Por
fin doy la espalda
A
lo lejos se oyen risas.
Los
ojos de las arañas
Aún
se arrastran en el callejón.
En
el camino seco nadie ríe.
El
viento deja sus huellas.
Florecen
remolinos de dorado polvo
La
primavera entrecierra los párpados
Detesto
el viento.
Tampoco
le temo.
Voy
a olvidarlos a mi modo
Y
caminaré siguiendo el llamado de la costa.
Hay
barcos viejos
Jarrones
y conchas despostilladas.
El
agua es azul y brillante
Y
cubre la paz eterna.
Seré
del mar, voy a pertenecerle.
La
vida verdadera. La espuma de las olas.
Consagraré
las flores y amaré el coral
Sacrificándose
a sí mismo.
en Círculo de poesía, 7 de enero de 2014
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