sábado, noviembre 19, 2011

“De Profundis”, de Camilo Retamales







Bruma, traquetean pasos en la distancia
-ascuas de agnosia-
¡el vigor hecho jirones!
Acompañado de uno a quien no miro
un calorcillo de carraspera cirrosa envuelta en la bruma.
Bruma.
Ahora sólo ruidos deliciosos:
el crujimiento de la suela porfiada sobre los costrones de la tierra.
Rumor en los matorrales, cuerpos, el tiempo detenido en la estampa,
la suela aúlla.
Desde lejos un tono que no reconozco.
El ronroneo cargado de las bestias me recibe.
Adentro, hace un hervidero de lagañas, hebras y gajos de pieles amoratadas:
Rostros de gente.
La gente mira abajo, debajo, a veces miran muertos por sus ojos.
Las viejas gordas me incomodan.

Entonces me pongo a mirar por la ventana
“viajar es nacer y morir a cada instante”
¡Tan solo ese instante mi dios!
El cuadro de la pampa argentina: loma sobre loma
y las viviendas miserables como el botadero del paisaje.
En esos escenarios el tiempo se detiene
y el espíritu masculino se reconoce
vasto y sólo en la crátera de su origen.

-Esta no puede ser mi madre- repite.

Y es otro hombre el que así contempla: un comediante,
                 menos que hombre,
humillado por una broma más fuerte…

-Pobre, pobre-

En torno las casas el basural se acopia
en bolsas coloridas: el vergel de las casas.
Y es tan decidora la mierda.
¿Qué clase de persona era Oscar Wilde?
Imagínese la vida, la muerte así,
los amores.
Me concentro ahora en la manija,
las impresiones hacen en mi cabeza
un marasmo denso, revuelto:
Entrar a un túnel y salir,
una sensación de abatimiento, de aquiescencia,
de estupor leve
Qué es el hombre tan frágil y loco,
hay que meter la mano en la nuca para seguir viviendo:
entre el llanto y la roca.

Poesía es la poesía muerta,
un más allá de donde nos arranca,
donde nos inunda,
nos habla de su vida.

El alma del poema no es el estilo ni el acento,
es esta sensación vaga que persigo siempre,
nonada de luz y de espanto
a resguardo de mi mismo siempre.

La imagen condensa las potencias,
el movimiento
abisma las imágenes y las hace colisionar.
La danza restablece la contradicción
y proyecta sus ruinas
hacia la mitología.




2011








Fotografía de Juan Carlos Villavicencio







 Desde el VI Encuentro Internacional de Poesía del Valle de Colchagua











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