Agobiar
–diría Lihn–
otra
vez con la misma historia: el dolor,
un
buen punto de partida
para
las palabras
que
hablan de nosotros.
Están
allí
intactas
bajo la turba de la memoria
sin
sonidos, con la forma
del
eficaz instrumento de tortura
que
arranca oro de tu cabello
como
restos de hojas, hierba, arena,
parásitos
de un paseo de verano.
en Thera, 2002
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