Un crujido sordo
sobre el lago
sepulto:
desaparece
a nuestras espaldas en remolinos de nieve
el sendero angosto recto.
Ahora se alza
la voz del ataque en el paso.
Chillido rítmico:
y es quizás llanto frío de fogatas,
grito de tormentas espantosas;
o lamento de pájaros,
jadeo ronco
de zorros gráciles que se ven morir.
¿No vamos a los confines de la tierra?
¿Y cuándo me detendré con otra apariencia
frente a cálidas vitrinas?
(el trineo me habrá raptado
entre sus campanillas,
quedarán a mis espaldas
lámparas rostros cantos)
mi sombra
estará sobre el lago,
mi prenda inmóvil
afuera, en el triste
fabuloso atardecer.
en Parole, 1939
Versión de Rosemarie Heyn y Lorenzo Peirano
Versión de Rosemarie Heyn y Lorenzo Peirano
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