viernes, noviembre 11, 2011

"Una fogata protege del frío a los pequeños pájaros de la noche", de Octavio Gallardo




Él nunca se miró a los ojos, trabajó.
Urdió por debajo el paraíso y troqueló por encima
la estancia de sus hijos

Sin embargo recibió caricias

Sus hijos soñaron junto a él:
una juguera en la cocina,
una radio en el estar


Mi padre salió del barrio, sólo él:
así medimos el tiempo. La partida y el regreso del padre al mismo punto.
            Un sillón levita y decora.
El padre se ubica en paralelo a los sucesos. Desde allí mira el horizonte,
            conoce más.
Únicamente él ha visto la ciudad y se comunica con las negras urracas
al otro lado del río.
Él desata avatares. Es mudo, es avispa, escorpión desierto.

El padre determina la urdimbre, abre las manos y ofrece sus asuntos.
            No hay méritos.
Aprieta los dedos en el sofá, escribe sílabas, almuerza la escasez,
            predica el arrebato, se suma a las sombras de su basta
            inflexión por las rodillas.

Sin embargo enciende
una pequeña fogata en la orilla del río. E ilumina la noche.

La noche es naranja.

- Yo nunca pensé que moriría después de comer junto a nosotros
            en la mesa.






en Cordillera, 2007







Fotografía de Juan Carlos Villavicencio







Desde el VI Encuentro Internacional de Poesía del Valle de Colchagua






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