martes, noviembre 05, 2024

«Tres poemas a Palestina», de Abdul Karim Al-Sabaawi

Versión de Juan Carlos Villavicencio





1

Ellos difundieron las buenas nuevas
cuando se unieron a Él en la Última Cena;
y antes de caminar,
arrastrando su cruz por el camino de espinas y piedras,
lo rodearon,
jurando tener fe en Él, ser obedientes
y darle sus votos.
Pero se durmieron con los párpados pesados,
dejándolo atrás.
Él lloró completamente solo
y bebió de mala gana la copa que eludía.
Sintió el frío de la muerte en Su sangre
y el sabor amargo del dolor en Su boca.
Antes del amanecer
uno lo traicionó,
otro lo negó,
y huyeron los demás.




2

¡Cuánto pesa Abel sobre mis hombros!
Lo mataron, pero debo cargarlo,
y vagar por la ciudad con su cadáver,
Lamentando, gimiendo, llorando
«Abel está muerto».
Abel, mi tristeza, mi destino oscuro,
no fui yo quien te mató; no golpeé tu cabeza con una piedra.
No hice lo que haría un pájaro con el cadáver de su compañera.
Durante años he vagado por el desierto,
contigo sobre mis hombros como una maldición: 
como una serpiente tu cadáver desmoronado yace tendido.
Han pasado años desde tu asesinato,
tu cadáver se ha descompuesto, tu sangre se ha secado,
tu carne desprendido, Abel.
Pero pobre de mí si me niego
o rebeló contra mi destino y cavo un hoyo
para arrojarte adentro.
Tu cadáver podrido se aferra a mí,
clava sus uñas en mi cuello,
gritando,
«¿Por vergüenza
me desechas y huyes?
¿A quién tengo yo sino a ti? Otros no se atreven
a llevarme ni siquiera algunos pasos».




3

Job mantuvo su palabra
y se cumplió lo que estaba escrito:
los gusanos se alimentaron de sus manos
y bebieron sus ojos,
y su cadáver fue arrojado a los cuervos de la orilla
y a las bandadas de otros pájaros.
¡Virtuoso Job!
No te rebeles, no desesperes, no te enojes.
Los gusanos han roído tu carne y arañado tus huesos,
ya que dentro de tu vientre el embrión de la paciencia 
ha crecido viejo y jorobado,
¡Hasta la arena de la orilla bajo tus pies se ha podrido, Job!
Incluso el viento que corona las olas se enferma y aleja
de tus heridas putrefactas.
Y te preguntas: ¿Qué sigue?
Job mantuvo su palabra
y se cumplió lo que estaba escrito.











 

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