras por fin se articulan.
Descansa en desiertos que sufren el peso
de fósiles. Sarmientos de la historia.
Sigue donde las futuras bellotas hibernan.





en Dodecaedro, Librería Inestable, 2024



















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