No
escupáis a los beodos que perecen
aturdiendo
en el vino sus dolores;
si
odiáis a la embriaguez, odiad las flores
que
ebrias de sol en la mañana crecen.
Los
ojos de las vírgenes ofrecen
la
sublime embriaguez de los amores
y
los besos son báquicos licores
que
al caer en los labios… ¡estremecen!
Embriagada
de luz, Ofelia vaga
en
las sombras de un campo desolado;
el
sacerdote en el altar se embriaga
con
la sangre de Dios crucificado,
¡y
el poeta mirando de hito en hito
la
gran pupila azul del infinito!
en El soneto chileno, 2013
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