Cuando comienza la llovizna, hay vacas difuntas llorando
en los acantilados y braman las quebradas.
Es riquísimo el mate con carne y de rescoldo bien tostadas las hallullas,
porque cuando llueve a cántaros es frita la papa salada la que nos impone
su apetitoso régimen de aguardiente,
se platica la amistad nacional fumando aquellos cigarros
de los años pasados o antepasados, de provincia en provincia,
en nuestras hermosas casas, que hoy habitan la ortiga, la ratonería
y el polvo del tiempo, o los mariconazos,
y aun se echan huevitos y papas a la ceniza,
enumerando a todos los difuntos familiares y al río con navíos
del letal lugar natal, forjado por cantos de gallos tremendamente,
eternamente, horriblemente remotísimos.
Es natural un caldo de cabeza, aclarando los domingos de Valparaíso,
sobre el Puerto brumosamente viejo.
Son el mapuche y el afroibero sanguinarios y religiosos los que sepultan
en nosotros nuestros enormes muertos,
embriagándonos en ritos feroces,
si la dolorosa borrachera funeraria deviene asesinato,
y en alcohol y sangre el chileno ahoga el complejo de inferioridad
de los inmensos pueblos pequeños, y su enorme alegría
tan desesperada y tremante, y el roto engulle bramando,
el garbanzo con gorgojos.
Un trago de guindado de antaño sienta muy bien a quien emprende,
de noche, una gran jornada a montura.
Cuando los arrasó la inundación y el huracán, a tempestad eléctrica
oloroso, los azotó con palos de fuego, impiadosamente,
los huasos costinos lagrimean el poroto con chorizos
que su mujer distinguió en la vieja y de greda callana negra, entre
el desastre y las pilchas llovidas, a los que alegró con infinitos
y ardientes huevos tremendamente fritos y de gran cebolla brotes,
comiéndolo con el puñal a la cintura y revólver de catástrofes,
pero el huaso muy rico y muy bruto lo aliña con limón tronador,
entre tinajas y bateas, desde el pecho de racimo polvoroso
de la vendimia, y la caricia
de las vendimiadoras le revienta uvas chilenas en la barba.
Si murieron por ejemplo, sus relaciones y sus amistades de la infancia
y Ud. retorna a la provincia despavorida y funeral, arrincónese,
solo en lo solo,
cómase un caldillo de papas, que es lo más triste que existe y da
más soledad al alma,
y beba vinillo, no vino, el vinillo doloroso y aterrado que le darán
a los que van a fusilar, los carceleros o el fraile infame
que lo azotará con el crucifijo ensangrentado.
1949
Avanzamos en el mismo sentido, con matices, aunque con la misma decisión.
ResponderBorrarhttp://chileliterario.blogspot.com/2011/11/pablo-de-rokha-el-patriarca-olvidado-de.html
Saludos fraternos
Jorge Muzam
Un gran abrazo para ti también, Jorge. Un gustazo.
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