lunes, septiembre 21, 2015

“Escribir”, de Henry David Thoreau








Selección


¿Y para qué todo este escribir? Contemplar lo que se garrapatea al albur del momento puede producirnos ahora cierta satisfacción, pero mañana, ¡ay!, esta misma noche, ¡ay!, es algo rancio, plano y sin provecho; algo, en fin, de lo que sólo nos queda la concha, como ese rojo caparazón de langosta hervida que te mira abandonado en el camino.
 (5 de marzo de 1838)


No deberíamos esforzarnos fríamente en analizar nuestros pensamientos, sino mantener la pluma pareja y paralela a la corriente, lograr una exacta transcripción suya. El impulso es, a la postre, el mejor lingüista y, en cuanto a su lógica, aunque no responda a Aristóteles, no puede dejar de ser la más convincente. Cuanto más nos aproximemos a una completa, pero sencilla transcripción de nuestro pensamiento, más tolerable será la pieza, porque soportamos considerarnos en un estado de pasividad, o en una acción involuntaria, pero rara vez lo soportan nuestros esfuerzos, y menos aún nuestros raros esfuerzos.
 (7 de marzo de 1838)


El poeta.
Ha de ser algo más que natural, incluso sobrenatural. La naturaleza no hablará a través de él, sino junto a él. La voz del poeta no procede de la niebla de la naturaleza, sino que, tomando su aliento de ella, hará de la naturaleza la expresión de su pensamiento. Cuando lleva un hecho de la naturaleza al espíritu, poetiza. Habla sin referencia de tiempo ni lugar. Su pensamiento es un mundo, el de la naturaleza otro. El poeta es otra naturaleza, el hermano de la naturaleza.
 (3 de marzo de 1839)


 Ninguna definición de la poesía es adecuada salvo que sea poesía. El análisis más preciso de la sabiduría más escogida sigue siendo insuficiente, y el poeta demostrará enseguida que es falso, al rechazar sus exigencias. Es, en realidad, todo lo que no sabemos.
 (Enero de 1840)


Una palabra es más sabia que cualquier hombre, que cualquier serie de palabras. Tal vez sea falsa en su acepción actual, pero en su acepción más íntima, por etimología y analogía, se da a sí misma por buena. El lenguaje es la obra de arte más perfecta del mundo. El cincel de mil años lo retoca.
(Posterior al 27 de julio de 1840)


Con pocas palabras mostramos lo insuficientes que serían muchas. Si tras una conversación devolviera a mi pensamiento su dignidad y autoridad primordiales, podría recurrir de nuevo a mi primer juicio, sencillo y conciso. En extensión podríamos ofrecer una pauta de concisión, pero en profundidad resultamos prolijos.
(4 de noviembre de 1840)


Una frase perfectamente saludable es muy rara. A veces he leído alguna que fue escrita mientras el mundo giraba, mientras la hierba crecía y el agua corría.
(10 de enero de 1841)


Deberíamos ofrendar diariamente nuestros pensamientos perfectos a los dioses; nuestra escritura debería consistir en himnos y salmos. Quien escribe un diario es un proveedor de los dioses. En cada frase hay dos caras: una es contigua a mí, pero la otra mira a los dioses y nadie la ha afrontado nunca. Cuando expreso un pensamiento boto una nave que ya no surca mi puerto, sino que se dirige al piélago. En consecuencia, exige una intuición divina, una visión frontal, capaz de leer lo que se ha escrito con grandeza.
(13 de enero de 1841)


La buena escritura, como las buenas acciones, ha de consistir en obedecer a tu conciencia, sin una pizca de voluntad o capricho. Si sabemos escuchar, oiremos. Nos instalaremos de nuevo en el pináculo de la humanidad escuchando con reverencia la voz interior.
(26 de enero de 1841)


Mi pensamiento más doméstico, como el diamante extraído de lo más profundo de la mina, brillará con el resplandor más puro. Aunque escribo todos los días, cuando digo algo bueno parece como si rara vez escribiera.
(26 de febrero de 1841)


