Empeño
manco este esforzarse en juntar palabras
Que
no se parecen ni a la cascada ni al remanso,
Que
menos transmiten el ajetreo del vivir.
Tal
vez consiguen una máscara informe,
Sonriente
complacida a todo hálito de dolor,
Inerte
al desgarramiento de la pasión.
Con
frases en tropel no llegan a simular
Victorias
jubilosas de la sangre
O
la quietud del agua sobre el suicida.
Nada
dicen tampoco de la danza del amor y odio,
Alborotada,
aplacada, extinta,
Ni
del sueño que se ahoga, arrastrado
Por
marejadas de sospecha y olvido.
Qué
será el poema sino un espejo de feria,
Un
espejismo lunar, una cáscara desmenuzable,
La
torre falsa más triste y despreciable.
Se
consume en el fuego de su impaciencia
Para
dejar vestigios de silencio como única nostalgia,
Y
un rubor de inexistente no exento de culpa.
Qué
será el poema sino castillo derrumbado antes de erigido,
Inocua
obra de escribano o poetastro diligente,
Una
sombra que no se atreve a aniquilarse a sí misma.
Si
al menos el sol, incorrupto e insaciable,
Pudiera
animarlo a la vida,
Como
cuando se oculta tras un rostro humano,
Los
ojos abiertos y ciegos para siempre.
en Otra imagen deleznable, 1980
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