viernes, septiembre 20, 2024

«Dios al teléfono», de Rashid Hussein

Versión de Juan Carlos Villavicencio




En la hora cero mil veces llamé a Dios 
gritando: ¡Vamos a vernos esta tarde!
Y Él se atrevió a responder:
Está bien, ¿pero con qué fin?
Para emborracharnos, le dije, ¿por qué no?

Mi Dios era rico y guapo, 
un tipo del jet set,
que guardaba en bancos a mis amigos más queridos,
      y a todas las mujeres hermosas que deseaba.
Génova resplandeciente en un mar de flores
      es el nombre de su más reciente amor.

Me pregunto ¿qué es lo que cambió realmente?
¿Fue mi corazón o el mismo Dios lo que cambió ayer?
Mi historia es la de una niña, nacida entre Haifa y mi amor,
      pero nunca nada cambió para ella; 
enterré campos de refugiados 
un millón de veces,
      pero nada en ellos ha cambiado;
recurrí a hoteles para escribir mis versos,
      pero nada cambió ahí tampoco;
vi las capitales de cincuenta tierras distintas,
      pero nada cambió para mí.
Tracé los contornos de mi país a lo largo 
de mi cuerpo.
Me pregunto ¿qué cambió realmente?
¿Es mi corazón o Dios mismo?
¿O todo ha cambiado?

Seguiré escribiendo,
seguiré amando,
y escribiré en la pintura las palabras hasta de las moscas 
que plagaron Haifa,
      para provocar el cambio.
Barcos de Génova aparecerán en la distancia, instándome
      a navegar,
pero incendiaré todos los mástiles y puertos
      y convertiré esta primavera bestial en un otoño.

Convertiré mi vida en una canción de guerra,
      para que crezca una semilla de amor dentro de mí.



















 





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