No jugará con su trabajo quien tiene que cortar leña y guardarla antes de que caiga la noche en los cortos días de invierno, sino que cada golpe resultará provechoso y resonará sobriamente por el bosque. Así resonarán sus versos y hablarán al oído cuando, al anochecer, el poeta escriba las entradas del día. A menudo me han sorprendido la fuerza y la precisión del estilo al que recurren hombres muy ocupados cuando se les pide que hagan ese esfuerzo. Parece como si su sinceridad y sencillez fuera lo más importante que hubiera de enseñarse en las escuelas, aunque debería decir, sin embargo, que no en las escuelas, sino en los campos, en el servicio real. El escritor envidia con frecuencia la propiedad y el énfasis con que el granjero llama a su yunta, y confiesa que si esas palabras se escribieran superarían sus elaboradas frases.
(5 de enero de 1842)


Tienen éxito los autores que no escriben para los demás, sino que hacen de su gusto y juicio su propio público. Por alguna extraña infatuación nos olvidamos de que no aprobamos lo que, sin embargo, recomendamos a los demás. Es bastante si me contento con escribir; entonces estoy seguro del público.
(24 de marzo de 1842)


Es más difícil escribir gran prosa que escribir en verso. La prosa implica una vida de elevación práctica. El hombre entero ha de estar poseído por la grandeza de su pensamiento. La prosa enseña cómo vive cada día. Es un poder consciente.
(19 de abril de 1843)


No es un gran escritor quien teme que el mundo sepa que alguna vez ha hecho algo impropio.
(Verano de 1845)


Sería digno de la época imprimir juntas las Escrituras reunidas o Sagradas Escrituras de las distintas naciones, de los chinos, hindúes, persas, judíos y otros, como Escritura de la Humanidad. El Nuevo Testamento tal vez esté aún demasiado en los labios y en los corazones de los hombres para ser llamado una escritura en este sentido. Semejante yuxtaposición y comparación podría ayudar a liberalizar la fe de los hombres. Ésta es una obra que seguramente el tiempo editará, reservada a coronar los trabajos de la imprenta. Sería la Biblia, o Libro de los Libros, que los misioneros llevarían a los extremos de la tierra.
(1849)


El artista y su obra no pueden separarse. Ni el más deliberadamente necio de los hombres puede permanecer al margen de su necedad; acción y agente conforman un mismo hecho.
(1849)


Tenía un amigo, escribí un libro, le pedí a mi amigo que lo criticara y no obtuve sino alabanza de lo que había de bueno en el libro. Mi amigo se distanció de mí y entonces fui denostado por lo que había de malo. Así que al final tuve la crítica que quería. Mientras mi amigo fue amigo mío me aduló y no le oí decir la verdad, pero cuando se convirtió en mi enemigo me disparó con ella una flecha envenenada. Hay tanto odio como amor en el mundo. El odio es un buen crítico.
(Posterior al 11 de septiembre de 1849)


El poeta escribe la historia de su cuerpo.
(29 de septiembre de 1851)


El viajero se defiende e insensibiliza. Trata con superficies, lleva puesto un gabán. Sin embargo, el que se queda en casa y escribe sobre cosas domésticas nos entrega pensamientos y sentimientos desnudos y tiernos.
(19 de febrero de 1858)


Cuando leo algunas normas para hablar y leer correctamente la lengua inglesa —como que una frase no debe acabar en una partícula— y compruebo que incluso los hombres cultos las cumplen, pienso: Cualquier necio puede dictar una regla y todos los necios la tendrán en cuenta.
(3 de febrero de 1860)


Así, cualquier verano, tras pasar la mañana leyendo o escribiendo en tu cuarto, por la tarde te adentras caminando en los campos y bosques, y si te place entras en un marjal rico, apartado e inexplorado, donde encuentras arándanos grandes y hermosos que te esperan en inagotable abundancia. Ése es tu verdadero huerto.


Es fácil hablar, pero difícil escribir.
Del peor de los corresponsales,


Henry D. Thoreau






No hay comentarios.:

Publicar un comentario